viernes, 21 de octubre de 2011

FILARMÓNICA DE CÁMARA DE COLONIA


Dentro de una larga gira por España, la Filarmónica de Cámara de Colonia ha ofrecido recientemente un concierto en nuestra ciudad. Se trata de  una pequeña orquesta  de  cuerda de tan sólo ocho músicos, con un oboe como único instrumento de viento y tres solistas de gran calidad, un primer violín, un violoncelo y  algo menos el mencionado oboe.
Con una orquesta tan reducida el programa  suele estar diseñado para el lucimiento de los solistas y nada mejor  para alcanzar este objetivo que escoger piezas musicales escritas para uno o dos instrumentos con acompañamiento de orquesta. El concierto, y en particular el concierto barroco, es la pieza que mejor se adapta a esa finalidad.  Otra condición que  parece necesaria para realizar con éxito una gira internacional es  programar  obras muy populares que puedan ser reconocidas por un público amplio con distintos grados de formación musical. Si se incluye además la obra de un músico de la nación que se visita, el triunfo puede asegurarse.
          En este caso se dieron como es lógico todos los presupuestos anteriores.  La base del programa estaba formada por los conciertos para violín y orquesta de Vivaldi que componen la obra conocida como “Las cuatro estaciones” y otro concierto de Bach para violín y oboe, composiciones todas ellas muy conocidas. Se completó con un Divertimento de Mozart y  un Nocturno de Tschaikovsky, para violoncelo y orquesta, menos conocido.
No se interpretó una obra de Albéniz que figuraba en el cartel anunciador, pero en el bis final se  dio el toque español incluyendo  una pieza de Pablo de Sarasate. 
          La interpretación en conjunto resultó excelente. Sólo destacaré algo que en mi opinión resultó negativo, y es el tempo demasiado lento con que fueron ejecutados los conciertos de Vivaldi. No me refiero a los movimientos centrales de los mismos, los “largo” y los “adagio” que requieren una velocidad de interpretación lenta, sino a los movimientos más rápidos como los “allegro”. Esa lentitud afectaba  en general al acompañamiento orquestal pero no a los solos del violín. Era como si  se pretendiera resaltar el virtuosismo del instrumento solista reduciendo la brillantez del conjunto. Pero no debemos olvidar que muchos de los movimientos de “Las cuatro estaciones“ pretenden evocar escenas relacionadas con el devenir de las estaciones del año, tales como fiestas populares de carácter agrícola (vendimia, siega del trigo), o manifestar la alegría  por una naturaleza floreciente y llena de vida.  Estas escenas requieren  del  “allegro” interpretado con la necesaria velocidad rápida que les aporte esa brillantez y vivacidad que se pretende transmitir.  Mientras se desarrollaba la ejecución de estos conciertos no pude evitar compararla con la interpretación de los mismos por  otra orquesta de cámara de gran tradición, la italiana  I Musici. En dos ocasiones, hace ya muchos años, pude disfrutar de su audición y puedo asegurar  que la diferencia entre esta de ahora y aquellas va de lo bueno a lo excelente.
Quiero destacar por último las magníficas interpretaciones solistas  del violinista y el violoncelo que se lucieron especialmente en los bises finales. El primero con una composición de Sarasate, “Aires gitanos”, y el segundo con unas “Variaciones” de Paganini.
         
               

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