viernes, 10 de abril de 2020

EL CARTERO DE NERUDA. Antonio Skármeta


Algunas obras literarias parecen predestinadas a su versión cinematográfica y en este caso aún más porque su autor, el chileno Antonio Skármeta (1940), además de reconocido escritor ha sido guionista adaptador de muchas de sus novelas. La fama internacional le llegó con ésta, que inicialmente se tituló Ardiente paciencia, de la que se hicieron dos películas. La primera con guion del propio escritor, y la segunda italiana con el título de Il Postino o El cartero de Neruda (1994), cuya fama y difusión  motivó el cambio definitivo del título de la novela por  motivos comerciales. 
El cartero de Neruda (1985) es un relato corto muy visual en lo descriptivo, pródigo en diálogos, sin grandes recursos de estilo literario y de lenguaje sencillo salvo unos pocos términos del argot chileno que no dificultan la comprensión del texto. Está narrado en tercera persona por un narrador que en el epílogo parece asimilarse al propio escritor, aunque esto último no me parece claro. El protagonista es Mario Jiménez, un joven de 17 años, desencantado del oficio familiar de pescador, que acepta un humilde puesto de cartero en Isla Negra donde tiene como único cliente a Pablo Neruda a quien lleva diariamente abundante correspondencia.  La admiración hacia la figura del poeta le ayuda a vencer su timidez y con ardiente paciencia supera la inicial indiferencia de aquél. Entre ambos se establece una amistad basada en el complementario contraste entre la ingenua ignorancia del joven, ansioso por aprender, y la complejidad intelectual de Neruda en su escéptica madurez, que se revitaliza cuando explica al muchacho el poder de la metáfora y el ritmo en la poesía. Armado con esos poderes, Mario consigue enamorar a su amada Beatriz, mucho más atractiva y carnal que aquella otra idealizada por Dante. A partir de ahí se desarrollan dos historias paralelas. En primer plano la del protagonista, que consigue casarse con Beatriz a pesar de las reticencias de su suegra, Rosa González, un contrapunto pragmático al idealismo de su yerno. Éste sueña con la poesía mientras se ve obligado a trabajar como cocinero en la posada de Rosa. Los avatares del relato están salpicados de humor, ironía y una pizca de erotismo en alguna escena entre los amantes.
En segundo plano está la propia historia de Neruda en sus años finales, entre 1969 cuando comienza esta historia y 1973 con la muerte del poeta, doce días después del golpe de estado que derrocó a Salvador Allende. Esos años son como un fuego de artificio, desde el fugaz brillo hasta la oscuridad. Desde su nombramiento de embajador en Paris hasta la apoteosis del Nobel conseguido en 1971 y después el largo ocaso de la enfermedad, la vuelta a Isla Negra y la muerte en un hospital de Santiago mientras su casa es saqueada por bandas paramilitares.
Ambas historias, la de ficción y la real, se desarrollan en un escenario con el telón de fondo social de aquellos años; la fracasada vía chilena al socialismo torpedeada por sus utópicas contradicciones y por los poderes del imperialismo capitalista. En el marco de un relato saturado de humor, pero también de una gran emotividad que nunca llega al límite de la sensiblería, el lector vislumbra el ingenuo optimismo del pueblo, la inflación, el desabastecimiento, la huelga de camioneros financiada con dólares, y por fin la casa de Neruda en Isla Negra, rodeada de soldados, y una ambulancia que espera al moribundo poeta. 
La conjunción de estas dos historias da como resultado una tierna comedia que se torna en trágico final implícito en el último capítulo. Adquiere entonces especial dramatismo un personaje secundario hasta ese momento, el diputado Labbé, un amable candidato de la derecha, democrático encajador de la derrota electoral, que en los primeros días del golpe señala desde un coche lo que intuimos como el comienzo de la represión que se avecina. En el epílogo, el narrador, años después de los hechos relatados, pide información sobre el protagonista Mario Jiménez. La ausencia de noticias es una metáfora de como la historia escrita por los vencedores borra la memoria de los vencidos.



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