El entretenimiento es la finalidad más básica pero no la única ni exclusiva de la lectura. La misma intención se puede buscar en los medios audiovisuales, cine, radio o televisión. La buena literatura debe perseguir otros fines adicionales: incitar la curiosidad o el ansia de conocimiento, la intriga ante misterios apenas desvelados e incluso estimular el puro goce estético del lector.
Este corto prólogo me sirve para introducir la novela de hoy que en mi opinión cumple de sobra como literatura de evasión, pero muestra ciertas carencias en los otros aspectos citados.
María Iglesias (1976) es una inquieta periodista, ella se define como freelance. Como tal, ha presenciado el drama de los refugiados del Egeo y plasmado su compromiso testimonial en una interesante crónica, El granado de Lesbos (2019). Es también guionista y ha participado en varios programas de TV, entre ellos algunos de crítica literaria y fomento de la lectura. Esto último, y la incursión en la ficción narrativa justifican la promoción de esta escritora sevillana por parte del Centro Andaluz de las Letras, divulgando entre los lectores el libro que nos ocupa.
Lazos de humo (2007) fue su
primera novela. Se trata de una obra extensa que, a primera vista, podemos
calificar como novela histórica ambientada principalmente en Andalucía
occidental (Sevilla y Cádiz), entre finales del XIX y la guerra civil española.
Si bien es cierto que incide en aspectos sociológicos tales como el fenómeno
migratorio de los indianos, el desastre colonial del 98 y la abusiva
desigualdad entre las clases, se hace siempre de forma muy tangencial. En
cuanto a los hechos históricos concretos, se citan más bien en un sentido
cronológico para encuadrar en el tiempo los sucesos en la vida del protagonista.
La ambientación peca además de excesivo localismo, muy centrado en Sevilla,
aunque destila cierta veracidad a la hora de criticar algunos defectos de la
sociedad hispalense que todos reconocemos.
El eje de la ficción se centra en la
vida del protagonista principal, Germán Díaz: “El hijo de un carbonero que
luchó por salir de la pobreza y convertirse en abogado defensor de las causas
justas”, citando una de las frases promocionales. El relato se desarrolla
de forma lineal en el tiempo, desde el nacimiento e infancia en una pobre aldea
de Cantabria, en 1871, pasando por la emigración a Cádiz, el duro trabajo en la
carbonería compaginado con los estudios, bajo el estímulo y protección de su
gran amigo el periodista Eliseo. Después la culminación de los estudios de
Derecho, que emprende desde una utópica confusión con la justicia, y los
primeros triunfos y fracasos de juventud. En las últimas cien páginas, el
relato da un enorme salto temporal para terminar en la vejez del protagonista
en el marco de una época agitada, la segunda república, el alzamiento militar,
la guerra civil y la mísera posguerra inmediata cuando muere Germán.
La historia tiene por supuesto otros
personajes secundarios que representan los paradigmas sociales de aquella
época. Destacan entre ellos las mujeres que rodean al protagonista, sumisas
pero generosas unas, o inquietas y rebeldes ante aquella sociedad patriarcal en
incipiente declive. En cuanto a Germán, recubierto inicialmente
de tintes épicos en su esfuerzo personal y en sus vivencias, va perdiendo
fuelle y humanizándose a medida que predomina su orgullo y sufre sucesivos
fracasos sentimentales provocados por su frialdad emotiva en general y en
particular ante las mujeres. De ahí quizás ese título, “lazos de humo”,
que puede simbolizar ese egoísta desapego en sus afectos.
La novela es de una escritura
sencilla, con total ausencia de recursos de estilo literario. La trama
argumental es demasiado explícita, previsible y peca de una extensión
desmedida, todo lo cual provoca cierto cansancio en la lectura. Sin poner en duda que muchas mujeres del XIX
y principios del XX fueron pioneras en la defensa de los derechos femeninos, algunas de las protagonistas presentan rasgos demasiado actuales e impropios de
su época.
En fin, lo que comienza siendo una
especie de epopeya de ascenso social termina en melodrama folletinesco que me
hace evocar una serie de televisión a la que me hice adicto, Amar en tiempos
revueltos, en su primera temporada, interminable después en las siguientes.
Emotiva como esta novela, pero con la ventaja de poder disfrutar de un grato
duermevela en el sillón sin perder por esto el hilo argumental.
Con todo lo dicho no pretendo
desaconsejar la lectura. Lo entretenido es y será siempre popular, pero tiene
muchas alternativas no literarias.
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