miércoles, 3 de julio de 2019

EL GRAN GATSBY. Francis Scott Fitzgerald


Esta novela no consiguió en el momento de su edición el éxito de ventas que pretendía su autor, y eso a pesar de ser bien acogida por los principales críticos de la época. El reconocimiento público fue tardío, casi póstumo, algo que se da con frecuencia en literatura. En la actualidad es ya un clásico de la narrativa americana.
Francis Scott Fitzgerad (1896-1940) está considerado como el más genuino representante de la llamada Generación Perdida, integrada por el grupo de  escritores norteamericanos que desarrollaron su obra durante una década, conocida allí como la era del jazz, que nosotros recordamos como los locos años veinte. Una época de gran prosperidad económica en los Estados Unidos, que se inició tras la victoria en la Gran Guerra y culminó con el crack del 29. Años de grandes contrastes donde se forjó el ideal del sueño americano, pero que  también estuvo marcada por la especulación financiera, la corrupción política y el gansterismo, que fue tan bien retratado por la novela negra y el cine, con el jazz como telón de fondo musical en los escenarios de Chicago y Nueva York. La biografía de Scott Fitzgerard es en parte reflejo de la mentalidad de su época, de esa moral de triunfo a costa de todo y todos, de la frivolidad, el derroche y los excesos que le condujeron al alcoholismo y a una muerte precoz. Sus novelas, cuatro y una inacabada, son a un tiempo críticas con su entorno y de importantes matices autobiográficos, lo cual presta al escritor un cierto aire de rebeldía o inconformismo frente a esa sociedad a la cual pertenece.
El gran Gatsby (1925) pudo tener otros títulos, entre los cuales dudó el autor. Uno de ellos era Trimalción, referente a un personaje del Satiricón de Petronio, famoso por sus excesivos banquetes. Fue rechazado quizás por demasiado cultural, pero es muy ilustrativo de la desmesura en las fiestas del protagonista. Su historia la cuenta un narrador testigo en primera persona. Es Nick Carraway, un joven vecino de Gatsby, amable y un poco sarcástico, pero aún optimista frente a la bondad del ser humano. En cierto sentido admira a su vecino y después amigo, pero representa el contrapunto ético de éste. Su moralidad queda bien definida desde el principio cuando refiere un consejo de su padre sobre la tolerancia: “Antes de criticar a nadie, recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú”.
En la primera parte de la novela nos retrata al resto de los personajes; Tom Buchanan, un millonario, racista y fuerte hasta la brutalidad. Su esposa Daisy, prima retirada de Nick, joven atractiva y superficial. George Wilson, mecánico despreciado por Tom, y su mujer Myrtle, amante secreta de éste. Por fin, Jordan Baker, amiga de Daisy, golfista aficionada a la que Nick trata de seducir. El retrato psicológico de los personajes es de trazos breves pero muy precisos. En cambio, sobre Jay Gatsby deja caer una deliberada ambigüedad que lo convierte en un protagonista misterioso, con riqueza acumulada de origen incierto, que da grandes fiestas en su mansión a las que acude la alta sociedad neoyorquina y una pléyade de parásitos. Un personaje sobre el que todos especulan y casi nadie conoce.
En realidad, lo interesante de esa primera parte es el ambiente social que rodea a los personajes y sus fuertes contrastes. La diferencia entre el East Egg y West Egg, barrios ficticios de Long Island, donde se acumulan las mansiones de los ricos de rancio abolengo y los nuevos ricos. Junto a estos, el “valle de las cenizas” un vertedero industrial que los separa de Nueva York, donde malvive el matrimonio Wilson. Y en esos ambientes, el esnobismo, la hipocresía y superficialidad, el egoísmo y los excesos de esa nueva clase de aparentes triunfadores, con el trasfondo insinuado del crimen organizado.  
Es en la segunda mitad de la novela cuando se desvela el misterio que rodea a Gatsby; su origen familiar y el de su riqueza, el motivo de esas enormes fiestas y la relación entre los personajes. A partir de ese momento la trama adquiere un tinte de tragedia griega donde los dioses o el azar, en una precisa concatenación de causas y efectos, parece dirigir a los personajes hacia su dramático e inexorable destino.
En resumen, una novela muy bien construida y una narración que va creciendo en intensidad e interés. Con descripciones cargadas de sutileza y también ironía. Y con algún pequeño y casi inapreciable error (véase los chales de la antigua Castilla) sobre otras culturas como la nuestra. Nada importante tratándose de un norteamericano.
Una obra muy recomendable.


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