Hay temas que, en expresión tópica, se
califican de palpitante actualidad. Son asuntos que conmocionan,
escandalizan y a menudo promueven inquietud social o política. Se difunden en
prensa y medios audiovisuales, provocan el efecto previsible y pasado un tiempo
se olvidan tapados por nuevos problemas que denunciar y reflejar en las
encuestas de preocupación ciudadana, o en otras de expectativas electorales.
Cuando la actualidad, palpitante o terrible, se convierte en materia narrativa suele provocar un efecto de cara y cruz.
En la cara está el probable boom editorial de la novela y sus posibles reediciones. La cruz es que, muy pronto deja de ser interesante, devorada por nuevos impactos mediáticos. Y lo que es peor, la lectura a destiempo provoca cierto tedio en el lector, que en su día estuvo saturado de noticias en torno a esa actualidad que ahora es ya pasado. Algo de esto último he sentido con esta obra propuesta por mi club de lecturaLoudes Ortiz (1943) es una escritora polifacética
y de larga trayectoria literaria. Dramaturga, novelista, ensayista y
colaboradora en prensa. Pienso que quizás fue su faceta periodística la que le
indujo a escribir una novela sobre un tema de candente actualidad (otra
expresión tópica) en 1995: la adopción ilegal de niños en países pobres, o los
secuestros para traficar con sus órganos. No puede extrañar que el mismo año de
su edición fuera finalista del Premio Planeta y éxito anual de ventas de la
editorial. Respecto a la trama argumental no adelanto nada que no señale la
sinopsis promocional de contraportada.
La escritora madrileña aborda esos
temas, ilegal y de dudosa ética uno, y claramente criminal el otro, mediante un
realismo crudo y un enfoque de novela coral en la que hay muchos personajes en
plano de igualdad, aunque con cierto protagonismo de dos de ellos: Ramiro,
voluntario cooperante en una restauración artística, y Esteban, un
periodista de investigación. Los sitúa en unas coordenadas temporales
especificadas sólo por meses, pero las ubicamos con cierta facilidad entre los
dos primeros años de la pasada década de los 90. A cada uno de ellos en un espacio distinto: Cuzco,
en el altiplano peruano y en el momento más dramático del terrorismo de Sendero
Luminoso. Y Bucarest, en la crisis social y económica que siguió a la caída del
dictador Ceaucescu.
La acción trascurre casi lineal en el
tiempo, con algún flashback, y alternativamente en esos dos espacios mediante
escenas cortas. La estructura narrativa coral permite uno de los mejores logros
de la novela, un documentado y realista retrato social de esos dos países en
ese momento histórico. Mediante abundantes diálogos, los personajes muestran
sus prejuicios, frustraciones y dudas morales. La trama avanza de forma
bastante previsible hasta un desenlace igualmente previsible por realista, sin
ninguna concesión a la emotividad de lectores posiblemente condicionados por
ilusorias ideas de justicia.
En cuanto al estilo destacare el uso
abusivo de los puntos suspensivos que dejan inacabadas muchas frases en los
diálogos. Entiendo que se trata de un guiño a la complicidad del lector, que
debe completarlas por entendidas o dejarlas en la ambigüedad y el misterio de
lo que no es explícito. Por lo demás una prosa actual y sin complicaciones
estéticas.
Entre los personajes mi preferido es
un secundario, el mestizo Benedicto, un veterinario ambulante por las aldeas
del altiplano peruano. Refleja muy bien la mentalidad indígena, de religiosidad
sincrética y de una ética tan próxima a la natural como alejada de la noción
occidental de culpa o pecado.
En lo negativo, quiero insistir en que
la falta de intensidad de la trama, y lo previsible y muy conocido de la misma,
no me terminó de enganchar en la lectura. En resumen, fue actualidad en su
momento, pero el paso del tiempo no la ha convertido aún en novela histórica.
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