Este mes de noviembre se cumple el centenario del
nacimiento de Albert Camus, filósofo y escritor francés
que fue referente intelectual de varias generaciones de europeos durante la década de los 60 y 70 del pasado siglo. Con
tal motivo se han prodigado estos días los artículos de prensa que analizan los
aspectos más destacados de su obra literaria, su personalidad política, o los
elementos más originales de sus concepciones filosóficas. A la efeméride se ha
sumado también uno de mis clubs de lectura
promoviendo la de sus dos novelas más representativas, La peste y
El extranjero, y esta última me da ahora ocasión para el comentario.
Albert Camus (1913-1960) tuvo
una vida corta pero intensa y polifacética. Fue filósofo por formación y
vocación, el periodismo comprometido fue su trabajo y una de su formas de
expresión, participó en la resistencia contra los alemanes,
político por convicción pero nunca constreñido a las directrices de partido. A
menudo nadó contra corriente, así cuando abandonó su militancia comunista, o en
su posicionamiento y declaraciones sobre la cruel guerra de Argelia. Su
filosofía se tildó de esteticista y los analistas posteriores mantienen una
permanente controversia sobre su figura; dicen unos que fue un filósofo que
utilizaba la narrativa y el teatro como forma de expresión, y otros lo vieron
como un escritor con pretensiones filosóficas. Pero todos coinciden en
reconocerle una enorme talla humana y moral, un tenaz individualismo, y su
valiente compromiso con la libertad que le llevó a rechazar cualquier forma de autoritarismo
político o ideológico. Aunque su humanismo y autoridad intelectual le fue
reconocida en vida con la concesión del Nobel de Literatura, su muerte lo
introdujo en la esfera de lo mítico gracias a esa virtud que tiene, cuando es
prematura y trágica, para fijar los
hechos y las ideas de los hombres en una especie de fama perpetua que nos hace
sentirlas contemporáneas, incontestables por ausencia, y de alguna forma
liberadas del efecto erosivo del tiempo en la vida humana. Algo así como el
mito del héroe siempre joven que tuvo su origen en Aquiles y del cual
participaron muchos, desde Alejandro
hasta John Lennon.
El extranjero (1942) fue la primera
novela de Camus. Cuenta la historia de Meursault,
un personaje extraño (otra de las acepciones de étranger) o indiferente
a la realidad y a la sociedad que le rodea, a la que no comprende ni es
comprendido por ella. Tan insensible a todos y a todo que su actitud, de entrada,
nos resulta provocadora y rayana en lo psicopatológico. Conforme avanza la
lectura comprendemos que estamos ante un prototipo llevado al extremo, un
antihéroe que simboliza la angustia vital, la soledad esencial del ser humano,
lo absurdo de buscar finalidad o destino a su existencia, en suma, un compendio
de las ideas filosóficas del autor. El crimen, sin lógica ni razón, que comete el protagonista al final de la primera parte
constituye un punto de inflexión en el desarrollo argumental. Del estupor que
nos produce el sin sentido del personaje, pasamos al asombro ante los elementos
absurdos que se ponen de manifiesto en el proceso de Meursault. Su condena, que parece merecida bajo la óptica de la moral natural o religiosa, viene a la postre a resultar absurda e
injustificada por estar más fundamentada en la insensibilidad y ateísmo del asesino
que en el propio crimen. Al final la muerte aceptada por el protagonista es lo que, de forma paradójica, da sentido a
su existencia.
El
relato es de corta duración y está escrito en un estilo claro, preciso, y
austero. En la primera parte el ambiente es plano y un tanto agobiante,
destinado a resaltar la insensibilidad del protagonista. En la segunda son las
reflexiones del mismo, en torno al proceso y
ejecución de la pena, las que le dan profundidad psicológica y de alguna
forma lo redimen.
Se
trata en suma de una estupenda novela filosófica. Su simplicidad es sólo
aparente si valoramos superficialmente la trama argumental, y la abundancia en
matices la hacen compleja y difícil de
analizar. Resulta en cambio muy adecuada para comentar en los foros de
lectura por la controversia que promueve y porque un enfoque múltiple de la
misma sin duda contribuye a enriquecer
nuestra propia opinión.
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