He leído por segunda vez Crónica de una muerte anunciada (1981) algo poco habitual entre mis costumbres lectoras. La primera fue hace más de treinta años, en los siguientes a su publicación,
y debo admitir que en aquella ocasión, aun reconociendo la originalidad de esta
novela corta, no sintonicé demasiado con el peculiar estilo literario de su
autor. Años más tarde inicié la lectura de El general en su laberinto,
una novela histórica que abandoné desalentado por razones que ahora no es el
caso aclarar. Esa relativa desafección hacia la obra de Gabriel García Márquez
explica porqué aún no he leído su
novela más famosa y representativa Cien años de soledad, lo que
puede parecer imperdonable pero en cierta forma justificable por mi inexperiencia de entonces. Ahora
mi ingreso en un club de lectura ha propiciado esta segunda oportunidad, más
analítica y profunda que la anterior,
pero sobre todo bajo la perspectiva que me ofrece una mayor experiencia
lectora, uno de los aspectos positivos de esos años que, como se suele decir,
no pasan en balde. Este nuevo encuentro con la novela ha sido gratificante porque he descubierto en ella aspectos y
matices que antes había ignorado, me he reconciliado
en cierta medida con el escritor colombiano y eso me animará a leer al menos lo
más representativo de su producción literaria.
Del libro se pueden decir muchas cosas.
Está a medio camino entre novela y crónica porque la trama argumental está basada en un hecho real
aunque modificado por la fértil imaginación narrativa del autor. La
investigación del suceso se presenta, ya
desde el mismo título, como una crónica que es también un homenaje al
periodismo, otra de las ocupaciones del escritor. Y para reforzar esa sensación
de realismo narrativo y verosimilitud el narrador es del tipo llamado narrador testigo,
es decir, cuenta los hechos y es
personaje de la novela al mismo tiempo
pero no es protagonista de los mismos
sino solo un testigo que se limita a describir lo que ve y lo que le
cuentan. Abundando en lo mismo, el narrador es además el propio escritor, algo
que no se admite de forma explícita pero queda implícito en el texto cuando de
forma colateral cita a su madre, a sus hermanos, y hasta su futura esposa,
Mercedes Barcha, que también son personajes menores de la historia. El cronista utiliza la primera persona sólo
para referirse a sí mismo o a su familia y una voz más objetiva en tercera
persona para relatar los pormenores del suceso. A partir de un hecho, anunciado
y constatado desde el principio, la muerte de Santiago Nasar a manos de los hermanos Vicario,
García Márquez construye todo un espléndido mosaico narrativo basado en la multiplicidad de personajes, casi todo el
pueblo, que han sido testigos del asesinato o conocen la vida de los protagonistas principales y
con sus testimonios y comentarios al narrador
reconstruyen progresivamente unos hechos observados desde un punto de
vista múltiple y en ocasiones contradictorio, de una veracidad que por eso
mismo no es absoluta sino relativa. La historia del crimen y la indagación
sobre el mismo es también una aproximación al subgénero de la novela negra y aunque
aquí no se busque el suspense y
conozcamos de antemano el crimen y el
criminal, no por ello pierde el relato
atractivo sino que atrapa al lector hasta el final y eso gracias a la genialidad del escritor
que con un lenguaje casi siempre coloquial, directo y
conciso, consigue desplegar ante
nosotros todo un universo narrativo que va más allá de los hechos y nos muestra un perfecto retrato social, enmarcado
por precisas coordenadas históricas, temporales, ambientales, y geográficas; el
de la sociedad colombiano-caribeña de los
años 50, con sus leyes de honor,
religiosidad, fatalismo, machismo y violencia. Y todo impregnado de realismo mágico, esa estética literaria que introduce en la realidad, en la
normalidad cotidiana, lo extraño y sobrenatural contado como lo más normal y
natural.
