Ildefonso
Morillas (1974) es un escritor aún no favorecido por las
técnicas de marketing editorial. Bajo esa perspectiva podría
considerarse un autor incipiente y no reconocido, a pesar de tener publicadas
hasta ahora dos novelas, dos volúmenes de relatos cortos, y haber sido
galardonado con varios premios de ámbito local y regional. En cuanto a este
tipo de escritores casi desconocidos, pienso que los clubs de lectura cumplen
una decisiva función divulgativa de su
obra que tiende a hacerlos visibles ante el público lector. Gracias a mi club, y con
este libro, he descubierto a un nuevo escritor, un paisano jiennense al que sinceramente deseo una pronta consagración en el panorama literario español.
Amapolas
verdes (2017) es su tercer libro de cuentos. Un volumen
integrado por diez relatos, incluido el que le da el título. La mayoría están
ambientados en lugar y tiempo indefinidos, que el lector localiza a veces por
los nombres de algunos personajes, o pequeños detalles que le remiten a un pasado no muy remoto. La
excepción son los titulados Fiona Glenn,
con escenario en la Irlanda de mediados
del pasado siglo, y Niños, moscas y
ferragosto, ubicado en la región
italiana de Las Marcas. La localización es aquí importante, porque sitúa
a los personajes en un medio rural opresivo que refuerza la impresión de
soledad de los mismos.
Casi todas son historias narradas en primera persona por
los protagonistas principales, en un tono que nos revela sus sentimientos más
íntimos. Son relatos que no buscan el efectismo de la fantasía sino la
emotividad que emana de hechos cotidianos o experiencias y sensaciones que
dejan su impronta en la vida de los personajes.
El tema que trasciende la mayoría de
estos relatos es el amor y sus manifestaciones o secuelas. Un amor ni
idealizado ni afectivo sino entendido
más en su faceta venérea, en ocasiones con descripciones de una carnalidad
explicita. El amor, y también su ausencia, que deja heridas permanentes. El
despertar al sexo de un adolescente egoísta y celoso; el amor desigual y el abandono de la amada; el fracaso de la
vida conyugal; la nostalgia y la frustración sexual en una violación poco menos que consentida; el
amor roto antes de consumarse. Historias narradas a menudo por mujeres
marcadas por la pobreza o un entorno agobiante, amores que las señalan y
concluyen en soledad. Unos pocos relatos rompen esta supuesta unidad temática y
nos muestran los terrores nocturnos infantiles, o el dolor contenido pero
insuperable por la pérdida de un hijo.
Los personajes evidencian sus
sentimientos con un lenguaje sencillo y directo, desprovisto de artificio pero
emotivo, que puede ser vulgar si la ocasión lo requiere. Las historias, con la
excepción de la titulada Fuego, no
tienen un final sorprendente como suele ocurrir en este tipo de relatos cortos.
Pero todas tienen matices inquietantes o establecen relaciones simbólicas que
mantienen la atención del lector.
En resumen, una colección de cuentos
de lectura fácil. Quizás les falte algo que no sabría definir bien, pero tienen
aspectos interesantes que evidencian a un escritor que, utilizando un término
taurino, apunta maneras y habrá que seguir en el futuro.
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