Algunos libros y escritores son como los cometas, aparecen de pronto, brillan intensamente en el firmamento literario durante un tiempo y después desaparecen. Eso parece haber ocurrido con la escritora y la obra que hoy comento. Su título me sonaba remotamente, semioculto en los recovecos de mi memoria. Sobre el nombre de la autora, ignorancia total. Ahora, unos treinta años después de su eclipse en el cielo de la fama, reaparece de nuevo, cual cometa Haley, gracias a la propuesta de mi club de lectura, cuya biblioteca abunda en clásicos del XIX y del XX.
84, Charing Cross Road (1970) pertenece al género del ensayo, y dentro del mismo al subgénero de las memorias, en este caso memoria epistolar. Recoge unos 20 años de correspondencia entre la escritora, Helene Hanff (1916-1997) con su corresponsal en Londres Frank Doel. Naturalmente ellos son los principales protagonistas, aunque al carteo periódico se suman Nora, la esposa de Frank, algunas de sus hijas, y varias mujeres más. Ella dice ser de origen judío, neoyorquina hasta la médula, demócrata y liberal, aunque algo conservadora en las costumbres. Empedernida lectora desde la infancia, no cursó estudios universitarios por falta de medios económicos, aunque tiene un enorme bagaje cultural autodidacta mayormente enfocado en los clásicos grecolatinos y en los ensayistas británicos entre los siglos XVIII y principios del XX. Es pobre y se gana la vida escribiendo guiones para televisión.
En cuanto a Frank Doel, es el jefe de ventas de una librería anticuario situada en esa dirección de Londres, una calle en la que abundaban este tipo de librerías. Es elegante y bien parecido, de flema y humor típicos británicos, experto en detectar libros de antiguas ediciones en bibliotecas particulares, pero no tan erudito y leído como su corresponsal americana.
Ambos entran en contacto en 1949 a través de un anuncio de prensa. Helene es una enamorada de los libros descatalogados, primeras ediciones y libros de segunda mano. Gracias al cambio favorable entre el dólar y la libra devaluada, puede permitirse hacer pedidos a la librería por poco dinero. Así comienza una relación, muy formal y profesional al principio, que poco a poco se hace más familiar y emotiva.
El Reino Unido de posguerra sufre una depresión económica y su población está sometida a un racionamiento alimenticio y en artículos de primera necesidad. Consciente de esa situación, la escritora manda con bastante periodicidad paquetes de alimentos que son recibidos y agradecidos como un gran regalo. Eso amplía la relación epistolar con otras empleadas de la librería que traducen una mayor complicidad emotiva entre mujeres. La depresión económica comienza a recuperarse tras cinco años. Después se suceden las invitaciones para que Helene viaje a Inglaterra, pero por diversas razones debe postergar el viaje. En 1968 fallece Frank Doel de una peritonitis sin que se haya producido el deseado encuentro.
En 1970, en un nuevo periodo de apuro económico, la escritora neoyorquina pide permiso a la familia de Doel para publicar las cartas. A partir de su edición 84, Charing Cross Road se convierte en un superventas, quizás algo inexplicable para una latino. En efecto de una parte la repetición de remitente en los encabezamientos, propios de la relación epistolar, produce un cierto cansancio. Por otro lado, no se puede negar cierta emotividad en el relato, aunque sea al estilo anglosajón, algo fría y educada.
Lo cierto es que en el espacio de casi veinte años se realizaron versiones de la obra al teatro, a una serie televisiva y a una película. Un éxito que rebasó escasamente las fronteras de Estados Unidos y Gran Bretaña. No por eso se enriqueció Helene Hanff. Vivió muchos años de los derechos de autor, pero murió pobre en una residencia de ancianos a los 80 años.
Hago un inciso para comentar una nota olvidada. Este ensayo no sólo dibuja el carácter de los protagonistas, sino que es también un buen retrato de toda una época y sus avatares políticos y sociales.
Después de reconocer mi poca afinidad con esta obra debo admitir una coincidencia personal con la escritora que se declara enemiga de la literatura de ficción y partidaria de los ensayos. A mi edad no soy tan radical, pero me ocurre otro tanto. Por eso he tomado buena nota de algunos de los títulos que se mencionan en las cartas y los he pasado a mi carpeta de libros pendientes. No sé si llegaré a leerlos porque la vida es demasiado corta para gozar de tanta buena literatura.

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