miércoles, 4 de enero de 2023

GRAN CONCIERTO DE AÑO NUEVO. 2023

        Somos muchos los jiennenses, naturales y vecinos, que nos sentimos muy de Jaén. Nos duele el olvido en que la tienen los poderes públicos, y más aún esa especie de altivo conformismo, quizás secuela de nuestros ancestros castellanos, que nos retrae de reivindicar nuestros derechos e intereses. 

Pero así las cosas en el aspecto político, social y económico, hay algo que no ha sufrido el habitual abandono a que nos tienen sometidos, algo de lo que me siento orgulloso. Me refiero a la promoción cultural y en concreto de la música en sus distintos géneros.

Disponemos de un antiguo y consolidado antecedente; el concurso anual e internacional de piano. Además, hemos asistido en los últimos años a la eclosión de varias agrupaciones musicales en clásica, jazz, coros y escuelas de danza. Tengo que reconocer aquí el patronazgo de las instituciones públicas locales, pero también la colaboración desinteresada de los conservatorios y asociaciones privadas. Todos ellos han contribuido a la difusión y popularización musical, en especial de la clásica, algo inédito hasta hace poco en nuestra ciudad.

          Esta introducción, mezcla de lamento y sincera satisfacción, viene a cuento porque este año he podido asistir a una nueva edición del Concierto de Año Nuevo. Como es de esperar en este tipo de actuaciones, las piezas escogidas están entre las más conocidas del repertorio de clásica, lo cual asegura una buena aceptación por un amplio sector del público.

En esta ocasión el recital ha sido ofrecido por dos agrupaciones instrumentales, ambas estables y de una cierta trayectoria en nuestra capital, con interpretaciones de ámbito local, regional e incluso internacional. La primera actuación correspondió a la Joven Orquesta de Cuerda de Jaén “In crescendo”, creada como una orquesta escuela integrada por jóvenes alumnos del conservatorio y dirigidos por la profesora Sarai Pintado.  Interpretaron tres piezas que al parecer son muy adecuadas para este tipo de agrupaciones juveniles. Dos de ellas, compuestas específicamente para grupos de cuerda, poco conocidas pero espectaculares en su desarrollo, con títulos tan sugerentes de lo épico como Nuestros héroes, de Susan H. Day,  y El legado del guerrero, de Soon H. Newbold. La central y bastante más popular fue Piratas del Caribe del alemán Hans Zimmer, compositor de afamadas bandas sonoras. En este caso la adaptación a la cuerda de una obra compuesta para sinfónica restó algo de brillantez a la interpretación.

La parte más extensa del concierto estuvo a cargo de la Joven Orquesta sinfónica de Jaén integrada en su mayor parte por alumnos del conservatorio superior dirigidos por Rafael de Torres. El repertorio, dividido en dos partes, fue una mezcla de novedades junto a lo tradicional en este tipo de conciertos. Incluía tres polkas de J. Strauss muy conocidas pero difíciles de interpretar por el tempo rápido. En cuanto a los valses, se renunció a los acostumbrados de la familia Strauss, diseñados para los bailes de la corte vienesa, y se incluyeron los de compositores románticos como Tchaikovsky o Delibes, compuestos para ballet, más coloristas y emotivos.

En la primera parte me sorprendió la estupenda interpretación de la pieza conocida como Moldava de la Suite Mi patria de Smetana, verdadero exponente del nacionalismo romántico bohemio, hasta el punto de que su melodía, que inicia y termina la obra, es un auténtico himno de Praga, una ciudad y una música que me inspiran nostálgicas sensaciones. 

          La segunda parte también superó el esquema tradicional con la inclusión de dos obras. El Vals nº 2 de la Suite para Orquesta de variedades 1956 de Shostakovich, y La Danza Napolitana (Lago de los Cisnes) de Tchakovsky. El primero muy conocido por estar incluido en películas de Visconti y Kubrick. Ambas piezas  sugieren aires musicales españoles  que se han intentado justificar en estos compositores rusos con razones que ahora no vienen al caso.

          Debo señalar también que la nota tierna estuvo en  la salida a escena,  en uno de los ballet, de un grupo de niñas de la escuela de danza de Antonio Soler. Se ganaron la simpatía no solo de sus abuelos y padres sino de todo el público. El final del concierto si fue el tradicional. Las dos orquestas unidas interpretaron el Danubio Azul y terminaron haciendo partícipes al público en la Marcha Radetzky. Los asistentes, como es natural, quedamos satisfechos con el concierto y encantados con el final.

          Para terminar una reflexión. La música es de las artes la más volátil, pero también una de las más emotivas. Se podrá argumentar que está sujeta a reglas de interpretación exactas hasta lo matemático y de ahí mi admiración por los músicos. Pero también produce sensaciones, evoca recuerdos y nos hace mejores, algo más cultos, pero sobre todo más tolerantes, felices y humanos.

 


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