sábado, 6 de diciembre de 2025

EL HIJO DE LA CÓMICA. José Sacristán

 

    A sus 83 años, José Sacristán es el último representante de una generación de actores que se desarrollaron durante la dictadura y mostraron su genialidad con la llegada de la democracia. Unos, como Fernando Fernán Gómez que vivió su infancia durante la República, otros como Paco Rabal que se consagró con las películas de Buñuel, exiliadas de España hasta finales de los 70. Algunos, como Alfredo Landa y José Luis López Vázquez se convirtieron en estrellas con aquel movimiento llamado landismo, popularmente conocido como españoladas, que difundió la imagen del macho hispano sexualmente reprimido frente a las liberales suecas de nuestro incipiente turismo nacional.

    Todos ellos mostraron su genialidad con la libertad instaurada por el nuevo régimen político. La lista de películas, series de TV y obras de teatro que protagonizaron con éxito, reconocido además con premios nacionales e internacionales, sería muy larga de enumerar. Sirva todo lo dicho como introducción a la función teatral que he presenciado, dentro del programa del Festival de Otoño de Jaén 2025.

    El hijo de la Cómica es el homenaje de José Sacristán a Fernando Fernán Gómez, al que se siente unido con emotivos vínculos de amistad y reconoce como su maestro. Está basado en unas memorias de este último tituladas: “El tiempo amarillo, 1921-1943” en las que relata sus vivencias infantiles y de adolescente en unos tiempos difíciles y en condiciones muy próximas a la miseria. El relato termina a principios de los 40 cuando tiene sus primeros éxitos en el cine en blanco y negro, gracias a su porte estilizado y su raro cabello pelirrojo.

    La trama dramática de la obra se sustenta en un decorado minimalista, pero con el apoyo de imágenes y sonidos que trazan la evolución histórica de nuestro país en el periodo antes mencionado. Son impactantes porque apelan directamente a la propia memoria del espectador.

    Pero lo más sorprendente es la hora y media de monólogo de Sacristán, sin un ápice de improvisación. Con esa voz grave que le caracteriza, similar a la de Fernán Gómez, pero con las modulaciones en agudo que le permiten representar a un tiempo al actor, a su abuela y a su madre. De otra parte, la historia transmite autenticidad. Es emotiva y tierna por momentos, en otros de un realismo cruel, y tampoco omite las contradicciones del personaje, que son las mismas de cualquier ser humano.

    En resumen, la representación nos emocionó a los que vivimos esa época. Espero qué a los jóvenes, los que no la vivieron, les suponga una lección de nuestra historia reciente, tan necesaria ahora, en estos tiempos de revisionismo y negacionismo. Es lo único que nos puede salvar de la repetición. Los insistentes aplausos del público premiaron merecidamente el esfuerzo de un gran actor. 


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