miércoles, 29 de agosto de 2012

EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS. Dino Buzzati

    Dino Buzzati (1906-1972), periodista y escritor italiano, entró en la historia de la literatura con esta novela considerada como su obra maestra entre las pocas que constituyen su producción literaria, escrita en su mayor parte durante la primera mitad del siglo XX. Los estudiosos de la misma han destacado su inspiración en corrientes filosóficas y literarias como el existencialismo y el surrealismo, además de la influencia decisiva de Kafka. Sobre esto último poco puedo opinar, apenas conozco la obra del autor checo, pero sí encuentro coincidencias con su novela El proceso. En ambos casos se destacan la los absurdos de la burocracia.

    El desierto de los tártaros (1940) es en mi opinión una fábula existencialista. La trama narrativa es en realidad bastante simple. Un narrador omnisciente cuenta en tercera persona la vida del teniente Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza frente a un desierto.  También sus sueños y el anhelo de gloria que un improbable ataque de los tártaros le pudiera propiciar, una especie de destino heroico al que consagra su vida.

    La acción se sitúa en una época y lugar imprecisos, aunque los datos que se aportan (transporte a caballo, lámparas de petróleo) sugieren el siglo XIX y otros datos recuerdan mucho al imperio austro-húngaro. Hay que recordar que Dino Buzzati era milanés.

    No conviene profundizar en los avatares de la historia, pero sí destacar lo que el lector comprende conforme avanza en la lectura; que toda la narración es una alegoría en la que los lugares, principalmente la fortaleza, el desierto, y los personajes, tienen una segunda lectura simbólica. En ocasiones la analogía y el símbolo es claramente manifiesto y en otras muchas puede ser objeto de diversas interpretaciones, y creo que es precisamente esta posibilidad de lecturas múltiples la que ha favorecido el éxito de la novela.  Para empezar, se ha supuesto que la historia es una crítica velada al militarismo fascista ya que fue escrita en 1940 justo cuando Mussolini envió al ejército italiano al desierto africano a ocupar Abisinia, en una guerra colonial en la que Buzzati fue reportero. Aunque no se puede rechazar esta suposición, la carga alegórica va mucho más allá, al terreno de las vivencias, y podemos destacar aspectos como el inexorable paso del tiempo, la angustia vital y la soledad esencial del ser humano,  la existencia que nos cambia y conforma nuestro destino y no al contrario, la rueda de la vida o ciclo vital que se repite, el tiempo concebido como presente continuo, el ansia de libertad contrapuesta a la cobardía que nos hace acogernos a la seguridad, la imposibilidad de retorno al pasado, etc.

    Por otra parte, la novela tiene también un cierto componente surrealista que se manifiesta claramente en los sueños del protagonista igualmente cargados de simbolismo. La descripción de paisajes misteriosos, de ruinas, de brumas y de visiones irreales impregnan el relato de un cierto tono gótico que lo aproxima a criterios propios del romanticismo. En el desenlace, el protagonista se redime a sí mismo con un cierto tono épico, aceptando lo inevitable en una actitud muy próxima a la ataraxia de los antiguos estoicos.

    Para terminar, diré que esta lectura me ha provocado una cierta sensación de vacío y de desasosiego, pero al mismo tiempo no puedes dejar de leer porque te hace pensar y de alguna forma te incita a profundizar en las ideas filosóficas que trascienden lo puramente argumental.

    Se trata pues de una buena novela, pero difícil en cuanto que exige mucho del lector 



     

