Joyce Carol Oates (1938) era una más en mi particular y amplia lista de escritores contemporáneos desconocidos y felizmente descubiertos en este caso. Esta autora estadounidense de larga trayectoria ha sido muy reconocida y premiada en su país aunque sus galardones no parecen haber superado el ámbito nacional. Escritora precoz, a lo largo de su dilatada vida ha publicado multitud de novelas, además de ensayo, poesía y hasta literatura infantil. De su estilo literario se dice que es ecléctico y con influencias de otros muchos escritores norteamericanos. La temática de sus obras es igualmente variada, aunque tienen en común un cierto grado de violencia. Esto lo reconoce la escritora cuando afirma: “la ficción es un espejo de la vida, a veces distorsionada, a veces cruda y sin mediación. No hay ficción tan horrorosa como la vida”.
No me extenderé más en esta breve
reseña biográfica poco documentada. A priori no creo que aporte demasiados
elementos autorreferenciales que justifiquen esta novela de hoy, de complicado
encuadre en un determinado estilo o corriente literaria.
Una hermosa doncella (2010) es una novela corta y una obra
de madurez. Esto último puede ser trivial por evidente si consideramos la
tardía fecha de edición. Pero más allá de esa evidencia, ha de valorarse la
maestría de una escritora que, en poco más de doscientas páginas, desarrolla
con precisión un relato claro y al mismo tiempo muy rico en aspectos
inquietantes que mantienen nuestra atención hasta conducirnos a un inesperado desenlace.
Dicho de otra forma, Joyce Oates manipula al lector aprovechando sus
prejuicios morales y lo mantiene en suspense imaginando posibles salidas a una
situación conflictiva, que al final no es la esperada.
El relato cuenta el encuentro y
relación entre Katya Spivak, una adolescente de dieciséis años y Marcus
Kyder, un elegante y canoso caballero de 68 años, de apariencia agradable e
inofensiva. Ella es niñera en un barrio rico de la costa de New Jersey y
procede de una familia pobre y desestructurada. Él es rico, culto y un artista
obsesionado por la estética. Con estos mimbres ya suponemos como se
desarrollará la trama. Los críticos han dicho que la novela se inspira en Lolita
de Nabokov y en Caperucita Roja. Yo añadiría que también
tiene elementos que recuerdan a Muerte en Venecia de Thomas Mann.
En lo que entendemos como un proceso
de seducción, la historia oscila entre momentos de ternura casi paterno-filial
y otros de insinuada violencia de predominio psicológica. El contraste entre
los protagonistas es manifiesto. Ella es ingenua pero también muy calculadora y
pretende saber manejar la situación. Él se empeña en un gradual proceso de seducción,
pero en ocasiones evidencia un amor más platónico que real.
Lo que, a mi entender pone de
manifiesto la novela es el conflicto entre belleza y deseo, dos conceptos
naturalmente unidos en los amores de juventud, pero siempre mancillados con la
sospecha de perversión cuando se relaciona juventud y madurez. Llevado a un
plano más genérico, es el conflicto entre estética y ética. Platón equiparó la
belleza y el bien en la misma categoría de ideas perfectas, y nosotros tendemos
a condicionar lo bello siempre a lo bueno. Pero toda una corriente de
pensamiento posterior ha tendido a separar ambos conceptos; impresión subjetiva
sensorial y espiritual lo primero, y
conjunto de virtudes morales lo segundo. Establecida la distinción, algunos piensan
que la estética, si no inmoral, puede ser amoral. Quizás esta digresión exceda
el comentario de la novela, pero en cualquier caso es la reflexión que me sugiere
su lectura.
Volviendo al tema, la autora aprovecha
la ambientación para hacer un estupendo retrato de la sociedad de New Jersey.
La clase obrera del interior del estado, con economía de subsistencia,
precariedad laboral y alienada por alcohol y drogas. Frente a éstos, la clase alta, adinerada que veranea en
la costa. Y entre estos últimos, lo nuevos ricos, empeñados en la apariencia y
con cierto complejo de inferioridad frente a una aristocracia de antiguos
propietarios, los que llegaron primero, rodeados de un aura de elegancia
antigua y respeto reverencial de la comunidad.
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