Hace años tuve ocasión de comentar la dilatada biografía de Doris Lessing (1919-2013). Fue en una entrada de este blog referida a su primera novela, Canta la hierba (1950). Por eso ahora me limitaré a resumir las principales ideas que la autora quiso reflejar evolutivamente en su no menos extensa producción narrativa: Marxista juvenil y finalmente liberal tras su desilusión por los crímenes del estalinismo. Militó como anticolonialista, anti-apartheid y feminista. Todo ese ideario infiltró su vida y su obra de un potente contenido social y político.
Tras aquella primera lectura y la que hoy me ocupa, me interesa destacar otro dato importante en la vida de la escritora británica. Me refiero a su juventud de formación literaria autodidacta, leyendo a los novelistas del realismo decimonónico. Esa influencia es muy notable en sus novelas, que describen a la perfección el ambiente que rodea a los personajes, su aspecto físico, pero sobre todo el magnífico retrato psicológico de los mismos. Y todo eso en un estilo claro y austero, escaso en artificios literarios, donde los diálogos y cada palabra aporta un sentido preciso a la historia.
El quinto hijo (1988) es una novela corta que resume bien ese estilo inspirador antes citado. El relato es lineal en el tiempo, comienza en la década de los 60 del pasado siglo y termina en los 80. Está contada por un narrador omnisciente en tercera persona que en alguna ocasión se dirige directamente al lector, otro guiño a los escritores del XIX. Es la historia del matrimonio Lovatt, Harriet y David, una joven pareja con unas ideas sobre la familia ideal bastante anticuadas y desfasadas respecto a las costumbres y evolución social del momento. Se empeñan en vivir en una gran mansión victoriana de las afueras de Londres y en pocos años van llenando la casa de hijos a pesar de ciertas dificultades económicas. Las grandes reuniones familiares en verano y Semana Santa dan vida a la casa y reflejan un ambiente idílico que tiene mucho de artificial. Todo se rompe con la llegada del quinto hijo tras un embarazo problemático. Un hijo que nadie, familiares, médicos y educadores, se atreven a tachar de anormal, pero ante el que todos recelan y sienten una velada repulsa. Las descripción física y psicológica de Ben, en su infancia y adolescencia, se hace en términos muy próximos a lo monstruoso. Yo me atrevería a opinar sobre un cierto grado de enanismo y algún tipo de autismo. El hecho es que la llegada del quinto hijo desmorona de forma progresiva todo el entramado familiar como un castillo de naipes. No pasaré de aquí en el resumen de la trama argumental.
Los aspectos más destacables que trascienden el relato son entre otros: La ofuscación en mantener un tipo de vida imposible. El miedo y el sentimiento de culpa de los padres, más aún en Harriet. Los efectos perniciosos del aislamiento y el rechazo en la psicología infantil.
Algunos críticos han definido la novela como: “una historia de terror sobre la maternidad y el miedo a la ruina social, una fábula moral de la misma estirpe que Frankestein”. Estoy de acuerdo en que el miedo y la violencia, velada o real, de la historia es un elemento decisivo a la hora de mantener la atención del lector. Pero en mi opinión la novela tiene además un alto contenido social que se empeña en criticar el sistema de clases inglés, desde el estilo de vida y la moral victoriana, que casi se extiende hasta la segunda guerra mundial, a los cambios que experimentan las clases medias con la incorporación de la mujer al trabajo y el mantenimiento del clasismo en un nuevo marco sociológico y antropológico. Es la incomprensión de estos cambios lo que provoca la ruina de la familia Lovatt.
Harriet y David son dos pragmáticos, no en el sentido de prácticos que tiene actualmente esta palabra sino en su sentido filosófico. El de aquellos que parten de unas experiencias o recuerdos felices o favorables, los elevan a la categoría de conceptos teóricos y los imponen en su vida y práctica diaria. En ese sentido los protagonistas principales son dos pragmáticos fuera de época. Su forma de solucionar los problemas es radical y provocan a la postre la desintegración familiar.
En fin, una novela muy interesante de Doris Lessing. Muy rica en matices que se prestan a distintas lecturas. Todo ello con la brevedad de algo más de 150 páginas. Intensidad y brevedad son lo que más valoro y agradezco en mi particular y actual evolución como lector.
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