Hace ocho años tuve ocasión de leer una novela de Carmen Posadas (1953) por encargo de mi club de lectura. Su título Hoy Caviar, mañana sardinas (2008), y a su comentario remito en una entrada de este mismo blog (miércoles, 17 de febrero de 2016 2016). En aquella ocasión redacté una crítica desfavorable sobre el libro, que califiqué de prejuiciosa porque era la primera novela que leía de esta autora. Ahora, con este nuevo encargo de mi club, creo que aquellos prejuicios se aproximan a certezas.
La bella Otero (2001) confirma mi opinión sobre la atracción que Carmen Posadas siente por el relumbrón de la alta sociedad en general, aquella que ilustra de eventos las revistas del corazón, la que en los años 70 del pasado siglo se conocía como la jet set y ahora no sé. Distintos nombres para un selecto club que ostenta riqueza real o aparente y frivolidad a raudales.
En esta ocasión la escritora, uruguaya nacionalizada española, retrocede en el tiempo para narrar la historia de Carolina Otero, una cantante, bailarina y cortesana, conocida como la Bella Otero, que triunfó en América y Europa entre finales del XIX y principios del XX, en un periodo conocido como la Belle Époque.
Los datos reales de su biografía son pocos y se resumen en lo siguiente: Nacida en 1868 en Valga, una aldea gallega. Pobre y analfabeta fue violada de niña y quedó desde entonces estéril. Abandonó su pueblo y trabajó en compañías de cómicos hasta que con 20 años fue descubierta por el banquero Ernest Jurgens que la promocionó en el sur de Francia. Presentada como una condesa andaluza con ancestros gitanos, alcanzó fama como bailarina exótica y realizó giras por todo el mundo. Admirada por su belleza, según el gusto de la época, triunfó también como cortesana (cocotte) y fue sucesivamente amante de grandes magnates de América y Europa, y supuestamente de todas las grandes testas coronadas del momento. Amasó una enorme fortuna en joyas y regalos. En 1914, ya declinando su carrera, se retiró del espectáculo. Su afición a juego causó su ruina en los casinos de Niza y Montecarlo y murió pobre y olvidada en 1965 a los 97 años. En conclusión, Carolina Otero supo forjar toda una leyenda en torno a su vida, a base de pura ficción que trasladó a los biógrafos del momento. En particular a una tal madame Valmont.
Con estos mimbres Carmen Posadas
escribe un libro a medio camino entre el ensayo biográfico y la biografía
novelada y expone esa intención en la introducción. Para ello introduce dos
voces en el relato. La primera es la propia Otero en los dos últimos
días de su vida que, presintiendo su muerte,
rememora su pasado cuando se le aparecen a modo de fantasmas distintos
personajes, amantes, rivales y otros de tiempos pretéritos. En ese proceso recrea su leyenda,
aunque en ocasiones desmiente ciertas falsedades evidentes. También hace
reflexiones que sugieren las propias de la escritora.
La segunda voz que se alterna con la
anterior es la de Carmen Posadas que nos muestra su investigación sobre
el personaje. En general lo real se reduce a partidas de nacimiento, alguna
carta autógrafa a o dictada de la Otero, fotos de su vejez y otras de
todos los reyes y grandes duques del momento, pero con toda lógica ninguna en compañía de la
famosa cocotte. El resto se remite a notas de prensa de la época y a sus
memorias, todas ellas afectadas por la leyenda. En resumen, el libro es un
ejercicio de metaficción, es decir ficción añadida a la ficción.
Entre los aspectos positivos quiero
destacar el estudio sociológico sobre la Belle Époque. Cita a las capas
pobres y oprimidas, pero se centra en seguida en los nobles y ricos. Se recrea
en las costumbres, la frivolidad e hipocresía de esa época, pero sin afán de
crítica sino con una soterrada admiración
hacia la liberalidad y el romanticismo
de los poderosos.
En la parte negativa del relato, la insistencia en los regalos que recibía la Otero y en particular de las joyas, que describe y enumera con minuciosidad. También incluye los vestidos y todo lo que pudiera interesar a la prensa del corazón. En este punto la historia resulta pesada.
Para terminar, un ensayo, novela o lo que se quiera, con una estructura narrativa que pretende ser original pero no consigue ocultar una trama tan liviana que sería más interesante si se dosificara por capítulos en las revistas de la prensa rosa.
Y por fin, una humilde súplica al CAL,
la institución que generosamente provee de lecturas a mi club. Espero no
recibir una tercera entrega de esta autora, sin pretender por eso menoscabar
el prestigio literario de su extensa producción, que ha sido reconocida y
galardonada con multitud de premios.
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