martes, 27 de junio de 2023

TIERRA DE CAMPOS. David Trueba


 

David Trueba (1969) es sin duda un artista polifacético. Esa es la conclusión que sacamos cuando revisamos sus datos biográficos en la red. En su currículum se destacan, en aparente orden de prioridad, los siguientes datos: escritor, periodista, director de cine, guionista, actor y se puede añadir letrista musical. No sé si ese orden refleja las preferencias del propio autor, la actividad artística en la que se siente más realizado. En cualquier caso, el reconocimiento de crítica y público le ha llegado a menudo en sus trabajos como guionista y director de cine. Eso al menos es lo que refleja su palmarés de premios.

      Como escritor, aparte de sus colaboraciones en prensa, es autor de siete novelas que han pasado relativamente desapercibidas si las comparamos con el resto de su producción artística. Considerada ésta en su conjunto, podemos destacar un importante contenido autobiográfico que resulta evidente en Los peores años de nuestra vida, guion que después fue película dirigida por Emilio Martínez Lázaro.

    Tierra de Campos (2017) es también una novela claramente autorreferencial. Comienza con una rotunda frase muy del estilo de García Márquez: “Todos conocemos el final. Y el final no es feliz”. El final y el principio es esa Tierra de Campos, comarca de la meseta castellana que simboliza y da sentido a todas las contradicciones de una vida, desde el desapego y rechazo hasta la aceptación de nuestras raíces. Porque, como dice uno de los personajes: “sin tierra la planta no crece”.

    La historia la cuenta en primera persona Dani Mosca, músico guitarrista y cantante de sus propias canciones, que en su madurez inicia un viaje desde Madrid para cumplir con la última voluntad de su padre; enterrar sus restos en su pueblo natal. El viaje es como una odisea, una aventura de un humor ácido, triste y melancólico, pero también un retorno al hogar, el de los afectos y sentimientos perdidos a lo largo de toda una vida. Mientras viaja en un coche fúnebre con un conductor parlanchín rememora toda su vida. La infancia y la conflictiva relación con un padre conservador o la carencia sentimental de una madre prematuramente enferma de Alzheimer. La rebeldía frente a lo establecido y la búsqueda de una identidad propia. La ilusión del amor y su insistente búsqueda, que lo conduce inevitablemente al desamor. El inexorable paso del tiempo que atenúa la diferencia generacional y le aproxima a su origen. En fin, los recuerdos del protagonista se mezclan con sus propias reflexiones en torno a los temas importantes de la vida, la muerte, la amistad y la soledad. Esos pensamientos son la expresión de la evolución del protagonista, desde la ingenua ilusión juvenil, pasando por el egoísmo cínico de la madurez, hasta la aceptación final de la propia derrota. Esa evolución tiene algo de novela de aprendizaje en tanto que nos cuenta la transición desde la infancia a la vida adulta.

    La trama es también ocasión para ambientar la evolución de la música pop y rock en las últimas décadas. La movida madrileña, el movimiento contracultural que comenzó en la transición política y duró hasta los años 80. La música electrónica y las vanguardias de los 90. Y a partir del 2000 los cambios tecnológicos que hicieron pasar a la historia los soportes físicos como el CD y concentraron el negocio musical en las actuaciones en directo.

    En cuanto a estructura narrativa, además de los dos planos temporales que conforman el relato, destacaré la ausencia de capítulos. La continuidad no se rompe, aunque determinadas frases de apariencia lapidaria separan a menudo los dos planos o intentan resaltar determinados aspectos de la historia. El leguaje es sencillo y apela directamente a nuestros sentimientos y emociones.

    Como única opinión negativa, siempre subjetiva, quiero destacar la escasa tensión dramática de la trama argumental. Es cierto que, a mitad de la misma, y bajo el epígrafe: Todas las familias tienen un secreto, se pretende añadir una cierta intensidad, pero es sólo un espejismo. Por eso creo que se podía decir lo mismo ahorrando casi cien páginas. Se hubiera evitado así la incipiente sensación de cansancio en el lector. Esto último no anula mi valoración positiva. Se trata de una buena novela que recomiendo.

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