martes, 4 de febrero de 2020

EL COMPAÑERO DE VIAJE. Curzio Malaparte


La azarosa biografía de Curzio Malaparte (1898-1957) estuvo saturada de contradicciones. Italiano de padre alemán, su nombre de pila era Kurt Erich Suckert, fue un personaje original y polifacético; diplomático, periodista y corresponsal de guerra, novelista, dramaturgo y cineasta. En política pasó de ser fascista convencido, íntimo del conde Ciano, al exilio por sus críticas a Hitler. Fue más tarde agente de enlace de los norteamericanos, durante la  invasión de Italia en la Segunda Guerra Mundial, para terminar simpatizando con el partido comunista al final de la contienda. Hasta su nombre literario refleja una clara oposición entre leyenda épica (Curcio) y cínica parodia imperial (Malaparte).
Esa vida de aparente contradicción no le desacredita como escritor, porque nadie como él supo describir, con descarnado realismo no exento de cierta lírica, el ambiente social en la Italia de posguerra. En el plano narrativo se le puede considerar el pionero del movimiento cinematográfico conocido como neorrealismo italiano.
El título de este relato corto, El compañero de viaje, está literalmente copiado de un cuento infantil de Hans Christian Andersen y esto implica cierto simbolismo antagónico. En ambos el compañero es un muerto, pero les separa la enorme distancia que media entre la fantasía de final feliz con la cruda y trágica realidad. En el prólogo se indica que estamos ante una obra inédita, no publicada hasta el año 2007, y que fue escrita en 1946 como guion de una película que no se llegó a realizar. Esa intención cinematográfica se aprecia claramente porque en algo más de treinta páginas se desarrolla, con la necesaria economía y precisión de lenguaje, escena a escena, una historia y el esbozo de unos personajes que emocionan al lector a pesar de intuir que en la pantalla ganarían en intensidad dramática.
Es la historia de Calusio un soldado alpino que, tras la derrota de su batallón en el desembarco aliado en Calabria, emprende el viaje de retorno a su tierra. Lleva un asno en el que carga el cadáver de su teniente, al que prometió en vida devolverlo a su madre en Nápoles. El relato tiene resonancias homéricas, de ahí la alusión a Scila y Caribdis y la descripción del desembarco: “El mar está negro de naves, el cielo está estriado de alas” que recuerda aquel otro de las naves aqueas ante las playas de Troya, en ese ambiente épico donde unos pocos soldados, que se saben ya derrotados, defienden un baluarte sólo por dignidad.  A partir de ahí, el superviviente Calusio inicia el viaje. Una odisea en la que se le unen otros personajes como la huérfana Concetta o Mariaguilia “la bergamasca”. El retorno al hogar y como objetivo el cumplimiento de una promesa. En el camino se cruzan con todo tipo de personajes, ladrones, estraperlistas, soldados americanos, alcahuetas y prostitutas, en escenas que ponen de manifiesto el caos de los desplazados, la miseria y el hambre, la supervivencia a toda costa, pero más aún, la humillación y la degradación de los vencidos ante unos vencedores americanos benévolos pero ingenuos e ignorantes del hundimiento moral de la población. La historia muestra además la contraposición de valores éticos, como la generosidad, la valentía y la dignidad encarnados en el protagonista, frente al miedo y desánimo general que se supera en algunas escenas especialmente emotivas. Y por fin el desenlace triste e inesperado, aunque con atisbo de esperanza futura, muy congruente con el ambiente que el escritor pretende reflejar. Pocos años después describiría con mayor amplitud ese mismo ambiente en La piel (1949) su novela más famosa.

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