Incluida en el programa de conciertos y recitales de Festival de Otoño, hemos recibido en Jaén a la Orquesta Filarmónica de Málaga, una agrupación musical con más de treinta años de trayectoria y un elenco de músicos de reconocida experiencia. Además del repertorio de temporada, que desarrolla en el malagueño teatro Cervantes, la orquesta se aparta ocasionalmente de la música conocida y plenamente aceptada para presentar al público novedades más arriesgadas. El programa que nos han ofrecido, en esta ocasión, parece responder a esa intención divulgativa no exenta de retos técnicos. Una obra de Aleksandr Glazunov (1865-1936) y quizás la sinfonía más conocida de Johannes Brahms (1833-1897).
Respondiendo a mi afán por clasificar, he intentado encontrar un nexo de unión entre ambos compositores. El resultado es que los dos pertenecen al postromanticismo o romanticismo tardío, que se extendió hasta principios del siglo XX. Las características de ese movimiento responden a ideales nacionalistas, música popular y otros muchos. En cuanto a sus aspectos técnicos, son poco claros para un simple aficionado como yo, pero en opinión de los expertos son también imprecisos, y van desde un conservador retorno al clasicismo hasta cierta exaltación cromática por influjo de los modernos estilos (impresionismo, etc).
Entrado de lleno en el programa de nuestra audición, en la primera parte se interpretó el Concierto para violín y orquesta en La menor, Op. 82 (1903) de Glazunov. Del compositor ruso se dice que perteneció al Grupo de los Cinco (Baláquirev, Músorgki, Rimski-Kórsakov, Borodín) empeñados en recuperar las raíces musicales rusas. Pero si hemos de juzgar por esta composición tendremos que calibrar la influencia estilística occidental presente en sus últimas obras. A mí me recordó vivamente el Concierto para violín y orquesta en mi menor, Op.64 de Felix Mendelssohn, pero más breve y menos favorable para el virtuosismo del solista. No hay que olvidar la faceta de Glazunov como profesor de música para valorar una posible intención didáctica de la obra. Añadiré que el concierto tiene los tres habituales movimientos, que en éste se interpretan sin solución de continuidad
En todo caso, la sorpresa la tuvimos con la solista, Inés Maro Burgos Babakhanian, cuyo segundo apellido y algunos rasgos físicos sugieren origen armenio, nada extraño si se consideran las estupendas dotes musicales de este pueblo, con algunos violinistas de renombre (Malikian y otros). Con tan solo 15 años ha recibido ya varios premios importantes y puedo asegurar que su ejecución en los solos dejo al público impresionado. El reconocimiento y los aplausos fueron tales que nos premió con un bis y nos dejó con ganas de más.
En la segunda parte se interpretó la Cuarta
Sinfonía en Mi menor, Op.98 (1885) de Brahms. El compositor alemán está
considerado como un romántico muy inspirado por Beethoven, hasta el punto que a
su Primera Sinfonía se le calificó como la Décima de aquel. Pero también fue el
más clásico de los postrománticos, con un retorno a técnicas de Bach y Mozart
entre otros. Por esta mezcla de estilos y regreso al conservadurismo musical se
ha considerado su obra, de forma paradójica, como muy innovadora, aunque otros
piensan que demasiado fría y académica.
A su Cuarta Sinfonía se la llama
también “Nostálgica” por el tono oscuro y melancólico de muchos de sus
temas. El primer movimiento, Allegro non tropo, se inicia con una
melodía, algo reconocible, en notas descendentes que imprime ese tono triste
que impregna muchos otros pasajes. Se anima algo cuando va in crecendo,
y por un breve tema a modo de fanfarria en el que los instrumentos de viento
madera y las trompas interrumpen en predominio de la cuerda. El segundo
movimiento, Andante moderato, con su tempo lento mantiene el mismo tono
nostálgico y por momentos la melodía interpretada por clarinetes y fagotes se
acompaña del pizzicato de las cuerdas.
El tercer movimiento, Allegro giocoso, es el único alegre y muy
popular, hasta el punto de ser frecuentemente repetido en los bises. Se trata
de una especie de danza que denota un ambiente festivo. A mí particularmente me
recuerda mucho a Beethoven. Por fin, el cuarto movimiento, Allegro energico
e passionato, que por un intenso y alegre pasacalle a un ritmo vivo
recuerda nuevamente al compositor de Bonn, mientras la técnica del contrapunto
que enfrenta a los violines con violonchelos y contrabajos es un claro homenaje
a Bach.
Para
terminar dos cosas. La primera es la interpretación instrumental, esperable en
calidad dada la experiencia de esta agrupación malagueña, pero destacable por esa
complejidad técnica que solo puedo intuir antes que valorar. La segunda es
señalar que nuestro Teatro Infanta Leonor solo llenó la mitad del aforo. A esta
tímida afluencia de público respondió la directora de orquesta, María del
Mar Muñoz, con frialdad profesional: En los aplausos finales, respondió
con tres protocolarias salidas a escena para saludar, sin conceder el habitual
bis que suele provocar la agradecida respuesta del público asistente.
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