lunes, 6 de noviembre de 2023

UNA HISTORIA CORRIENTE. Iván Goncharov

El siglo XIX fue pródigo en generar movimientos literarios, pero solo dos destacaron por su radical oposición, romanticismo y realismo. Predomina uno en la primera mitad del siglo y el otro en la segunda, aunque muchos escritores se inspiran o presentan peculiares rasgos de ambas corrientes. Surge el realismo como reacción ante los excesos románticos. Sí bien ambos se nutren del nacionalismo, el realismo prefiere enfocar lo social y popular antes que la exaltación épica.

          Entre los clásicos del realismo ruso, Iván Goncharov (1812- 1891) no es de los más conocidos. Algunos críticos lo consideran el continuador de Nikolái Gógol aunque tachan su realismo de frío, impasible y sin humor. Sobre esto último no puedo estar de acuerdo si juzgamos sólo por la obra que comento hoy.

          Una historia corriente (1848) fue su primera novela. Narra la historia de Alexandr Adúiev, hijo de pequeños propietarios rurales. Vive en una aldea pero ha recibido una esmerada educación durante su infancia y adolescencia. A los 20 años viaja a Petersburgo recomendado a su tío Piotr Ivánich Adúiev. Allí espera realizar sus sueños de ser escritor y encontrar un amor eterno y una amistad inmutable. Sus continuos fracasos y los consejos de su tío, hombre maduro escéptico, racional y realista, lo irán transformando hasta abandonar todos sus ideales. Se trata pues de una novela de aprendizaje que parece tener alguna impronta autobiográfica, porque el escritor vivió su infancia en una pequeña ciudad a orillas del Volga, tuvo una notable educación y emigró en su juventud a Moscú en busca de fortuna. 

          El estilo literario del relato tiene elementos que me parecen comunes a casi todos los escritores del realismo decimonónico. Perfecta descripción de ambiente y personajes, tanto en sus rasgos físicos como psicológicos. Diálogos abundantes que se podrían versionar a la escena con cierta facilidad. Narrador omnisciente en tercera persona que ocasionalmente se dirige al lector para hacerlo cómplice de sus reflexiones con cierta intención didáctica o aleccionadora. Algún monólogo interior del protagonista. Acción lineal en el tiempo, con algunos saltos temporales hacia adelante que tienen como objeto acortar la trama y despojarla de elementos banales. No pueden considerarse como prolepsis o flashforward porque nunca se produce un retorno al presente.

          No voy a enumerar la sucesiva frustración de las nobles aspiraciones y los ideales románticos del protagonista y su progresiva conversión en funcionario desaprensivo. Solo diré que en el proceso Alexandr sufre un estado intermedio de melancolía y una actitud vital transitoria muy parecida al nihilismo, una doctrina filosófica muy recurrente en los personajes de la novela rusa del XIX. El enfrentamiento dialéctico entre tío y sobrino traduce el conflicto entre realismo y romanticismo. Un conflicto que se eleva hasta lo hiperbólico y de ahí surgen las situaciones de humor e ironía a las que antes me referí.  Una de ellas se produce en el desenlace, con una curiosa inversión de roles antes de un final en el que las aguas vuelven al previsible cauce. 

          Otro interés de la novela es su velada intención de crítica social. El contraste entre la vida rural y las grandes ciudades. Apacible e idílica la primera, pero basada en el injusto y abusivo dominio de una élite de propietarios ilustrados y la gran masa de mujiik míseros e ignorantes, auténticos siervos de la gleba adscritos a la tierra, las almas muertas de Gógol. Por contra, las grandes urbes como Moscú o Petersburgo, con una aristocracia despreocupada y derrochadora, una corrupta e inoperante burocracia imperial, y una incipiente clase obrera. En resumen, una sociedad medieval y la primera, aunque atrasada, revolución industrial rusa. Un cóctel explosivo que anticipa y explica la sangrienta revolución política posterior.

          No añadiré nada más. Los críticos dicen que esta es una obra de juventud previa a Oblómov, la novela más famosa de Goncharov. Quizás esa relativa inmadurez literaria explique cierta reiteración de situaciones y argumentaciones de los personajes que alargan innecesariamente la novela. No creo que en el XIX existieran las actuales presiones editoriales para dilatar todo lo posible un texto. Pero, revisando la documentación en torno a la obra, he averiguado que antes de su edición como libro fue publicada en varias entregas a la revista Sovremennik. Esa puede ser la explicación de una practica y nutritiva elongación de la trama argumental.

          En cualquier caso, un escritor ruso poco conocido y una buena novela que se puede recomendar.

 

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