En el conjunto de actos culturales instituidos por la Universidad de Jaén durante el
presente curso, se ha programado, con el título de Tardes Musicales, un
ciclo dedicado a la música clásica. Y dentro del mismo he tenido oportunidad de
asistir a un concierto de música de cámara ofrecido por el Quinteto Almazara. Se trata de un grupo de jóvenes
profesores, con un acreditado currículum de méritos, integrado por dos violines,
viola, violonchelo y clave. El repertorio estuvo dedicado a la música barroca, centrado en dos nacionalidades. Los italianos, representados por Antón
Vivaldi e Isabella Leonarda,
de un estilo más vivaz y alegre, y el barroco inglés más solemne en mi opinión,
representado por Henry Purcell
y George Friedrich Händel,
éste último prusiano de nacimiento, pero inglés de adopción. Todos ellos son
compositores que desarrollaron su obra entre finales del XVII y principios del
XVIII. El programa se elaboró a base de piezas cortas, sonatas y suites,
muy poco conocidas para un público aficionado pero poco experto, del que me
considero parte. Con carácter divulgativo, el primer violín se encargó de hacer
una introducción a cada una de las piezas, con pocos datos técnicos sobre las mismas
y algunas curiosidades de la biografía de los compositores.
El
concierto se inició con la Sonata nº12, op.1 “La Follia” de Vivaldi.
Se trata de una pieza muy original. Follia significa locura o frenesí, y
es el nombre de una danza popular portuguesa de carácter pastoril, que luego
pasó a ser aristocrática y española y finalmente adoptada por los músicos del
barroco italiano. Su originalidad consiste en una armonía que se repite de
forma cadenciosa(ostinato), introduciendo en ella pequeñas variaciones y
alterando el ritmo y el tempo de las mismas. Así hasta diecinueve variaciones en
este caso, desde las lentas que evocan melancolía hasta las trepidantes y
alocadas de carácter festivo.
En
segundo lugar, se interpretó la Suite en Sol menor Z.660 de Henry
Purcell, más sosegada con relación a la anterior pero igualmente alegre y
basada en esas danzas a las que eran tan aficionados los compositores de esta
época. Le siguió la Sonata úndécima de las 12 sonatas que compuso Isabella
Leonarda, una compositora bastante desconocida actualmente pero muy
conocida en su tiempo. Pasa por ser la primera mujer a la que le fueron
publicadas sus composiciones musicales. Era monja y vivió casi toda su vida en
un convento de Novara. Su estilo musical es equiparable a un barroco primitivo,
menos brillante en recursos técnicos y más austero, quizás en correspondencia
con la condición religiosa de la autora.
Alternando
entre barroco italiano e inglés, se llegó a la Suite en Si bemol mayor.
HWV354 de Händel, en cuatro cortos tiempos de danza; minueto,
coro, sarabanda y gavota. Para terminar de nuevo con Vivaldi
y su Concierto para cuerdas en Sol M RV.150 “Alla Rustica”, cuyo primer
movimiento, Presto, es quizás el más conocido y popular.
En mi
opinión la interpretación del quinteto fue bastante buena. Lamento no poder
aportar datos técnicos sobre la misma, porque mi escasa formación musical me lo
impide. Pero la buena música es como el buen vino, desconocer el nombre de sus
matices organolépticos no impide el disfrute de los sentidos.
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