La Odisea es uno de los dos mitos fundacionales de la cultura grecolatina, y por asimilación también de la judeocristiana. Simboliza el viaje como experiencia existencial y el retorno a los orígenes. La influencia literaria de la aventura de Ulises fue precoz y ha llegado hasta nuestros días.
En su Eneida, el romano Virgilio fue el primero que se inspiró en el mito para crear una de las leyendas fundacionales de Roma y de paso divinizar a la familia Julia. Después se aprovechó para ilustrar viajes y aventuras de corte esotérico como en la fábula artúrica de la búsqueda del Santo Grial. En el renacimiento muchos de los aspectos que definen a la Odisea aparecen en distintas obras literarias, y por supuesto en el arte. Algunos dicen que el peregrinaje de Don Quijote y su eventual retorno al hogar, se inspira en aquélla, pero en clave de parodia. En fin, en la actualidad se sigue reinterpretando el mito en muchas novelas. La que hoy comento es un claro ejemplo, uno más, pero con la adición de elementos muy originales.
La autora, la islandesa Audur Ava Ólafsdóttir (1958) tiene un nombre de difícil grafía y casi imposible pronunciación para un latino. Eso quizás se deba a que el islandés es un idioma híbrido de noruego y feroés. Quizás consciente de esta dificultad, la escritora cita a menudo a su protagonista principal, el joven Arnljótur, con diminutivos tales como Addi o Lobbi.
La producción narrativa de Ólafsdóttir no es demasiado extensa. Su palmarés de premios no rebasó el ámbito nórdico hasta que llegó esta Rosa Candida (2011) que supuso su proyección internacional con traducción a múltiples idiomas.
Intentaré una introducción resumida de la novela sin arruinar su desarrollo argumental: El protagonista es un joven de 22 años que vive con su padre octogenario y un hermano gemelo autista. Residen en un lugar de Islandia que llaman malpaís, de paisaje estéril y montañas de lava cubiertas de líquenes. Su madre, a la que estaba muy unido, había conseguido hacer cultivar en su invernadero una rara especie de rosa candida, de ocho pétalos y sin espinas. Pero sufre un accidente de tráfico y en su lecho de muerte aconseja a su hijo buscar un antiguo monasterio con una rosaleda legendaria y mejor clima para arraigar los esquejes de rosa que ha conseguido. Arnljótur, o mejor Lobbi, había amado a Anna una sola noche en aquel invernadero y fruto inesperado de esa relación nació una niña de la cual se desentiende como padre. Fiel al destino prefijado por su madre, abandona su hogar familiar y a su imprevista Penélope e inicia una odisea para encontrarse a sí mismo. Hasta ahí puedo contar lo que se dice, con otras palabras, en el resumen promocional de la novela.
Porque el viaje es la esencia de esta historia que tiene también mucho de novela de aprendizaje en la que el joven transita hacia la vida adulta. Cada una de las etapas es una nueva experiencia vital, un paseo entre el deseo, como pulsión sexual y la muerte. En este sentido alterna lo emocional con cierto grado de realismo crudo.
En cuanto a la estructura de la obra y el estilo: Está dividida en capítulos muy cortos, pequeñas escenas que conforman el mosaico del relato. En lo descriptivo es minuciosa, quizás demasiado en lo referente a lugares y objetos, pero imprescindible, junto a los diálogos, para trazar un perfecto retrato psicológico de todos los personajes. Las féminas son todas protectoras hasta lo maternal, en tanto que los hombres son realistas por experiencia vital frente al idealismo juvenil del protagonista.
El lenguaje es sencillo y elegante a un tiempo. El narrador es el propio Lobbi que añade frases y reflexiones personales al relato de sus aventuras. Son relevantes porque dibujan una personalidad contradictoria y su evolución personal desde la inmadurez.
Destacaré algunas de estas ideas trascendentes: Sobre el amor y su evolución desde el deseo hasta la complicidad y la amistad. De la maternidad como amor instintivo y de la paternidad como amoroso compromiso asumido. Sobre los hijos y nietos que justifican el ciclo de la vida.
El relato se torna poco a poco afectivo y sensible al tiempo que se hace un tanto presumible en un desenlace que el lector espera. Pero lo más original de esta Odisea es su imprevisto final. Ulises retorna a Ítaca con Telémaco. Es el nuevo maestro de una experiencia que con toda probabilidad no servirá en el futuro a su hija. Porque la vida es un ciclo, pero no se repite, se renueva.
En resumen, una buena novela, no extensa pero sí profunda, emotiva y elegante. Una nueva Odisea con el impronunciable Arnljótur en el papel de Ulises. mientras que nombramos con comodidad a Anna (Penélope) y Flora Sol (Telémaco).

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