domingo, 27 de febrero de 2022

EL ESCUDO DE JOTÁN. CUENTOS REUNIDOS. Rafael Sánchez Ferlosio


    Antes de comentar un libro suelo recoger en la red datos sobre la biografía del escritor y principales rasgos de su obra literaria. Esta somera información me permite buscar en la lectura las claves que me ayuden a comprender mejor y disfrutar de la obra en cuestión.  En el caso de nuestro autor, esa recopilación me ha resultado compleja por fragmentaria y algo contradictoria. Parece que los críticos no consiguen definirlo claramente en un determinado movimiento, o bien aprecian rasgos eclécticos en su producción literaria. Perteneciente a la generación de los 50, se le encuadra en el realismo social, pero también se aprecian en su narrativa aspectos propios del realismo mágico, de un contradictorio realismo romántico y hasta del objetivismo estético, un concepto metafísico que reconozco no entender con claridad.

    Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019) fue antes que nada ensayista y lingüista, pero alcanzó la fama con dos novelas; Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951) y sobre todo con El Jarama (1955), premio Nadal de ese mismo año. Luego abandonó la narrativa durante casi veinte años para reanudarla después , pero con atención preferente al ensayo.

    Los relatos breves del escritor son pocos. Un total de doce, publicados en prensa desde el inicio de su carrera, también como periodista. El escudo de Jotán. Cuentos reunidos (2015) es una antología de ocho de esos cuentos. Los editores pensaron que convenía prologarlos explicando no sólo fechas y revistas de publicación, sino también los diferentes estilos que se aprecian en los mismos. Eso da cumplida cuenta de la complejidad y las variadas lecturas e interpretaciones de estos relatos.

    Parece que el escritor no los valoraba en exceso. Los definía como “pecios” o fragmentos de otros proyectos literarios fracasados, como los restos de un naufragio. Los dos primeros pertenecen a los primeros años en su etapa realista. En Dientes, pólvora, febrero se narra la crueldad de la caza del lobo, considerado como alimaña en el deprimido ambiente rural de los 50. En Y el corazón caliente, un camionero rechaza tras un accidente la ayuda solidaria de viajeros y guardia civil por una supuesta expiación de culpas. Para mi gusto, el mejor es el que da título a la antología, El escudo de Jotán. Es un relato ambientado en la lejana China, en época y geografía imprecisas. Un cuento con formato de apólogo, parecido a la fábula pero cuyos protagonistas no son animales sino humanos, una estructura que se repite en otros de esta serie. Su final, de una ironía cruel, remite a una cierta moraleja imprecisa que el lector debe definir.

    Otro aspecto compartido por algunas de estas historias es que nos recuerdan a cuentos infantiles. Eso resulta explicito en El huésped de las nieves, un relato de aprendizaje que comienza con la tradicional frase: “Erase una vez…”. Pero son cuentos para ser entendidos por adultos, cuentos crueles como aquellos que titularon las antologías de autores franceses como Villiers de L’Isle Adam o Mirabeau, salvando naturalmente importantes diferencias.

    Los animales aparecen con frecuencia en los relatos. En tres de ellos el lobo, un animal cargado de simbolismo. Totémico y mítico para pueblos ancestrales como iberos y celtas, alimaña de pastores, objeto de terrores infantiles y leyendas de licántropos. En El huésped de las nieves aparece el ciervo como símbolo de renovación, entre otras muchas representaciones de este animal asociado a la luz espiritual en las leyendas, por citar sus apariciones como ciervo crucífero en las de San Eustaquio y San Huberto.

    Incluso los relatos más realistas tienen matices de fantasía y en muchos es evidente una cierta prosa poética, como en este párrafo alusivo al salmón: “Aquiles de los ríos, bruñido soberano de salobres mareas y linfas manantiales, plata viva en dos aguas pavonadas”. La naturaleza y las historias de caza también están presentes en los cuentos. En los mismos encontramos distintos narradores, desde el omnisciente en tercera persona hasta el testigo en primera. En el último, Carta de provincias, una madre se dirige a su hijo en segunda persona para contarle una historia.

    Para terminar, estos cuentos, infravalorados por su autor, me han revelado la dimensión literaria de Sánchez Ferlosio. Muy joven leí su novela Industrias y andanzas de Alfanhuí pero entonces solo pude captar la fuerte inspiración en la picaresca tradicional española. Ahora con estos relatos redescubro al escritor y algo que me gusta en la lectura, la estética formal, la incitación a la curiosidad  del lector y su implicación activa para desvelar o intuir los distintos matices o capas de una historia.

          

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