jueves, 18 de noviembre de 2021

PORQUÉ NO SOY CRISTIANO. Bertrand Russell


 

    Se ha considerado a Bertrand Russel (1872-1970) como uno de los últimos grandes filósofos del siglo XX. Pero en su dilatada vida fue mucho más; educador, matemático, escritor, liberal, activista político y pacifista. Sus méritos fueron reconocidos con el Premio Nobel de Literatura en 1950, y en una entrada anterior a esta hice un resumen de sus muchos logros en distintos campos de la ciencia y las humanidades, por lo que no voy a insistir en los mismos.

     Porqué no soy cristiano se gestó a partir de una conferencia que el filósofo británico dio en Londres el 6 de marzo de 1927. Empezó a publicarse de forma aislada hasta que, en ese mismo año, se editó como libro junto a otros ensayos sobre religión y temas relacionados con la misma. Ya por el título, y confirmado tras la lectura, es fácil deducir que la tendencia de esta colección de escritos es atea o agnóstica, y por tanto poco recomendable para los fieles al cristianismo y por extensión a los de otras religiones

    Con fría pero aplastante lógica, Russell emprende la crítica de la religión en dos aspectos, el metafísico y el moral. En cuanto al primero, rebate por ilógicas, cada una de las llamadas “Cinco Vías” incluidas en la Summa Theologiae de Tomás de Aquino, mediante las cuales el teólogo pretendía demostrar de forma racional la existencia de Dios. Pero es en el terreno ético donde su crítica es más intensa en cuanto considera que los valores morales que defiende la religión han tendido siempre a proteger los intereses de las clases sociales dominantes y han supuesto un freno al desarrollo de la ciencia.

    Pero la temática de los ensayos es más amplia y se extiende a otros aspectos éticos, educativos y sociales. En algunos artículos, escritos en los años 30, vislumbra la crisis de la familia patriarcal y propone soluciones originales a la educación de los hijos.

    No me extenderé más sobre el contenido de estos ensayos escritos en un estilo claro y asequible a pesar de la complejidad conceptual de algunos temas. En resumen, Russel se manifiesta como librepensador, racionalista y progresista. Sus teorías no siempre fueron entendidas por sus contemporáneos que en algún momento llegaron a acusarlo de corruptor de la juventud. Una acusación que nos retrotrae a Sócrates, en un claro paralelismo entre el primero y último de los grandes filósofos. Por fortuna no corrió la misma suerte que el ateniense. Y es que los buenos filósofos, los que exponen sin temor sus ideas, son a menudo un peligro para los poderes establecidos y las ideologías dominantes.

 

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