Entre todos aquellos escritores cuyo nombre ha sido asociado para siempre a un solo título, Bram Stoker (1847- 1912) es uno de los más destacados. Con su obra Drácula (1897), escrita en plena madurez literaria, fijo para siempre la figura del vampiro como uno de los paradigmas de la novela gótica. Pero la fama le llegó casi a título póstumo y no impidió que muriera en la pobreza, algo bastante frecuente en el siglo XIX y anteriores, cuando la difusión de una obra literaria no era tan rápida como en nuestros días.
Para un lector actual, el resplandor
de Drácula no deja ver el resto de la producción literaria del escritor
irlandés. Sin embargo, el relato corto es una parte muy importante de la misma.
Repasando su biografía, se dice que su afición por el cuento le llegó en la
infancia, porque hasta los siete años fue un niño enfermizo y su madre lo aficionó
a los relatos de misterio, muy frecuentes en el estilo gótico y romántico de
los primeros años del XIX. Alguna
influencia tuvo también su experiencia como crítico teatral primero y después
como secretario y director del Lyceum Theatre de Londres, asociado al actor
Henry Irving.
Por todo lo dicho, ha sido para mí un
descubrimiento esta edición de los Cuentos Completos de Stoker
que reúne un total de 61 relatos cortos. La mitad de ellos fueron publicados
agrupados en colecciones, dos en vida del autor y otra más de forma póstuma por
su viuda. Otros más fueron publicados en prensa y algunos quedaron dispersos e
inéditos. Los primeros cuentos góticos como La copa de cristal están datados 1872 y su producción ocupa todo el último tercio del XIX y llega hasta su muerte en 1912. Como detalle
de datación señalaré la mención a coches de caballo en la mayoría de los
relatos y la aparición del vehículo a motor y los neumáticos de caucho en sólo
unos pocos.
La temática de los mismos es muy
variada, el terror y misterio de unos, las aventuras, los mundos fantásticos en
otros, y por fin algunos de estilo realista, con fuerte componente
autorreferencial, que reúnen anécdotas y experiencias del escritor que no duda
en incluirse en algunos de ellos como personaje secundario o aludir
directamente a su gran amigo Henry Irving.
Como en otras ocasiones, tratándose de
cuentos no seré sistemático en la descripción de la diversidad argumental y
sólo citaré algunos rasgos que definen a los más significativos y lo que tienen
en común los que pertenecen a colecciones concretas.
Las ocho historias agrupadas en El
país bajo el ocaso tienen la estructura narrativa de auténticos cuentos
infantiles. Se desarrollan en un país de fantasía y en algunos se concluye en
una especie de moraleja. No obstante, es evidente en ellos la intención
simbólica y metafórica. Algunos se inspiran en mitos clásicos como el de Orfeo,
o bíblicos como David y Goliat. De otros se desprende una clara intención de
crítica social que alude veladamente a la miseria de los desfavorecidos en la
revolución industrial inglesa. Otros tienen un innegable tono poético o una
intensa inspiración en principios morales religiosos.
Los quince cuentos de la colección
titulada Atrapados en la nieve: crónica de una gira teatral recuerdan al
Decamerón en cuanto a su estructura narrativa. Se trata de una compañía
de teatro que queda atrapada por la nieve en un tren. Mientras liberan las
vías, entretienen el tiempo de espera contando cada uno de sus miembros
historias o anécdotas propias. Se suceden relatos de estilo realista pero no
exentos de humor e ironía. Timadores, actores petulantes, adulterios,
accidentes, y situaciones paradójicas o ridículas.
El invitado de Drácula y otros
relatos inquietantes recoge de nuevo el misterio y terror de la novela
gótica en algunas de las historias, siempre contraponiendo la superstición y
los fantasmas al carácter racionalista de algún protagonista. Las aventuras de
naufragios, tesoros y piratas también están presentes.
El resto de los relatos breves siguen
definidos por la variedad en cuanto a temas y estilo, desde las historias de amor
y sacrificio romántico (Cuando llueva oro del cielo), a las aventuras de
piratas y contrabandistas (La empalizada roja). En Rosas de Bengala,
los recuerdos infantiles de un adulto son claramente autobiográficos. En El
valle de las sombras aparecen los desvaríos oníricos de un moribundo. En Camino
a la paz, se describen unas condiciones para la felicidad conyugal muy
discutibles con criterios actuales.
En fin, la calidad de los relatos es
irregular, algunos magistrales, otros más deficientes. Todos están escritos con
ese estilo depurado, elegante y algo grandilocuente tan típico de muchos
escritores decimonónicos. En todo caso originales y no defraudarán al lector,
aunque no estén a altura de otros escritores como Edgar Allan Poe o Mauppasant,
por citar a los maestros del género.
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