miércoles, 7 de febrero de 2024

TEMPORADA DE AVISPAS. Elisa Ferrer

    Elisa Ferrer (1983) puede ser una escritora emergente en el heterogéneo y complicado panorama editorial español. Y eso gracias a esta su primera novela, ganadora del XV Premio Tusquet Editores de 2019, concedido por unanimidad de un jurado presidido por Almudena Grandes, una referencia que es para mí suficiente garantía de calidad.

    De su biografía conocemos poco. Es valenciana, con sólidos estudios en ciencias audiovisuales, especializada en guiones de cine y TV. Ha escrito en diversas revistas literarias, poesía y ensayos. El pasado año publicó su segunda novela, El holandés (2023). Comparando las reseñas de esta última con la que acabo de leer, deduzco que ambas tienen un importante componente autobiográfico. Las dos tienen una protagonista narradora que parece el alter ego de la escritora, y una y la otra reflejan las inseguridades y preocupaciones de los millenials y sus conflictos con la generación precedente, la de sus padres. Son los nacidos entre los 80 y 90 del pasado siglo y es la generación a la que pertenece la escritora.

    En Temporada de avispas (2019) esos elementos autorreferenciales, manifiestos incluso en la portada del libro, se tiñen en lo ficcional de un importante contenido emotivo, presente en las reflexiones introspectivas de la protagonista y en sus problemáticas relaciones familiares y sociales. En su conjunto la novela es un buen retrato de la psicología femenina en general y más concreto de las mujeres de la referida generación, salvando, claro está, la dificultad inherente a la formulación de cualquier estereotipo.

    La protagonista de la historia es Nuria, que a sus treinta y tantos años parece una mujer insatisfecha por muchas razones, profesionales y sentimentales: Es dibujante de viñetas, pero está en paro a causa de los recortes. Tiene un ex del que no termina de separarse, aunque tampoco espera nada de él. Pertenece a una familia desestructurada por un padre que abandonó a su madre hace años. Sintió rechazo hacia su padre adoptivo y también hacia una madre a la que culpa de aquel abandono. A causa de una alergia infantil siente terror hacia las avispas y lo conjura dibujándolas continuamente. En medio de ese ambiente de caos emocional personal, recibe la noticia de que su verdadero padre está ingresado en una UCI. A partir de ese momento inicia una indagación sobre su infancia y en los recuerdos, deformados por el tiempo, solo rememora la admiración casi reverencial que sentía por su padre. En ese proceso de retorno al pasado, de rastreo en las profundidades de la memoria, se le van desvelando poco a poco los aspectos de un gran secreto familiar.  Esa búsqueda es la que aporta intriga a la trama argumental. Lo aspectos trascendentes en la novela son, en mi opinión, la conflictividad de las relaciones familiares y la ficción que las emociones son capaces de generar en los propios recuerdos. En suma, los difusos límites entre ficción y realidad cuando profundizamos en nuestra memoria. 

    El relato está escrito en un estilo sencillo y directo, sin artificios literarios. El presente de la protagonista y narradora está perforado de frecuentes analepsis a determinados momentos de su infancia y adolescencia, necesarios para completar su retrato psicológico y los traumas que arrastra. Se diferencian de la línea cronológica principal, no por dataciones, o el empleo a un segundo narrador omnisciente en tercera persona, como suele ser habitual, sino mediante un recurso original. En esos flashback, la protagonista parece desdoblarse y se dirige a sí misma en segunda persona; la Nuria del presente interpela directamente a la del pasado.

    A lo largo de la narración, la protagonista cita varias películas de autor, las antes conocidas como de arte y ensayo, también algunas referencias a novelas gráficas. Yo las había pasado por alto porque sobrepasaban mis conocimientos en estas materias y pensé que eran cultismos innecesarios. Pero la alusión a una canción, Centro di gravità permanente de Franco Battiato, cuya letra conozco, me hizo ver que se relacionaba bien con el estado emocional que la protagonista describe en ese momento. A partir de ahí he investigado de forma somera otras citas y me parece que todas tienen esa misma intención de alegoría oculta a la mayoría de las miradas.

    Se agradece la austeridad de la historia en cuanto a extensión. Dura lo necesario para revelar toda la trama sin necesidad de alargarla con líneas argumentales secundarias que difuminan lo importante que se quiere transmitir. En resumen, una buena novela, intimista e intrigante, que consigue mantener la atención del lector.

 

 

 



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