Dentro de una larga gira por España, la Filarmónica de Cámara de Colonia ha
ofrecido recientemente un concierto en nuestra ciudad. Se trata de una pequeña orquesta de
cuerda de tan sólo ocho músicos, con un oboe como único instrumento de viento
y tres solistas de gran calidad, un primer violín, un violoncelo y algo menos el mencionado oboe.
Con una orquesta tan reducida el
programa suele estar diseñado para el
lucimiento de los solistas y nada mejor
para alcanzar este objetivo que escoger piezas musicales escritas para
uno o dos instrumentos con acompañamiento de orquesta. El concierto, y en
particular el concierto barroco, es
la pieza que mejor se adapta a esa finalidad.
Otra condición que parece
necesaria para realizar con éxito una gira internacional es programar
obras muy populares que puedan ser reconocidas por un público amplio con
distintos grados de formación musical. Si se incluye además la obra de un músico
de la nación que se visita, el triunfo puede asegurarse.
En
este caso se dieron como es lógico todos los presupuestos anteriores. La base del programa estaba formada por los
conciertos para violín y orquesta de Vivaldi
que componen la obra conocida como “Las
cuatro estaciones” y otro concierto de Bach
para violín y oboe, composiciones todas ellas muy conocidas. Se completó con un
Divertimento de Mozart y un Nocturno de Tschaikovsky, para violoncelo y orquesta, menos conocido.
No se interpretó una obra de Albéniz
que figuraba en el cartel anunciador, pero en el bis final se dio el toque español
incluyendo una pieza de Pablo de
Sarasate.
La
interpretación en conjunto resultó excelente. Sólo destacaré algo que en mi
opinión resultó negativo, y es el tempo demasiado lento con que fueron
ejecutados los conciertos de Vivaldi. No me refiero a los movimientos centrales
de los mismos, los “largo” y los “adagio” que requieren una
velocidad de interpretación lenta, sino a los movimientos más rápidos como los “allegro”.
Esa lentitud afectaba en general al
acompañamiento orquestal pero no a los solos del violín. Era como si se pretendiera resaltar el virtuosismo del
instrumento solista reduciendo la brillantez del conjunto. Pero no debemos
olvidar que muchos de los movimientos de “Las cuatro estaciones“
pretenden evocar escenas relacionadas con el devenir de las estaciones del año,
tales como fiestas populares de carácter agrícola (vendimia, siega del trigo),
o manifestar la alegría por una
naturaleza floreciente y llena de vida.
Estas escenas requieren del “allegro” interpretado con la
necesaria velocidad rápida que les aporte esa brillantez y vivacidad que se
pretende transmitir. Mientras se
desarrollaba la ejecución de estos conciertos no pude evitar compararla con la
interpretación de los mismos por otra
orquesta de cámara de gran tradición, la italiana I Musici. En dos ocasiones, hace ya
muchos años, pude disfrutar de su audición y puedo asegurar que la diferencia entre esta de ahora y
aquellas va de lo bueno a lo excelente.
Quiero destacar por último las
magníficas interpretaciones solistas del
violinista y el violoncelo que se lucieron especialmente en los bises finales.
El primero con una composición de Sarasate, “Aires gitanos”, y el segundo con
unas “Variaciones” de Paganini.
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