Los besos en el pan (2015) es
una de las últimas novelas de la escritora madrileña. El título alude a una
costumbre que tenían nuestros abuelos, los que sufrieron las hambrunas de
posguerra, y era que cuando un mendrugo de pan se nos caía al suelo nos lo
hacían recoger y besar antes de comerlo. Era como purificar el alimento que no
debía ser desperdiciado. Esa anécdota le sirve a la autora para destacar la
dignidad con la que aquella generación tuvo que soportar la humillación, el
silencio impuesto y la pobreza. Al tiempo para establecer un paralelismo con la
realidad de la pobreza actual sobrevenida con la crisis económica que comenzó
en 2008 y cuyas secuelas tardías aún vivimos.
La obra
está dividida en tres capítulos, titulados I-Antes, II-Ahora y III-Después, a
modo de prólogo, historia y epílogo; breves los que preceden y cierran la
narración. En el primero se describe un barrio antiguo en el centro de Madrid,
cargado de historia, sometido a cambios sociales que le procuraron periodos de
deterioro y revitalización, pero animado y vivo gracias a un vecindario
consciente de los retos a los que debe hacer frente en estos tiempos difíciles.
El relato
cuenta con un narrador omnisciente que parece identificarse con la propia
escritora, testigo de la vida y los problemas de los vecinos, sus penalidades y
alegrías en la lucha diaria por la supervivencia. Se trata pues de una novela
coral, con muchos personajes cuyas historias personales se entrecruzan hasta
tejer una trama coherente de la que trascienden los grandes problemas impuestos
por la crisis: el paro y la inseguridad en el empleo, la especulación
inmobiliaria, los desahucios, las quiebras fraudulentas y los fraudes
financieros. También las consecuencias: pobreza infantil, la nueva emigración
de jóvenes cualificados a Europa, la humillación del parado, la soledad del que
lo ha perdido todo, el hambre y el desamparo de muchos.
Se trata
pues de problemas sobre los que todos estamos informados por los noticieros
pero, a fuerza de repetidos, los percibimos con esa fría objetividad de lo que
quizás no nos afecta directamente. Almudena Grandes consigue despertar
nuestra conciencia al encarnarlos en personajes ficticios pero muy verosímiles,
con unas historias plenas de lances emotivos en las que aparecen, sin intención
maniquea, todo el abanico de virtudes y defectos que caracterizan al ser
humano, pero siempre con un trasfondo de optimismo y esperanza en el que se
destaca la dignidad y solidaridad de las personas. Finalmente, en el epílogo, a
modo de desenlace, se cuenta el final de las historias personales de cada uno
de los protagonistas. Una resolución con fracaso y éxito de los mismos que me
hace recordar el final de cierto programa televisivo de citas a ciegas de
parejas. En mi opinión esta es la parte más floja de la narración que hubiera
sido más consistente desde el punto de vista literario si mediante la elipsis
se hubiera dejado el final inconcluso a la imaginación del lector. Pero está
claro que la escritora, como buena realista, rechaza el romántico fatalismo del
azaroso destino. Más bien creo que piensa que las circunstancias adversas de la
vida no lo son todo, y que es la fuerza de voluntad el mejor instrumento para
superarlas.
En
definitiva, una novela humana y emotiva que se lee con facilidad. Seguramente
gustará a una amplia gama de lectores y por ello la recomiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario