La
escritora norteamericana Annie Proulx
(1935) es casi desconocida entre los lectores españoles. Para hacerla relevante
conviene destacar que uno de sus relatos cortos, Brokeback Mountain
(1999), fue versionado al cine con el mismo título y ganó tres Oscar en 2005,
entre otros al mejor guion adaptado pero no a la mejor película,
lo cual provocó duras críticas de la escritora a la Academia de Artes Cinematográficas Americana, un
enfrentamiento que tampoco tuvo gran difusión en nuestro país. El inicio de esta octogenaria
autora en la narrativa fue tardío ya que no empezó a publicar hasta
la década de los noventa y su obra consta de sólo ocho o nueve títulos si bien
ha sido reconocida con el prestigioso premio Pulitzer. Nacida en Connecticut, un pequeño estado de la
costa noreste de los Estados Unidos, zona de suaves colinas y grandes bosques
con clima templado y húmedo. Quizás por el manifiesto contraste del paisaje, parece sentirse impresionada y atraída por las grandes llanuras americanas, su extrema climatología y la dureza de sus
gentes. Así una buena parte de sus novelas se localizan en los estados
centrales, Wyoming, Colorado, Nuevo México, Texas y
Oklahoma. Entre ellas destacaré dos; Wyoming Stories (1999) y
esta que nos ocupa.
Un
as en la manga (2002) tiene un título sugerente en el que se intuye una
prometedora trama argumental con sorprendente final, pero no conviene dejarse
engañar por la apariencia. Es la
historia de Bob Dollar un joven de Denver que inicia un viaje de trabajo
al panhandle de Texas y Oklahoma, comisionado por su empresa como localizador
de terrenos apropiados para la instalación de granjas de cerdos, una actividad
ganadera altamente contaminante. Hasta aquí
no expongo más de lo que se dice en la introducción de contraportada
pero he de advertir que, salvo el esperable desenlace, ese es casi todo el
argumento.
Como digresión, he de aclarar que el panhandle
(literalmente mango de sartén) es un concepto geográfico acuñado en Estados
Unidos, muy típico de la colonización americana del Medio Oeste, con esas
fronteras estatales que vistas en el mapa recuerdan por su cuadriculada
geometría las parcelaciones agrarias. Se trata de una franja de terreno estrecha de un estado que
se introduce en el territorio de otro u otros estados. El término más parecido
en castellano es corredor o pasillo.
De vuelta a la novela; está narrada en
tercera persona lo cual resta entidad a un protagonista ya de por sí bastante
desdibujado, que desaparece de la acción durante capítulos enteros y se limita
a una vaga relación con los habitantes de la zona recelosos de su presencia,
recogiendo historias de los lugareños que ni siquiera cuenta personalmente. Porque
en realidad el verdadero protagonista es el panhandle y sus gentes. Esas
grandes llanuras del altiplano norteamericano, de clima continental extremo,
agostadas por las sequías y azotadas por los huracanes, tierra de pastos para
el ganado vacuno y plantaciones intensivas de cereal que amenazan el gran
acuífero subterráneo que las riega. Es también la historia de sus habitantes,
herederos de los colonos del XIX, gente austera y ruda, orgullosos en su
aislamiento y recelosos con el forastero, conservadores y religiosos. El
protagonista es un mero pretexto que justifica el relato de sus vidas,
descritas con tono realista, abundando en aspectos inverosímiles, humorísticos
y también crueles. Ese estilo narrativo ha
sido calificado por la crítica como realismo mágico y yo añadiría,
carente de emotividad; nada que ver con García Márquez.
Como aspectos positivos cabe destacar
las descripciones precisas del paisaje y las costumbres de sus gentes. Un
costumbrismo que se recrea en todos los tópicos de ese ambiente tejano de cowboys,
granjeros y rancheros, súbitamente arruinados por la sequía o enriquecidos por
el petróleo; también en los pueblos del ferrocarril de una sola calle, en los
rodeos, las barbacoas, las iglesias baptistas etc. En realidad, con distinta
estructura, este libro hubiera sido un buen ejemplo de literatura de viajes,
por más que el ambiente geográfico y social que nos muestra haya sido muy
explotado por el cine norteamericano. En cambio como novela carece de tensión
narrativa, la acción es anodina y el desenlace de tono ecológico apenas
justifica sus casi cuatrocientas páginas.
Un libro no es bueno o malo en sí mismo,
tiene matices valorables y otros negativos, gusta o no gusta según la
sensibilidad y preferencias del lector. Con éste no he sintonizado hasta el
punto de poder superar una cierta sensación de aburrimiento.
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