jueves, 5 de abril de 2018

EL TULIPÁN NEGRO. Alejandro Dumas


No hace mucho que he recuperado mi biblioteca, perdida hace tiempo por circunstancias que ahora no vienen al caso. La encontré desubicada de sus estanterías originales, en un triste y caótico rimero de libros amontonados junto a la pared; un desorden que he procurado corregir. Y en eso estaba cuando, en una lluviosa y deprimente tarde de este invierno invasor de primaveras, me topé con esta novela de aventuras, pura literatura de evasión que me hizo evocar mi etapa juvenil y leí con verdadero deleite de un tirón.
Firmada nada menos que por Alejandro Dumas (1802-1870), autor de obras tan populares como El conde de Montecristo o Los tres mosqueteros, y auténtico maestro en este subgénero literario. Digo firmada, y supuestamente escrita, porque en la nómina  del escritor francés figuran nada menos que unas trescientas novelas, pero se sabe que, a fin de aumentar las ventas, se le atribuyeron obras de otros autores menos conocidos; algo similar a lo que ocurrió con Lope de Vega y su enorme producción teatral. También está confirmado que ocasionalmente contrató a profesionales para escribir bajo su nombre; lo que ahora se conoce coloquialmente como un “negro”.
El tulipán negro (1850) –perdón por la redundancia-  fue escrita por Dumas sólo seis años más tarde que aquellas dos novelas que le dieron la fama. No debe ser confundida con la película del mismo título, que protagonizó Alain Delon en 1964, interpretando a un espadachín enmascarado al estilo del Zorro, que repartía entre los pobres lo que robaba a los ricos. Ninguna coincidencia argumental entre una y otra, salvo pertenecer ambas al género de aventuras.
En nuestro caso, la novela tiene todos los ingredientes básicos en esta modalidad narrativa de acción y misterio. El protagonista es el holandés Cornelius Van Baerle, un joven botánico tan honrado como ingenuo, que se ve envuelto en una intriga política que pondrá en riesgo su vida. En el papel de malo, su vecino Isaac Boxtel, malvado rival en el cultivo de tulipanes y envidioso de su fortuna. Las desgracias del primero se suceden hasta salir finalmente victorioso gracias a la decisiva  ayuda de Rosa, una belleza rubia, compasiva y también más inteligente y práctica que su enamorado Cornelius. Como suele ocurrir en este tipo de novelas, la acción se complica y agrava hasta el final cuando de forma providencial aparece el príncipe que imparte justicia y pone a cada cual en su sitio. Este último papel está reservado a un personaje histórico, Guillermo III de Orange, al que Dumas apoda el Taciturno confundiéndolo con un antepasado de mismo nombre que vivió un siglo antes.
Hago esta aclaración porque el relato tiene una ambientación histórica bastante definida que sirve de marco perfecto y justificación de la aventura. Desde las primeras páginas se traslada al lector a Holanda y a la ciudad de la Haya en una fecha muy concreta, el 20 de agosto de 1672, el día que la plebe enfurecida linchó y despedazó los cuerpos de los hermanos Johan y Cornelius de Witt, dos políticos admiradores de la antigua república romana, cuyo trágico destino tiene cierta similitud con el de los Gracos. Johan de Witt, jurista y matemático, fue líder indiscutible de la República de las Provincias Unidas desde 1650, el periodo de mayor hegemonía holandesa en Europa. Durante su mandato se abolió el cargo de estatúder, una especie de principado republicano que había ostentado hasta ese momento la casa de Orange. La guerra con Francia arruinó su prestigio y fue aprovechada por el partido orangista que instigó la revuelta popular que terminó con su vida.
Desde esa fecha y de esos sucesos históricos descritos en los primeros capítulos, parte la aventura de Cornelius van Baerle, obsesionado con la búsqueda de un tulipán negro que debería ser el premio a su larga carrera botánica, en la feria de Haarlem. La llamada tulipomanía, que es otro punto referencial en el relato, fue un periodo de euforia especulativa que se produjo en Holanda en torno a los bulbos de tulipán y su hibridación en distintos colores, lo que llevó a la primera burbuja económica conocida en la historia moderna. En este caso Dumas se permite la licencia del anacronismo porque dicha crisis ocurrio unos cuarenta años antes de los hechos narrados.
El relato tiene el formato típico de las novelas del XIX, publicadas en prensa y por entregas. El narrador en tercera persona, que puede ser el propio escritor,  se dirige al lector mediante preguntas retóricas destinadas a estimular su curiosidad. En el final de cada capítulo la acción  mantiene el suspense necesario que incite a proseguir la lectura en el siguiente.
Para terminar, se trata de una buena novela de aventuras. Obra menor del autor pero muy entretenida. Interesante por la ambientación. Los comentarios y juicios de valor del narrador en torno a los personajes históricos revelan a un Alejandro Dumas de clara simpatía republicana, lo cual no dejaba de ser peligroso en un escritor que vivió gran parte de su vida bajo el régimen dictatorial del Segundo Imperio francés de Napoleón III.
        


1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo en "no debe ser confundida",pero es que siempre que presentan la película [maravilloso film de aventuras] de Alain Delon de 1964 comentan que es una "adaptación" de dicha novela de Alejandro Dumas.Sí que bebe mucho de otra novela de Alejandro Dumas: "Los hermanos corsos",pero ambos relatos de "Tulipán negro" no tienen nada, pero nada de nada que ver.Aún recuerdo en los primeros días de 1980,en aquella época de un canal y medio en España, "sábado cine" emitió "El Tulipán negro" de Alain Delon y la guapísima Laura Valenzuela.En aquella España,donde los niños parecían más sanos y felices sin "necesitar" tantas cosas,aquello fue muy grande.

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