El argentino Julio Cortázar (1914-1984) fue uno de los escritores más destacados de conocido como boom latinoamericano, un movimiento datado en torno a la década de los 60 del pasado siglo, que incluye una nómina de autores algo imprecisa y tuvo la virtud de difundir en Europa y Norteamérica una literatura propia basada en la idiosincrasia cultural sudamericana y nuevas relaciones entre fantasía y realidad.
De Cortázar leí de muy joven Rayuela (1963), considerada una de las mejores novelas del boom, pero cuya complejidad estructural no supe apreciar dada mi inmadurez lectora de entonces. Valoré mucho mejor Historias de cronopios y de famas (1962) una colección de microrrelatos en los que el autor despliega una fantasía de tipo surrealista. Ahora llega a mis manos esta nueva colección de cuentos, especialidad en la que Cortázar destacó a la altura de Borges, al que admiraba a pesar de ser de ideología política opuesta. Porque la mentalidad de izquierdas también marcó la obra de nuestro escritor y siempre se mantuvo fiel a la misma, a pesar de algunos desengaños.
Las armas secretas (1959) fue su tercera colección de cuentos. Reúne cinco relatos y es el último el que aporta el título. Todos se desarrollan en París, ciudad en la que se exilió Cortázar en 1951 y donde vivió hasta su muerte. En una especie de epílogo se reúnen cartas en las que el escritor explica las historias reales que inspiraron sus relatos. La estructura literaria es muy parecida en todos. Narrador protagonista en primera persona. En una de ellas parece que es el alter ego del propio escritor.
Resumiré muy brevemente la trama de los cuentos, sin peligro de arruinarlos. En Cartas de mamá, el sentimiento de culpa y la necesidad de expiación concluyen en una especie de paranoia alucinatoria. En los Buenos servicios, es la humildad y simplicidad de la protagonista la que ignora la hipocresía social que resulta evidente para el lector. En Las babas del diablo, un narrador de realidad ambigua, cuenta un caso de perversa seducción. El perseguidor es el relato más extenso quizás el más realista porque la fantasía tiene que ver con brotes psicóticos inducidos por drogas. Es la búsqueda artística de la perfección imposible. Por fin, Las armas secretas es una historia de venganza y el único relato en que lo fantasmagórico se hace explícito.
En el juego entre realidad y lo fantástico, propio de la literatura sudamericana, no me resisto a comparar los enfoques de esa dualidad en distintos escritores. El cubano Alejo Carpentier lo define como lo real maravilloso, es decir la sorpresa ante lo inusual o inesperado, que en el escritor deriva en barroco surrealismo. En Gabriel García Márquez, el realismo mágico es la presencia de lo irreal, extraño o sobrenatural admitida por los protagonistas como algo cotidiano y común. En Jorge Luis Borges la fantasía se refugia en barrocos relatos impregnados de simbolismo y alegoría que ofrecen varias lecturas, como las capas de cebolla que el lector puede ir separando y penetrando. Por último, lo mágico o maravilloso en Cortázar está ligado a lo fantasmal y la alucinación dentro de una historia realista. En el trascurso de cada relato, el escritor argentino va descubriendo pequeños detalles sin aparente sentido hasta que encontramos la evidencia al final. Es como mostrar una estatua oculta por una tela e ir desvelando su forma poco a poco y por partes hasta retirar el velo y mostrarla en su forma real. En fin, citaré algunos otros escritores latinoamericanos que me gustaron por su particular forma de integrar fantasía y realidad, entre ellos Arturo Uslar Pietri, Juan Rulfo o Mario Vargas Llosa.
Para terminar, recomiendo estos magníficos cuentos, entendiendo no obstante que su lectura implica cierta complejidad para el lector. Un reto que merece ser asumido.
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