viernes, 3 de enero de 2020

GRAN CONCIERTO DE AÑO NUEVO. Orquesta Sinfónica Ramón Garay


En los últimos años se prodigan en nuestra ciudad los conciertos de Navidad y Año Nuevo, estos últimos siguiendo la senda del que se interpreta anualmente en la Sala Dorada de la Musikverein. En general son un homenaje a la música centroeuropea del XIX y un nostálgico recuerdo del aristocrático ambiente de Viena que, junto con París, ostentó la hegemonía cultural en nuestro continente durante todo ese siglo. En mi caso los melifluos valses y las animadas polcas de los Strauss me hacen evocar la escena de la orquesta del Titanic, tocando impasible mientras el gran transatlántico imperial austro-húngaro se hundía a principios del XX.
         Este tipo de conciertos suelen reunir esos temas de baile junto a tradicionales canciones navideñas, todas muy populares y, por eso mismo  capaces  de convocar a gran cantidad de público en  teatros y salas de música. En mi opinión, el mayor aliciente de estas audiciones es la inclusión en el programa de algunas piezas que se alejan algo del esquema habitual sin romper del todo el predominio de las tradicionales que terminan con la popular marcha militar.
         Este año hemos asistido al Gran Concierto de Año Nuevo interpretado por la Orquesta Sinfónica Ramón Garay dirigida por Francisco Bernal. Una agrupación de unos 70 músicos, la mayor parte alumnos del Conservatorio de Jaén, creada en 2012, que está iniciando una brillante trayectoria en certámenes internacionales.
         La primera parte del programa incluyó ese tipo de obras algo divergentes de las habituales. Se inició con la obertura de Caballería Ligera de Franz von Suppé, un músico austriaco de origen belga que compuso numerosas operetas. Como dato curioso cabe señalar el triunfo de esta obertura, que todos reconocemos, frente al resto de la opereta de la que forma parte, que permaneció desde el principio casi ignorada. Por esa razón se suele interpretar separada de la misma y es una de las piezas más conocidas del compositor. El inequívoco aire de marcha militar, que evoca una carga de caballería decimonónica, resulta paradójico si tenemos en cuenta que el argumento de la obra es una historia de intrigas amorosas y el título, caballería ligera, alude al nombre de una compañía de ballet que, en la trama, dirige la protagonista. Resulta congruente, sin embargo, si consideramos que las operetas son obras cómicas y se basan a menudo en la parodia.
         En segundo lugar, se interpretó la Suite El cascanueces op.71a de Tchaikovsky. Se trata de un conjunto de ocho piezas que el genial compositor ruso seleccionó entre todas las que formaban el ballet del mismo nombre, destinadas a ser interpretadas en concierto. En realidad, esta suite obtuvo gran popularidad antes que el propio ballet y el público reconoce pronto las alegres melodías de los distintos números, desde la obertura inicial, siguiendo con las distintas danzas, la del hada del azúcar, la rusa, la árabe, la china, hasta finalizar con el muy conocido Vals de las flores.
         La segunda parte del programa se centró en las obras más tradicionales de estas fechas, comenzando por el villancico del compositor austriaco Franz Gruber, Stille Nacht, Heilige Nacht (Noche de paz…). Se interpretó después la famosa Barcarola de la opera Los cuentos de Hoffman, del alemán Jacques Offenbach, inspirada en antiguas canciones de los gondoleros venecianos. Una pieza que ha sido banda sonora de muchas películas, entre otras Titanic y La vida es bella. El concierto siguió con la interpretación de la Pizzicato Polka, compuesta por los hermanos Strauss. Una divertida polca compuesta en su totalidad con la técnica de ese nombre, que consiste en pulsar o pellizcar (pizzicato) las cuerdas de violines, violas y demás instrumentos de arco, como si fueran guitarras. Le siguió una de las obras más interpretadas, el famoso Danubio Azul, un vals que encanta al público con su romántica melodía. Finalmente se interpretó un popurrí de temas navideños. Una versión de Christmas Festival de Leroy Anderson que intercaló entre las canciones norteamericanas algunos villancicos españoles. La velada terminó con la Marcha Radetzky acompañada por las palmas del público.
         La interpretación de la orquesta fue muy buena en mi opinión, más si tenemos en cuenta la juventud de los músicos y la dificultad técnica de algunas piezas. El público que abarrotó el aforo del teatro quedó encantado y les premió con prolongados aplausos que fueron agradecidos con la interpretación de alguna obra extra y el bis de una de las danzas de El cascanueces.


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