domingo, 27 de noviembre de 2011

MÚSICA POLICORAL DE JUAN MANUEL DE LA PUENTE


Acabamos de asistir y disfrutar de un concierto coral  incluido en la programación  del  XV Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza que este año ha  superado el marco de sus sedes habituales para distribuir las actuaciones por distintas localidades de la provincia, incluida ésta en la capital. El concierto que nos ocupa puede considerarse original y único en muchos aspectos. En primer lugar las obras interpretadas son inéditas y resultado de lo que podemos llamar “arqueología musical” concretada en el Proyecto Atalaya, promocionado por las universidades andaluzas, cuya finalidad es investigar y rescatar del olvido parte del patrimonio musical andaluz oculto en distintos archivos históricos. Uno de los frutos de este proyecto cultural ha sido el rescate de la obra musical de un autor hasta ahora desconocido, Juan Manuel de la Puente, compuesta en la primera mitad del siglo XVIII.  Es además la primera vez que parte de la obra de este autor se interpreta en el mismo espacio para el que fue concebida hace ya 300 años, el Coro de la Catedral de Jaén y sus aledaños; y esto tiene especial importancia si se considera que su música tiene una especial dimensión espacial y arquitectónica ligada a la sonoridad natural de las catedrales.
          Juan Manuel García de la Puente (1692-1753) era natural de Guadalajara,  se  formó como clérigo y músico en la Catedral de Toledo y en 1711, a la temprana edad de 19 años, fue elegido  maestro de capilla  de la nuestra, cargo que desempeñó  hasta su muerte.  Durante  más de 40 años fue maestro de músicos y  compuso en torno a  un millar de obras que reunió en varios volúmenes; parte de la misma es la que ha sido encontrada e investigada en los archivos diocesanos. La sede episcopal de Jaén seguía siendo rica  a principios del siglo XVIII, pero la ciudad  había perdido ya importancia estratégica desde la caída del reino de Granada y a partir del siglo XVII inició un lento declinar económico  que la  alejó también de los grandes centros artísticos y de poder. Quizás por este motivo la fama de nuestro músico no traspaso la barrera local a pesar de que su obra presenta ciertos rasgos originales. En la misma destaca la abundancia de composiciones policorales en las que se contraponen distintos coros o grupos de voces, apoyadas por instrumentos, que se alternan y responden  hasta reunirse en grandes bloques sonoros totales. Esta alternancia se reforzaba al combinar solos o arias con estribillos del coro. La policoralidad se enfatizaba con distintos efectos sonoros de  retardo y eco; en ocasiones se separaban los coros  ubicándolos en distintas alturas y lugares, con sus instrumentos, aumentando así el efecto espacial en el diálogo entre los mismos y contribuyendo en suma a una especie de sonido  estereofónico  que resaltaba el dramatismo  de la música y su capacidad para despertar emociones. No debe olvidarse que en general son composiciones de música sacra y su interpretación en el marco de la catedral evocaba en los fieles  el poder y la suntuosidad de la Iglesia  al tiempo que les reforzaba en su fe y los motivaba a la contemplación religiosa. Todos estos aspectos mencionados, sin ser exclusivos de nuestro autor, si contribuyen en conjunto a singularizar su obra y dotarla de una cierta originalidad.
           El programa monográfico sobre  Juan Manuel de la Puente estaba integrado por  un miserere y cuatro villancicos, entendiendo estos últimos no en su acepción actual de canción navideña, sino como composiciones musicales típicas españolas y portuguesas, con letras basadas en la tradición popular, que tuvieron su máximo auge en el  renacimiento, se extendieron a Latinoamérica, y que a partir del siglo XVIII fueron gradualmente sustituidas por la cantata barroca. Podían ser de tema profano o religioso y estaban compuestos  por  coplas y estribillos que se iban alternando, las primeras cantadas por solistas y los segundos por el coro.  El canto se apoyaba con instrumentos generalmente en tono grave. Como música sacra podían estar dedicados a la natividad pero también a otros temas religiosos, en concreto estos cuatro incluidos en el programa exaltan el dogma de la Inmaculada Concepción, el Santísimo Sacramento, o la Asunción de la Virgen, advocación de la Catedral jiennense.  Como dato curioso debemos destacar en estas piezas la profusa utilización del  bajón, un instrumento de viento-madera que data de la etapa renacentista, muy utilizado en la música eclesiástica, que con su tesitura grave reforzaba los bajos del canto polifónico, y que a partir del barroco fue sustituido progresivamente por el fagot. De los cuatro villancicos interpretados el mejor y más espectacular fue el primero, titulado “Oid, infelices  moradores”. El recital terminó con la interpretación del  “Miserere  mei, Deus”, un salmo que se interpretaba en Semana Santa. Si los villancicos pueden considerarse como una transición entre formas musicales renacentistas y barrocas, este Miserere representa el triunfo del barroquismo musical. De la Puente lo compuso para  siete coros situados en distintos puntos del presbiterio, crucero y coro.  El salmo está integrado por veinte versos que alternan y contrastan, los impares  cantados por  los coros con gran acompañamiento musical y los pares  cantados por  un solista en un estilo que recuerda al canto gregoriano. A su vez las partes corales son interpretadas alternativamente por los solistas y  por toda la masa coral. Todos estos recursos reforzados por efectos de ecos y temblados aportan a la obra un dramatismo y teatralidad muy típicos del barroco.
          En resumen un recital que me ha sorprendido por  su carácter inédito y por la originalidad de los recursos musicales y corales  que también se pueden encontrar en músicos no consagrados con los laureles de la fama.

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