Ayer, en las postrimerías de este mes de mayo que amenaza con una precoz canícula, asistimos a una audición organizada por el Conservatorio Profesional de Música “Ramón Garay”, con el genérico título de “Concierto de Guitarras” y la colaboración de nuestro Museo Provincial. Disfrutamos del mismo en el marco incomparable - perdón por el tópico retórico – de una de las salas del museo, con aforo limitado pero con muy buena acústica propiciada por la abundancia de paneles y suelo de madera, rodeados además de retratos decimonónicos y pinturas costumbristas.
Imagino que el objetivo de este tipo de conciertos es mostrar los avances interpretativos de los alumnos más aventajados del Conservatorio, al tiempo que favorecer la superación del natural miedo escénico de los jóvenes músicos y recompensarlos con gratificantes aplausos. El programa estaba dividido en dos partes: La primera dedicada a los solistas de guitarra y la segunda a una agrupación de músicos del instrumento.
Entre los solos se interpretaron obras para guitarra clásica de Héitor Villa-Lobos o Joaquín Turina, entre otros. La guitarra flamenca estuvo representada con piezas de Paco de Lucía, tangos y otro palos de la especialidad. El folklore andaluz con los verdiales. Entiendo que la maestría en la ejecución de los solistas estuvo en proporción directa a los años de estudio, aunque hubo meritorias excepciones de precocidad.
En la segunda parte una agrupación de guitarristas, dirigida por una de las profesoras del Conservatorio, interpretó varios arreglos para guitarra de piezas clásicas muy conocidas. Quiero hacer aquí un inciso, como aficionado con buen oído pero ninguna educación musical, solicitando de antemano la disculpa de los técnicos por el atrevimiento. Entiendo que hacer arreglos de piezas, compuestas para orquesta o varios instrumentos a versiones para uno solo, debe de ser una tarea difícil. Yo la equiparo a los traductores de obras literarias a otros idiomas. Necesariamente se perderá parte de la polifonía. La precisión y experiencia del arreglista, como en el caso del traductor, condicionará en parte el resultado final. Esto es lo que me ha parecido, más como intuición que evidencia, en mi poca experiencia en la audición de estas versiones.
En nuestro concierto, se comenzó con el Canon de Pachebel, una pieza barroca del siglo XVII compuesta como una melodía que se repite y se superpone. Desde su origen ha sufrido innumerables versiones hasta la más popular en la actualidad. La obra presenta una dificultad técnica adicional, porque cuando unas guitarras terminan la primera frase y empiezan la segunda, otras guitarras se superponen repitiendo la primera.
Otra pieza interpretada fue el muy popular Allegro de la Serenata nº 13 en sol mayor para cuerdas de W.A. Mozart, también conocida como Pequeña Serenata Nocturna. Después pasaron a la Pavana para una infanta difunta, una obra de Maurice Ravel originalmente compuesta para piano. Finalmente terminaron con un espiritual negro, himnos compuestos por los esclavos norteamericanos para coros religiosos. Se interpretó uno de los más famosos, titulado Yoshua fit the Battle of Jerico.
Como siempre repito en estas audiciones musicales, puro deleite para los aficionados y en este caso banco de prueba para los músicos.
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