La novela gráfica objeto de este comentario ha sido
considerada como la más importante, o de mayor calidad, entre las del guionista
británico Alan Moore (1953),
reconocido como el gran innovador de este género híbrido
de literatura y cómic que se afianzó como tal en la década de los 80 del
pasado siglo. Y, aún contando con el favor de la crítica, no parece haber
alcanzado la popularidad de otros de sus títulos como V de vendetta
( 1982-87) o Watchmen (1986-87), a pesar de haber sido llevada al cine como éstos, en una
adaptación que, según dicen, guarda escasa fidelidad al original. Debo admitir
que tras haber leído la novela comparto la opinión favorable a la misma pero
creo comprender los motivos de esa menor aceptación.
From hell (Desde el infierno)
fue realizada y publicada a lo largo de una década (1989-1999), primero en
forma de serie integrada por diez capítulos sucesivos y finalmente recopilada en uno sólo
volumen. Aunque tiene elementos propios del ensayo, es una obra de ficción que indaga sobre los crímenes de Whitechappel
y especula sobre la identidad del misterioso asesino, aún no identificado,
conocido como Jack el Destripador, una figura mítica en la historia de
la criminología. El interés y morbo suscitado por dichos asesinatos, en el que
fue el distrito más empobrecido del East End del Londres victoriano, ha
generado abundante literatura y todo tipo de teorías, hasta las más
disparatadas, y aún sigue provocando la curiosidad del público. En el
epílogo de la novela, el propio guionista ilustra la complejidad que las
sucesivas investigaciones y especulaciones han aportado al caso mediante el ejemplo
geométrico del llamado copo de nieve de Koch; un triángulo equilátero,
inscrito en un círculo, a cuyos lados se van añadiendo otros triángulos hasta
que la figura se hace más y más compleja y se convierte en un copo de nieve
pero nunca rebasa el círculo. Este último representa los hechos concretos de
sobra conocidos, el asesinato de cuatro prostitutas, con ensañamiento que
sugiere macabros rituales, en Whitechappel
durante el otoño de 1888. Esos fueron
los hechos reales que nunca pudieron ser aclarados en su motivación ni en su
autoría.
En From
hell, Alan Moore dirige sus sospechas hacia personajes concretos y
se inspira en la obra de Stephen Knight, Jack the Ripper: The
Final Solution, pero admite desde el principio la poca credibilidad que
le merece, y también reconoce que su intención no fue tanto resolver el enigma
de ¿quién lo hizo? sino intentar aclarar ¿qué ocurrió?, es decir, realizar una
especie de disección o examen del suceso que pretende evocar la impresión de vivisección anatómica que sugerían los cadáveres de las víctimas. Para conseguir
su objetivo, el autor se documentó de forma exhaustiva y esto generó casi
cincuenta páginas de notas que intentan aclarar el texto, separando de forma
meridiana la ficción de la realidad y
valorando la fiabilidad de las fuentes. Esta prolija anotación es pertinente y
necesaria pero al coste de añadir una complejidad tal que exige mucho del
lector y lo selecciona, excluyendo a los meros aficionados al cómic tradicional de más amplia difusión. La novela
en sí misma es compleja por los continuos saltos temporales y las
percepciones oníricas de algunos protagonistas, pero el resultado final es
magnífico. Moore despliega ante nosotros toda una panoplia de presuntos
implicados tales como el príncipe Eddy, nieto de la reina Victoria, su
amigo el pintor Walter Sickert, el médico real Sir William
Withey Gull, el inspector Frederick Abberline. Todos estos
personajes históricos se vieron envueltos en una complicada trama que puso de
manifiesto aspectos tan atractivamente morbosos como prostitución, prácticas homosexuales,
chantajes, razones de estado, conjuras masónicas, sectas y rituales ocultistas,
videntes, etc. Todos ellos hábilmente interrelacionados, nos muestran el vivo
retrato de un época, el final de la era victoriana, de transición entre dos
siglos. En tanto se desarrolla la historia percibimos claramente los cambios de
todo tipo que se avecinan, sociales, políticos, e ideológicos. Una impresión
que se refuerza cuando intuimos el comienzo de los avances tecnológicos y
científicos que anunciarán el nuevo siglo. El autor pretende sin duda
evidenciar ese ambiente de transición cuando se aventura a decir que los
crímenes de Jack el Destripador señalaron el comienzo efectivo del siglo
XX.
Se ha
dicho también, y estoy de acuerdo, que
la novela trasciende el mero relato de los hechos y resulta ser además una profunda crítica de la
sociedad victoriana, de su injusticia y de sus profundas desigualdades sociales.
En el retrato de los ambientes de miseria, delincuencia, y prostitución de los
barrios bajos londinenses no se evitan ni las escenas más truculentas de
violencia ni las más escabrosas y explícitas de sexo callejero. Este objetivo
crítico se refuerza con los dibujos de Eddie
Campbell, en blanco y negro, cuando utiliza imágenes con suaves tonos
graduales de grises, que recuerdan la técnica de la acuarela, para describir la
apacible vida de la sociedad burguesa londinense, en contraste con los dibujos
a plumilla con tinta de hollín, a base de rayados y oscuridades, con los que
describe los ambientes miserables del East End.
La
ilustración de la novela presenta además algunas contradicciones notables. De una
parte, los rostros dibujados con rasgos toscos e imprecisos, junto a la
multiplicidad de personajes, puede ocasionalmente dificultar el reconocimiento de los
mismos. En el resto, es decir, en cuanto a la ambientación, muestra una minuciosa
precisión que llega a la miniatura. En
ocasiones un pequeño calendario al fondo, un periódico, un libro abierto con
letras diminutas, el letrero de un comercio o un bar, son detalles fundamentales para
encuadrar la acción en sus correctas coordenadas temporales y espaciales. Otras
veces, un objeto situado en primer plano, aparentemente fuera de contexto,
aporta una información importante, directa o simbólica. En particular me ha
resultado curiosa la utilización de bocadillos con letra muy pequeña que
aumenta de tamaño en sucesivas viñetas para reforzar la sensación de movimiento
de dos personajes que se acercan al primer plano
dialogando desde la lejanía.
Para
terminar quiero insistir, se trata de una gran novela, rica en matices pero que
demanda por su complejidad un esfuerzo del lector.
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