miércoles, 12 de abril de 2023

EL SOBRE NEGRO. Norman Manea

El placer de la lectura depende de los frutos que de ella pretendemos obtener, ya sea información, entretenimiento, cultura, afirmación de nuestros valores o puro gusto por la estética. Pero cuando no conseguimos penetrar en lo que un autor pretende transmitir, un libro puede convertirse en un reto para el lector. En ese reto confieso haber sido claramente derrotado en dos ocasiones y con novelas muy conocidas. Me refiero a los Versos satánicos (1998) de Salman Rushdie y el Ulises (1922) de James Joyce, considerada la novela más renombrada del siglo XX. En ambas ocasiones no pasé de la página 50, y, ante autores consagrados como estos, no dejo de sospechar que no estuve a la altura como lector.

Con la novela que hoy comento, propuesta por mi club de lectura, la frustración ha sido menor. He conseguido terminarla a pesar de no haber entendido “de la misa la mitad” como reza el conocido modismo. También ésta es la obra de un autor reconocido internacionalmente, con muchos premios literarios a su espalda e incluso propuesto para el Nobel.

Norman Manea (1936) es rumano de origen judío. Durante su infancia fue deportado a un campo de concentración por el régimen fascista aliado de los nazis. En 1945 recibió a los comunistas como libertadores, pero pronto se desencantó del estalinismo y comenzó a criticar al régimen en sus escritos. Fue censurado y obligado a exiliarse a los Estados Unidos en 1986. Sus novelas son casi todas de ambiente rumano y tratan de la vida cotidiana y el exilio. Si repasamos con detalle su biografía podemos sacar una de las pocas conclusiones que permite esta novela: El protagonista principal, entre una abrumadora multitud de personajes, tiene muchos rasgos autobiográficos del escritor.

Cuando comencé la lectura de El sobre negro (1986) y ante la dificultad de entender lo leído, pensé que se trataba de una mala traducción del rumano al español. Impresión equivocada. Después comprendí que no podía situarme en la ambientación y las coordenadas temporales y espaciales del relato sin conocer, aún de forma somera, algo de la historia rumana tan desconocida para muchos de nosotros. Segunda conclusión: los rumanos han sido durante siglos un pueblo sin estado. Dominados por otras naciones aprendieron a organizarse en asociaciones de mera supervivencia. Nuestra narración se desarrolla entre dos fechas muy concretas y especialmente opresivas. Entre 1940, época de la dictadura fascista y holocausto judío, y 1980 cuando el autócrata comunista Nicolae Ceaucescu impuso una   económica autárquica que llevó al país al hambre y la miseria.

La trama argumental, si es que la hay, es tan confusa que requiere un esfuerzo muy difícil de mantener, incluso cuando no es totalmente inútil. El narrador omnisciente del principio se desdibuja y da paso a otras voces narrativas. Los personajes son muchos y se alternan sin solución de continuidad en capítulos o partes que permitan seguir su trayectoria. Se les cita unas veces por su nombre, otras por uno de sus dos apellidos, también por el apodo, e incluso por un rasgo físico o la profesión. Los flashback son continuos e indiscriminados entre presente y pasado. Se intercalan cartas en el relato, y se mezclan elementos oníricos con escenas en tiempo real sin que podamos discernir claramente entre ambas. Se dejan frases inacabadas con puntos suspensivos. En su conjunto el relato es bastante críptico, todo queda implícito y sobrentendido, y pienso que sólo un rumano con la suficiente edad para haber vivido entre esos dos años antes señalados puede acercarse con cierta complicidad a la historia. Quiero creer que esa ambigüedad narrativa es intencionada y tendente a evitar la rígida censura que aún operaba en el año de edición.

De la historia puedo entresacar que el protagonista es Anatol Dominic Vancea Voinov, apodado Tolea, un antiguo profesor expulsado de la docencia por un asunto poco claro con sus alumnos, que sobrevive  en un empleo de recepcionista de hotel, e investiga el suicidio de su padre en 1940. Parece que en su juventud estuvo ingresado en un psiquiátrico y sufre crisis psicóticas.

Para entender algo en esta novela hay que renunciar a seguir cualquier tipo de trama, o definir claramente a los personajes. Lo importante es comprender el ambiente  que media entre la Rumanía fascista y la dictadura comunista, y los distintos tipos  sociales que impone la supervivencia a toda costa: El judío convertido en nazi al casarse con una alemana, exiliado finalmente en Argentina. El que pierde toda su fortuna y se suicida antes de terminar en un campo de concentración. El fascista reconvertido en comunista delator de antiguos fascistas o espía de los desafectos al nuevo régimen. El periodista represaliado que sobrevive con el estraperlo. El profesor que muestra su erudición en la recepción del hotel mientras hace de alcahuete y prostituye a las rumanas. Nadie es totalmente inocente y todos sobreviven como pueden.  Por supuesto hay muchos más pequeños matices a destacar, pero no son importantes o quedaron velados para mí.

En fin, esto es lo poco que he sacado en claro de una novela de lectura casi imposible. No la recomiendo en absoluto. O solo a lectores obsesivos que estén dispuestos a aceptar el reto a riesgo de enloquecer en el intento.  


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