Los pseudónimos son una alternativa frecuente en literatura. En el siglo XIX, los masculinos sirvieron para encubrir a escritoras que serían marginadas en caso de utilizar el propio nombre. En nuestros días la tendencia se ha invertido y el alias de Carmen Mola ocultó durante un tiempo a tres escritores que aprovecharon el éxito de las escritoras y el predominio femenino entre el público lector. En el caso de Elena Ferrante (1943) me parece adivinar la intención de reforzar el éxito editorial tras el misterio de la identidad oculta mantenida con insistencia. Sea como fuere, conocemos su origen napolitano bastante explícito en todas sus novelas, que parecen tener un manifiesto componente autobiográfico.
La novela que hoy comento, propuesta
por mi club de lectura, es la segunda entrega de una saga de cuatro titulada Dos
amigas que relata la relación entre dos mujeres a lo largo de toda una
vida, desde los años cincuenta hasta la actualidad.
Un mal nombre (2012) es el ejemplo típico y aún
exagerado de novela coral. Con tal cantidad de personajes que la autora
se ve obligada a introducir al comienzo una especie de dramatis personae
teatral en el que se relaciona los nombre de todos ellos, de sus familias y de
sus relaciones de parentesco. Pero la historia principal es la amistad entre
dos adolescentes, Lila y Lenú. Una relación intensa pero conflictiva,
como son las relaciones humanas, no exenta de celos, rencores, complejos y
sumisión. Lila es bella, inteligente, caprichosa y vive el momento. Lenú es
constante, previsora y racional, se considera algo inferior a su amiga, pero
tiene claros sus objetivos vitales. La historia la cuenta ésta última, en
primera persona, pero en base a un diario de Lila que le fue entregado con la
prohibición de leerlo. El relato en su conjunto es muy femenino porque
profundiza en la psicología de las mujeres, en su emotividad e intereses, y en sus
deseos íntimos, confesados pero ocultos a la mirada masculina. Los hombres de
este relato son también importantes, pero aparecen perfilados en sus instintos
más básicos y ocupados en las relaciones de poder.
Lo más interesante en mi opinión es el
retrato de la sociedad napolitana de los años 60 del pasado siglo. Con dos
ambientes muy concretos: De un lado, las clases bajas de los barrios
periféricos del norte y el oeste de la ciudad, conservadoras e incultas, de un
machismo exacerbado y muy ligadas a la camorra mafiosa. Del otro, una clase
alta de ricos herederos o industriales, pretendidamente progresista, que
teoriza en política y ocupa cargos, pero se desentiende de lo social y se aísla
en su mundo de culta elegancia.
Bajo esta óptica la novela es también
feminista en cuanto resalta ese ambiente machista del pasado que ya es
contraproducente para nuestra mentalidad actual. Por cierto, no hace tantos
años que visité Nápoles y puedo asegurar que muchos elementos de ese retrato de
época aún perduran. El final de la trama argumental es previsible y deja intuir
que la protagonista y narradora es la
propia Elena Ferrante.
Lo más negativo de la novela, siempre
en mi opinión, es su excesiva duración. Son más de quinientas páginas en las
que aparecen algunas situaciones importantes en el desarrollo de la trama, pero
entreveradas con otras repetitivas hasta la saciedad, pequeñas traiciones, adulterios,
amancebamientos etc. Refuerzan el ambiente, pero son tantas que llegan a
cansar, hasta el punto que reconozco haber hecho una lectura diagonal en el
último tercio del libro.
En
resumen, me parece una buena novela por los valores antes señalados pero
confieso que no voy a leer las otras tres de la saga.
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