lunes, 21 de febrero de 2022

ESTUDIO EN ESCARLATA. Arthur Conan Doyle

       En la elección de un libro casi siempre influye nuestra afición a determinados géneros o temas literarios. En esta cuestión soy bastante versátil, pero reconozco que ciertos estados de ánimo, o la saturación de lecturas más densas y profundas, me arrastran de vez en cuando a la literatura de evasión. Las novelas de aventuras o policiacas son mis preferidas y ocasionalmente opto por obras clásicas de estos subgéneros, típicas lecturas juveniles de mi época que dejé de lado porque circulaban ya sus versiones a la pantalla.  En resumen, evasión y añorante retorno al pasado son los motivos que me hacen recuperar esta lectura que hoy comento.

    Fue la primera novela de Arthur Conan Doyle  (1859-1930),  un medico de carrera profesional con matices aventureros, pero poco destacable por contraste con su exitosa trayectoria literaria. El escritor fue hombre de fuertes contrastes. Escocés y católico que triunfó entre un público inglés y anglicano. Defensor de la lógica y la ciencia, pero aficionado al espiritismo en sus últimos años. Autor de una extensa y variada producción literaria, que alcanzó fama en su época y se convirtió en un clásico de la literatura gracias a uno solo de sus personajes. Con las aventuras de Sherlock Holmes, Doyle fue, junto con Agatha Christie, uno de los pioneros del género policiaco en su primera época, y miembro destacado de la conocida como escuela inglesa, que aplicaba la lógica deductiva a la investigación criminal.

    Estudio en escarlata (1887) fue la primera novela de una serie cuyo éxito agobió tanto al escritor que decidió matar al personaje en el relato La historia final, pero tuvo que resucitarlo años más tarde por exigencia de los lectores.

    La historia se divide en dos partes. En la primera adquiere la forma de unas memorias del doctor Watson y están narradas por éste en primera persona. En ellas se cuentan las circunstancias que le llevaron a compartir piso con Sherlock Holmes y sus impresiones sobre el carácter del mismo. En ese contexto la policía propone al detective buscar pistas en un extraño crimen y queda impresionado con la capacidad deductiva del investigador que conducen a la final detención del asesino. La acción se sitúa en Londres y en 1878, pero en el comienzo de la segunda parte asistimos a un salto temporal al pasado de 1847 y a un cambio de narrador que nos cuenta en tercera persona la historia de los Ferrier, padre e hija, emigrantes al Far West americano, asentados tras largas penalidades, en Utah, cerca de Salt Lake City. Allí se encuentran con el joven cowboy Jefferson Hope y se narra el dramático final de una historia de amor. Este flashback, que parece una aparente digresión de la primera línea argumental, es muy necesario porque una vez esclarecido el quién debemos comprender el porqué de dos asesinatos. En la conclusión volvemos al presente y es el propio asesino quién nos cuenta la ejecución de los mismos. En el final el Dr. Watson vuelve a tomar la palabra para contarnos el método deductivo de Holmes a la hora de resolver el difícil caso policial.

    En esta novela el lector se deja atrapar por los postulados de la lógica deductiva que infiere conclusiones a partir de premisas previas basadas a su vez en axiomas o verdades que no necesitan demostración. Aunque la secuencia está muy bien urdida y quedamos impresionados por las deducciones de Holmes, no debemos olvidar que algunos de los supuestos axiomas son verdades a medias y que la lógica tiene sus trampas, como aquellos silogismos que a partir de dos premisas verdaderas llegaban a una conclusión a todas luces falsa.

    Entre otros aspectos secundarios quiero destacar la visión negativa de Conan Doyle sobre la religión de los mormones a los que describe como una secta secreta de fanáticos, aunque muchas cosas que de ellos se dicen nos parecen evidentes en la actualidad.  Si repasamos la biografía del escritor encontraremos claros rasgos autobiográficos en el personaje de Watson, mientras que Holmes asume ciertas peculiaridades negativas del padre de Doyle.

    Aunque el argumento de esta novela es muy conocido, no parece conveniente ampliar la información sobre el mismo. Estamos ante un clásico del que podemos obtener información más allá de la pura evasión. La descripción de las costumbres, y los incipientes avances científicos de la Inglaterra victoriana así como la visión colonial, impregnada de paternalismo, de las élites inglesas.

    Añado al comentario la portada de la primera edición de la novela en 1887 y una ilustración de la época.

   


         


 

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