La naturaleza y la vida rural han sido desde antiguo fuente de inspiración literaria. Baste citar dos insignes ejemplos: El poema de Horacio que comienza con el verso “Beatus ille…” y la “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León. Ambos poetas eran hombres de ciudad y utilizaron el elogio de lo simple y natural como velada crítica a la política y el poder, en el caso del romano, o como ascesis místico en el humanista de la escuela salmantina. El caso de Andrés Ortiz Tafur (Linares,1972) es distinto. Su valiente retirada al relativo aislamiento de la Sierra de Segura parece un auténtico giro copernicano desde su pasado de urbanitas. La absoluta adhesión a los valores éticos y estéticos de una vida sencilla impregnan toda su obra, y es tan sincera e intensa que implica al lector, porque es bien sabido que el apostolado siempre sucede a la fe. Quizás sea excesiva esta comparación religiosa, pero en el sentido antes citado, algo de intención didáctica encuentro en esta colección de textos que hoy comento.
No hace mucho que leí la penúltima
obra del escritor linarense, El agua del buitre (2020), una interesante
recopilación de cuentos de estilo surrealista. Pensé que en Los últimos
deseos (2021) encontraría una nueva colección de este subgénero narrativo,
pero me equivoqué. Los comentaristas del escritor, tan empeñados como yo en la
clasificación literaria, los han denominado como microrrelatos, textos breves o
apuntes al natural, y alguien los
identificó como artículos de prensa. No soy lector habitual de periódicos, pero
eso deben de ser, porque su formato y extensión casi constantes se adaptan bien
a las dimensiones requeridas en una columna de opinión. En este caso los textos
están más próximos a la reflexión subjetiva e intimista propia del ensayo, que
a lo imaginativo siempre presente en el cuento. Las diferencias entre ambos
subgéneros no siempre son precisas, pero sí reseñables. En las antologías de
cuentos suele encontrase una idea
trascendente, una cierta unidad temática o personajes que se repiten, dando así
una sensación de obra completa. En cambio, en los artículos de prensa, por su
carácter periódico y su conexión a la actualidad, no es fácil encontrar esa
línea directriz temática o ideológica.
Es verdad que en esta colección de más
de 80 textos predominan los que invitan al goce de lo natural y a una vida
simple en el medio rural, alejada del ajetreo y apremios que nos procura la
sociedad capitalista en que vivimos. Todo ello lo siente nuestro autor, que
desde su atalaya serrana enfoca la realidad desde su personal óptica. Los
artículos suelen empezar con una anécdota, una pausada observación del entorno
o una estampa de la vida cotidiana que le inducen a la reflexión intimista,
unas veces de tipo estético o poético y otras próximas a lo metafísico. Unas
reflexiones a modo de adobes con los que construir y dar sentido a la propia
vida sobre unos cimientos muy próximos a la filosofía existencialista.
Pero la temática de los artículos es
muy variada. Porque el escritor no desconecta totalmente del entorno social del
que procede. Le unen al mismo sus raíces y la evocación de su pasado. Por eso
no se sustrae a juicios sobre cuestiones de candente actualidad, tales como la
pandemia y la corriente negacionista; el individualismo insolidario de nuestra
sociedad; la xenofobia o la violencia de género; la contaminación informativa;
la España vaciada; la generación perdida por la crisis económica, o la crítica
del radicalismo político desde el elogio de la tolerancia y solidaridad.
También encontramos reflexiones sobre la inactividad como componente creativo
del pensamiento; la reivindicación del amor que da sentido a toda una vida; el
tiempo perdido y la necesidad de recuperarlo; la evocación de nuestros
ancestros como parte necesaria de la rueda de la vida; el goce de los pequeños
momentos (carpe diem) y nuestra propia aceptación aún en el
fracaso. Todas las opiniones que integran estos artículos conforman una especie
de bloc de notas, pero también un diario íntimo y e introspectivo sobre la
propia vida. Por eso el autor los redacta en primera persona, aunque en alguna
ocasión parece prestar voz a un narrador ficticio.
Ortiz Tafúr nos introduce en sus
reflexiones mediante un lenguaje sencillo y no por ello renuncia a lo poético,
a la analogía y lo simbólico. Algunos artículos terminan en una frase
contundente a modo de moraleja. En otras ocasiones, sus referencias o alusiones
son tan personales que cuesta entenderlas. Los artículos no son uniformes en
cuanto a calidad o profundidad, pero eso es lo propio de una producción
discontinua en el tiempo, aunque considerados en su conjunto perfilan a un
escritor con estilo propio, de calidad reconocida por la crítica especializada.
El problema de los artículos de prensa
es que deberían ser leídos en el momento de su edición, asociados a un contexto
de actualidad o determinados estados de ánimo del autor. Reunidos en un solo
volumen, y dada la diversidad temática y brevedad de los mismos, pierden parte
de su frescura original y pueden causar cierto agobio y desorientación en el
lector ante la multiplicidad de ideas y opiniones. Para paliar esa sensación,
recomiendo una lectura discontinua de los textos, uno a uno, con la distancia
temporal que se estime necesaria.
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