Dentro de
la literatura grecolatina, la obra que hoy comentamos no deja de ser una mera
anécdota histórica, al menos para mí, carente de formación académica
especializada y solo motivado por la curiosidad de aficionado a los clásicos.
Desde mi perspectiva Aulo Gelio era un autor casi
desconocido frente a otros como Homero, Cicerón, Tucídides, Tácito, o Plutarco,
quizás los más célebres entre los de aquella remota antigüedad que fue el
germen de nuestra cultura occidental.
Poco es lo que sabemos de este escritor
romano del siglo II d.C; que vivió entre los principados de Adriano y Marco
Aurelio, viajó por Grecia y se educó con
los mejores maestros y filósofos de su época,
y en fin nos dejó esta obra fruto de su gran erudición. A priori,
y a falta de información, su título me sugería una colección de poesía lírica.
Nada más alejado de la realidad.
Las Noches áticas pertenecen a un tipo de literatura clásica conocida
como libros de misceláneas, es decir, colecciones de temas variados,
expuestos sin un orden preconcebido, con afán divulgativo o de simple
entretenimiento. Esta es al menos la intención que el escritor proclama en el
prefacio. En cuanto al título, lo justifica cuando explica que hizo una
recopilación de notas recogidas previamente y les dio forma literaria durante
las largas noches de un invierno que pasó en Atenas. Así llegó a reunir 20
libros –equivalentes en extensión a nuestros capítulos- de los que se han conservado todos menos el
octavo. Como se ha dicho, los temas tratados no están ordenados por materias pero
al principio de cada libro se hace una lista de los mismos a modo de resumen. En lo referente al contenido, es muy
variado aunque casi una tercera parte trata de gramática latina y griega.
Como es natural ese bloque temático, capaz de entusiasmar a estudiosos y filólogos
latinos, es bastante tedioso para los simples aficionados y en mi caso he
pasado por alto la mayoría de sus entradas, salvo las referidas a etimología
ya que siento un interés especial por el origen de las palabras. La parte
dedicada a literatura interesa por cuanto da noticias de escritores antiguos
cuya obra se ha perdido. Sobre la historia incide en aspectos biográficos y
hechos de personajes, la mayoría del periodo republicano. En derecho comenta
muchas leyes e instituciones políticas y nos muestra su admiración por la
primitiva Ley de las XII Tablas, y es gracias a sus comentarios que
actualmente conocemos el contenido de
estas leyes que fueron el origen del ius civile romano y por tanto de
nuestro actual Derecho Civil. En cuanto
a filosofía, nos muestra su afinidad con Cicerón y los filósofos neo-platónicos
y estoicos, al tiempo que es un claro detractor de las ideas de Séneca que
intenta desacreditar siempre que puede. En geografía resume los conocimientos
de su época, y en medicina destaca aspectos tan actuales como los beneficios de
la lactancia materna. En fin, la temática es tan variada que resulta imposible
de clasificar. Va desde cuestiones serias como la organización del ejército,
las funciones políticas de las magistraturas, o la elección de las vestales,
hasta asuntos de apariencia trivial como la moda en vestido y calzado, la
organización y desarrollo de un banquete, e incluso llega a niveles de puro
cotilleo cuando critica las túnicas de manga larga que considera indecorosas en
los hombres.
Los estudiosos suelen dividir la
evolución intelectual de una determinada cultura en tres periodos. En el
primero, llamado arcaico, se establecen los fundamentos religiosos,
institucionales, y artísticos mediante la recepción de tradiciones orales y su
fijación por escrito. El segundo, llamado clásico, supone el cenit
cultural y en cuanto a creación literaria. El tercero, el post-clásico,
viene representado por la erudición, la casi ausencia de creación, y la
recopilación de los saberes clásicos en códices. A este último periodo de la
cultura romana pertenece Aulo Gelio y otros escritores de su época.
Admiradores del lenguaje arcaico, de las primitivas virtudes del pueblo romano,
de las instituciones republicanas, cuando el Imperio había llegado a su máxima
extensión con Trajano y amenazaba hundirse tras Marco Aurelio, y después que
Horacio, Virgilio, y Ovidio, lograran alcanzar la cima de la literatura latina.
No son creadores sino estudiosos interesados en la arqueología cultural, que
plasman sus conocimientos en recopilaciones de leyes, tratados de historia
natural o misceláneas como ésta. Los pocos literatos de este periodo, como Apuleyo,
abandonan la elegancia clásica y se tornan barrocos en su estilo. Este es el
contexto histórico en el que se inscribe esta obra.
Lo dicho no debe ser motivo para
menospreciar estas Noches áticas. Gracias a Aulo Gelio tenemos
noticias de escritores, filósofos, e historiadores casi desconocidos. También
de instituciones políticas, costumbres, y otros muchos aspectos sociológicos.
Su valor como fuente histórica es pues fundamental para los estudiosos y, a
través de sus ensayos y trabajos, también para los aficionados a la cultura grecolatina.
Una advertencia final. Por más que la
obra abunde en curiosidades y anécdotas, no deja de ser algo parecido a una
enciclopedia, y además desordenada. No es pues un libro para leer de un tirón,
ni siquiera en varias etapas. Es más bien un plato para degustar a pequeños
bocados y distanciados en el tiempo, a ratos perdidos. Si no lo hacemos así
corremos grave riesgo de indigestión.