Plutarco (50-120)
fue uno de los últimos representantes del helenismo, aquella corriente
cultural que, tras la muerte de Alejandro Magno, expandió la cultura
griega hasta Egipto y Oriente Medio al tiempo que actuó como argamasa y nexo de
unión con el mundo latino, conformando así la cultura clásica que es la base de
nuestra civilización occidental.
Vivió entre
los siglos I y II de nuestra era, principalmente durante el reinado de Trajano,
la época de mayor expansión del Imperio romano. Hombre de gran cultura y muy cosmopolita,
viajó por todo el mundo mediterráneo, ejerció el cargo de sacerdote en el oráculo de Delfos, tuvo
amistad con algunos senadores muy influyentes y desempeñó varias
magistraturas en su ciudad natal de Queronea. Al margen de la actividad
política se dedicó a la filosofía, fundó una escuela de retórica y dejó plasmado
su pensamiento en multitud de escritos. La posteridad lo valoró más en su
faceta de historiador gracias a su obra más conocida, Las Vidas paralelas, un conjunto de biografías de personajes célebres, griegos y romanos,
emparejados por similitudes en su dedicación, sus hechos o virtudes. De ellas
se han conservado un total de cuarenta y ocho biografías, veintidós pares y
cuatro desparejadas. Más que el rigor histórico destaca en ellas la amenidad,
las anécdotas y la intención moralizante, al resaltar las virtudes y vicios de
los grandes hombres a fin de servir como ejemplo. No obstante algunas
biografías son consideradas como única fuente histórica y son citadas de
continuo, aunque con recelo, en los modernos estudios sobre la antigüedad
grecolatina. Esta obra tuvo una gran influencia en los escritores del
Renacimiento. Shakespeare utilizó las Vidas paralelas como fuente
para algunas de sus tragedias y, a través de las mismas, ciertas frases atribuidas a personajes históricos se han hecho célebres; pura literatura
convertida en historia.
En Plutarco
lo más destacable, y menos conocido por el público lector, es su faceta
como filósofo moralista y educador.
Durante toda su vida escribió y publicó multitud de trabajos sobre ética,
filosofía, política, ciencia, pedagogía e historia. Según se dice, muchos de
ellos fueron recogidos por su hermano Lamprias, en un catálogo que lleva
su nombre, y algunos se han perdido. En el siglo XIII un monje bizantino
recopiló buena parte de esos trabajos y les añadió otros que actualmente se
consideran apócrifos. El conjunto de estos últimos forman un corpus que
actualmente se conoce con el título de Moralia,
traducido como Obras morales
y de costumbres.
El volumen
que hoy comento forma parte de una colección, editada por Planeta-De
Agostini por concesión de Editorial
Gredos, expertos en autores clásicos grecolatinos. Es una antología que
recoge bajo el mismo título solo ocho trabajos u opúsculos de los Moralia,
la mayoría de carácter didáctico o pedagógico destinados a la educación de la
juventud, y dos de ellos tratan de los
deberes del matrimonio y sobre la superstición. En general son una serie
principios expresados como consejos e ilustrados con refranes populares o
frases de filósofos y autores griegos. Cuando se habla de las virtudes se busca
continuamente la comparación y el ejemplo de los grandes hombres de la
antigüedad. En su mayor parte, las ideas que se expresan son eclécticas, una mezcla de moderado estoicismo
ético, con rechazo de algunos postulados radicales, y de filosofía aristotélica
en todo lo referente a la ciencia y la moderación de justo medio. La virtud en Plutarco,
igual que en el resto de escritores paganos,
tiene poco que ver con el concepto judeo-cristiano de la misma. Es más
bien el conjunto de valores éticos que definen al ciudadano romano (vir
bonus) de acuerdo a ideales como el bien, la verdad, la justicia y la
belleza. Y no obstante, tanto Plutarco como Séneca, fueron criticados
positivamente por los primeros apologistas cristianos y los llamados Padres
de la Iglesia, quizás por ese matiz ético estoico tan acorde con la
mentalidad religiosa.
Naturalmente
estos pequeños tratados, muy parecidos en esencia a lo que hoy llamamos ensayo,
deben ser ubicados en su contexto histórico, liberándonos de prejuicios
derivados de conceptos que, siendo los nuestros, son el fruto de la evolución
social e histórica. No obstante es bastante sorprendente la actualidad de algunas ideas. Así
cuando destaca la importancia de la lactancia materna en la crianza de los
hijos, o el rechazo de los castigos físicos en la educación infantil. También
cuando indica que no es la procreación la primera finalidad del matrimonio sino
el amor y la sintonía entre los esposos.
Las obras morales, con las
adulteraciones y pérdidas ocasionadas por el paso del tiempo, no son en mi
opinión una obra menor. Sin duda menos amena que Las vidas paralelas,
pero a cambio nos muestran a un Plutarco más íntimo y nos aproxima a su
mentalidad y la de su época.
Puede
parecer extraño si digo que esta lectura es de alguna manera refrescante y
entretenida. Lo puede ser sí, estimulados por la curiosidad, queremos conocer conceptos
e ideas que forman parte de nuestra
genética cultural, gracias a los cuales somos lo que somos. Sí valoramos
la evolución del pensamiento en su justa medida y entendemos que en lo fundamental, parodiando
el tango, “… veinte siglos no es nada”.
Antigua región griega de Beocia |
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