En cuanto al desarrollo argumental hay que decir que aunque
el relato carece de divisiones en capítulos o partes, se pueden
distinguir claramente dos bloques narrativos. El primero comienza con el anuncio del asesinato
y termina en la frase ¡¡mataron a Santiago Nasar¡¡, de trágica resonancia
operística, y constituye una indagación testimonial sobre las motivaciones del crimen y
los aspectos psicológicos o biográficos
de los protagonistas que nos ayudan si no a comprenderlo al menos a explicarlo. El segundo bloque comienza con la necropsia
del cadáver y termina en la consumación del crimen relatandose los hechos como
una sucesión de fatales casualidades. Es fácil comprobar que en ambos bloques el tiempo narrativo no
es lineal sino circular y pienso que se trata aquí de una velada
alusión a la rueda de la fortuna, una representación simbólica de la inestabilidad de la vida humana sometida
a las variaciones del azar. Porque el tema principal que subyace en el relato es la oposición
dialéctica entre azar y destino. En este caso el azar o la casualidad entendida como instrumento del destino y éste como manifestación fatalista, bien sea de la voluntad de los
dioses sobre los hombres, al modo de la tragedia griega, o en todo caso de
alguna forma de predestinación
sobrenatural.
No seguiré comentando la riqueza argumental, estilística, o estructural de la
novela para no alargar este comentario. Si terminaré diciendo que es difícil
encontrar relatos que en tan pocas páginas y con tan pocas palabras logren desarrollar una historia
simple en apariencia pero con tal variedad de matices narrativos. Algo
que solo pueden conseguir los escritores de la talla de Gabriel García Márquez.
No podía dejar de hacer un comentario a tu entrada porque, por una vez, has tratado a un autor del que he leído bastante. Que yo recuerde: Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá grande, La hojarasca, el coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, Cien años de soledad, Ojos de perro azul, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, Del amor y otros demonios, Noticia de un secuestro y Vivir para contarla.
ResponderEliminarSiendo una niña me leí “Cien años de soledad” porque teníamos en mi casa un ejemplar adquirido a través del Círculo de lectores. Como podrás suponer, la experiencia no fue muy positiva.
Por suerte, mi acercamiento a García Márquez se produjo a través de una asignatura optativa que elegí cuando estudiaba: Novela Hispanoamericana.
Lo cierto es que quedé fascinada por el realismo mágico o fantástico de García Márquez pero también por el de Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Vargas Llosa.
Sin embargo, el estilo literario que más me gusta de García Márquez no es el de su primera etapa sino el que, a mi entender, desarrolla a partir de su gran novela “El amor en los tiempos del cólera”.
Un saludo
Vaya, según parece eres una experta lectora de García Márquez y en general de los escritores hispanoamericanos. Sin duda esa asignatura te sirvió para profundizar y comprender la estética del realismo mágico. Yo reconozco que esa falta de sintonía con el escritor colombiano, el representante más auténtico de ese estilo, se debe a mi formación (o deformación) excesivamente racionalista. Pienso que nuestra cultura europea hace siglos que distinguió de forma nítida entre realidad y fantasía, reduciendo esta última al terreno de la mitología, los cuentos populares, y en todo caso como representación simbólica de lo real. Una cultura excesivamente analítica nos impide ver a menudo los aspectos extraordinarios o mágicos que pueden estar inmersos en la realidad. En cambio los suramericanos con ese mestizaje entre el elemento europeo y las cultura indígenas pueden identificarse más con esa otra mezcla que es el realismo mágico. Tenemos la misma lengua pero la sensibilidad y el pensamiento son desde luego algo diferentes a uno y otro lado del Atlántico. Hace años leí "Leyendas de Guatemala" de Miguel Ángel Asturias y me dí cuenta de mi ignorancia sobre la mitología maya sino también sobre las costumbres populares y la mentalidad de los centroamericanos.
ResponderEliminarEn fin, espero que este nuevo encuentro con García Márquez me sirva para mirar a los escritores hispanoamericanos con otros ojos. De entre los que has citado le leído bastante de Alejo Carpentier y Vargas LLosa, quizás porque me parecen los de mentalidad más europea de entre ellos, sobre todo Vargas LLosa en su última época.
Saludos