lunes, 20 de agosto de 2012

REBELIÓN EN LA GRANJA. George Orwell


Parece claro que  la experiencia  vital del escritor  siempre influye de alguna forma en su producción literaria. El espíritu viajero de Jack London  o Joseph Conrad, por  citar algunos  ejemplos, quedó plasmado en  sus novelas de aventuras. Pero si hay un escritor en el que tal supuesto  se cumple con exactitud ese es George Orwell (1903-1950), un hombre profundamente  marcado por sus vivencias personales. En su juventud militó en la policía imperial india lo que le hizo desarrollar un fuerte sentimiento anticolonial que expresó en su novela  “Los días de Birmania”. Después sobrevivió haciendo trabajos variados rozando en ocasiones la indigencia, lo cual recuerda en su novela  “Sin blanca en París y Londres”. El contacto con las clases sociales más desfavorecidas  lo reflejó en su obra “El camino a Wigan Pier” y su compromiso con la justicia social lo llevó a  posiciones políticas de izquierda y a alistarse voluntario  para luchar como miliciano en la guerra civil española, experiencia que plasmó en “Homenaje a Cataluña”. Durante la  Segunda Guerra Mundial  trabajó como periodista y pudo comprobar los excesos del nazismo pero también se le hicieron patentes los abusos del estalinismo. Fruto de su aversión hacia los totalitarismos fueron sus dos mejores novelas, “1984”  y ésta que comentamos hoy, ambas convertidas en auténticos clásicos de la literatura moderna.
          Rebelión en la granja (1945) es una novela corta que fue concebida por el autor como una fábula satírica contra el estalinismo. Cuenta la historia  de los animales de una granja que se rebelan contra sus dueños y establecen un sistema de convivencia que termina degenerando en una nueva tiranía. Para los que conocen la historia es fácil identificar  en cada uno  de los animales el correspondiente  personaje histórico o grupo social del periodo en que Stalin dominó el régimen comunista en la Unión Soviética. Pero la novela tiene una segunda lectura  que trasciende la crítica  del estalinismo para profundizar en la corrupción que a todos los niveles engendra el poder político, que a falta de control tiende hacia el totalitarismo. En esta segunda lectura el mensaje es claro y puede ser captado por cualquiera con independencia de sus conocimientos históricos, por tal motivo la novela ha sido utilizada a menudo como herramienta educativa para  escolares en asignaturas de  formación democrática  ya que su lenguaje además es sencillo y bastante asequible.
          George Orwell fue siempre un escritor políticamente incorrecto. Ahora sabemos que durante años fue vigilado  por la policía inglesa por su militancia izquierdista y que, justo cuando terminó  “Rebelión en la granja” la novela tuvo problemas para encontrar editor porque en 1945, a finales de la guerra mundial, la URSS era aliada  de Gran Bretaña  y la fábula era tan clara en sus alusiones que podía ofender a Stalin. Lo cierto es que el escritor y periodista británico, además de inoportuno y molesto para el poder político en aquellos años, es reconocido hoy como ejemplo de intelectual comprometido  con sus ideales.
          En cuanto a la novela, mejor que comentarla es leerla directamente. Es de fácil  y breve lectura, nos  hará pensar  y nos divertirá  al  mismo tiempo. 

lunes, 13 de agosto de 2012

UNA MISMA NOCHE. Leopoldo Brizuela


El joven escritor argentino Leopoldo Brizuela ha ganado el premio Alfaguara 2012 con esta novela que ha sido definida por la crítica de promoción como un “thriller existencialista” intentando quizás llamar la atención de un público adicto a este tipo de literatura de suspense; una calificación con la que no estoy de acuerdo en absoluto. Porque es cierto  que  la historia  comienza con un hecho inquietante, un robo  en casa de los vecinos del protagonista, que  parece contar con una cierta complicidad de la policía, y le hace evocar otro allanamiento policial de esa misma casa ocurrido treinta años antes, en 1976 durante la dictadura militar argentina. También es verdad que la trama se intenta presentar como una investigación del pasado y que se van desvelando sucesivamente elementos del mismo pero, en mi opinión, carece de la necesaria tensión dramática  capaz de mantener en vilo al lector y en suma generar verdadero suspense.
           La novela tiene para mí otros valores.  No es un relato sobre  la violencia  estatal  y los excesos de la dictadura argentina, como puede parecer a primera vista. Se trata más bien de una indagación sobre la memoria individual y colectiva, de cómo el miedo y la culpa pueden  alterarla  e inducir  a la confusión y  al olvido. El miedo común  a victimarios y víctimas que prefieren olvidar, que produce una especie de amnesia parcial que no distingue bien entre  verdad y recuerdo. Es también una estupenda reflexión sobre  la cobardía, la colaboración con el terror, el sentimiento de culpa y su expiación.
La trama argumental está dividida en dos tiempos, el pasado de 1976 y el presente de 2010, que se suceden y alternan en capítulos titulados con las letras del abecedario, terminando en la Z con un angustioso cuadro negro  que nos  hace evocar  el agujero  negro  de la memoria  y aquella frase final de Marlon Brando en  Apocalypse   Now, “¡ el horror…el horror¡”.  La historia va de menos a más a pesar de la escasa tensión que antes destacábamos. El narrador-protagonista, Leonardo Bazán, tiene notables similitudes  con el escritor, incluso  las iniciales de su nombre, por lo que, aunque éste lo niega en el epílogo, cabe suponer un marcado poso autobiográfico en una historia  narrada en primera persona  con la finalidad reconocida de utilizar la literatura como forma de  confesión y expiación de la culpa además de conjurar lo que el protagonista define como “miedo al miedo”. Entremezclada en la narración encontramos además  la descripción de cómo se gestó  la novela en la mente del escritor de forma paralela a la evocación del pasado, las notas, y la investigación. El título de las partes en que se divide la obra: novela, memoria, historia, sueño, parecen aludir a las distintas fases de esa  gestación.
          Una misma noche es en mi opinión una novela interesante  en base a los aspectos que se han destacado, siempre que no se pretenda hacerla pasar por lo que no es. No sé si por “existencial” se entiende la complejidad de  la existencia, o los conflictos íntimos del ser humano, pero  no creo que cumpla los criterios  que definen un thriller. Entre sus aspectos negativos, solo en cuanto al lector español, destacaré el abuso de términos argentinos, particularmente del lunfardo, la jerga local porteña. Nada insalvable actualmente  gracias a la ayuda de Internet

lunes, 6 de agosto de 2012

EL TEMBLOR DEL HÉROE. Álvaro Pombo


Álvaro Pombo es un autor consagrado y reconocido de nuestras letras, elegido en 2004 miembro de la Real Academia Española  ha  sido  galardonado con múltiples premios literarios, es además un personaje controvertido como político y activista por lo polémico de algunas de sus declaraciones en estos y otros ámbitos de su personalidad pública.  Controvertida y discutible es también su última novela, El temblor del héroe, ganadora del premio Nadal de este año 2012. Las opiniones sobre la misma oscilan entre aquellos que la califican como novela vanguardista e innovadora además de  una apuesta arriesgada, hasta los que la consideran una obra experimental, ambigua, confusa, y un proyecto fracasado no merecedor de tan prestigioso premio.
          Se trata  desde luego de una novela extraña  porque la ficción literaria está impregnada de un trasfondo filosófico y de un análisis psicológico de los personajes que por momentos le hacen parecer un ensayo. No he leído otros libros del autor pero me parece que estos componentes son frecuentes en su obra ya que él mismo  define su método  literario como psicología-ficción. El personaje principal es Román, un profesor universitario jubilado en plena decadencia, nostálgico de sus tiempos de enseñante, que ha establecido complejas relaciones  con dos de sus antiguos alumnos  a medio camino entre lo intelectual y lo sentimental, pero en realidad es indiferente a todo lo que le rodea. Un nuevo personaje, el joven Héctor entra en su vida. El viejo profesor siente curiosidad por su nuevo amigo que arrastra un drama personal en el cual  será incapaz de implicarse. Aunque toda la trama argumental gira en torno de Román, el auténtico héroe es Héctor, capaz de luchar y sacrificarse por lo que quiere, no en balde su nombre nos recuerda al héroe  homérico  con el que tiene un cierto paralelismo simbólico. Una historia relativamente simple es el terreno que da pie al autor para plantear y analizar algunos de  los grandes asuntos de las relaciones interpersonales; la traición, la cobardía, la insensibilidad ante el dolor ajeno, el sentimiento de culpa y arrepentimiento, el amor y la homosexualidad, en suma muchos de los  problemas  existenciales del ser humano. El escritor ha querido darle también un sentido simbólico a su narración cuando declara que “es una historia sobre la indiferencia y pasividad de los intelectuales hoy en día”.  También  le gusta decir que: “no escribe historias sino que las explica”, y esto se pone de manifiesto en la  técnica narrativa de la novela, original en cierta medida. La historia está contada en tercera persona por un narrador omnisciente que se identifica con el propio escritor, que está en un plano de superioridad casi olímpica desde el cual conoce los pensamientos y los sentimientos de los personajes, se atreve a analizarlos y opinar sobre los mismos y se los explica al lector  intentando establecer con él  una relación de complicidad. Hasta se permite la humorada de citarse a sí mismo en el relato. El lenguaje utilizado oscila entre lo culto, con sobreabundancia de citas filosóficas de Marcuse, Nietzsche, Barthes, Kierkegaard, entre otros muchos, hasta giros y términos de la actual jerga juvenil.
          Hasta aquí todo lo que de bueno puede decirse de esta novela.  En el lado negativo del balance hay que destacar  el exceso de reflexión y la falta de acción. Los conflictos de los personajes parecen más psicológicos que reales y de esta forma la historia fracasa en sostener un ritmo dramático ascendente capaz de mantener el interés del lector. Las abundantes citas en latín e inglés demuestran la gran erudición del autor pero en muchas ocasiones aportan poco al relato y no están justificadas. Ya se sabe que  cultura y pedantería están muchas veces separadas por una fina línea  y creo que en esta ocasión el límite se rebasa  con  frecuencia.
          En resumen, se trata de una novela ético-filosófica densa, bastante ambigua y algo pedante. Sólo el hecho de ser corta la salva del total aburrimiento del lector.