La novela histórica se configuró como tal con los escritores románticos
del XIX, y entre ellos podemos considerar al escocés Walter Scott como
un auténtico pionero. El siglo XX consolidó el éxito de este subgénero con
autores y títulos inolvidables; Mika Waltari (Sinué el egipcio), Robert
Graves (Yo Claudio), Umberto Eco (El nombre de la rosa), o Marguerite
Yourcenar (Memorias de Adriano), este último, para mi gusto, el mejor
título de este género.
El éxito de la novela histórica se mantiene en la actualidad gracias a
la feliz combinación de un relato de aventura e intriga en un contexto de
realidad histórica que resulte ilustrativo y ameno para los lectores no demasiado familiarizados con la Historia. Pero al socaire del éxito editorial
de aquellos grandes títulos, medraron escritores y novelas de calidad más que discutibles. En ellas encontramos personajes a menudo anacrónicos; centuriones romanos que se expresan como marines norteamericanos, o heroínas de la antigüedad que manifiestan ideas
feministas muy actuales. A menudo los protagonistas están desdibujados y sus
insulsas aventuras son una mera excusa para exponer, de forma bastante
explícita, unos hechos históricos que parecen relatados con finalidad
exclusivamente didáctica. Y qué decir de aquellos autores que pretenden
encubrir sus carencias literarias con una buena documentación histórica. En
fin, la abundante producción en este subgénero nos obliga a ser
críticos a la hora de seleccionar una lectura, y conviene no dejarse arrastrar
fácilmente por el último superventas. Modestamente puedo decir que he leído
bastantes novelas de este tipo y asegurar que no es oro todo lo que reluce.
Junto a unas cuantas excepcionales, y otras bastantes desastrosas, predomina un nivel
de calidad medio. La cuestión en estas últimas es que resulten amenas y de
fácil lectura.
Esta opinión, un tanto pesimista, sobre la novela histórica y sus
mixtificaciones actuales, solo traduce mi cautela al iniciar una de éstas. Por
suerte no justificada en la que hoy comento.
Horas para Wallada (2009) de Miguel Ángel Cáliz
creo que bien merece una valoración positiva. Está ambientada en la Granada
nazarí entre los años finales del siglo XIV y principios del XV, unos noventa
años antes de su conquista por los Reyes Católicos. Un periodo de esplendor
cultural y artístico islámico, justo en el momento que el reino comienza su
decadencia política, una coincidencia que es casi una constante histórica. La
protagonista es una joven de origen provenzal, criada en Génova, cuyas peripecias
vitales la llevan hasta Granada, donde adopta el nombre de Wallada, una
antigua poetisa cordobesa de época califal, y convertida al Islam termina
siendo la favorita del sultán Muhammad VII (1392-1408). De esos
dieciséis años de reinado existen pocas fuentes históricas: El padre, Yusuf
II asesinado en una conspiración; ascenso al poder ilegítimo y encierro de
su hermano en el castillo de Salobreña;torpeza política frente a Castilla; ilusorio
expansionismo militar con pequeñas razzias de frontera y derrotas en
batallas decisivas; muerto a los 38 años de enfermedad con sospecha de
envenenamiento; sin hijos, le sucede su hermano Yusuf III, el heredero
encarcelado.
Con estos pocos datos históricos, el escritor tiene la habilidad de recrear un perfecto retrato de época del reino nazarí.
El difícil equilibrio con los reinos vecinos, entre una Castilla cada vez más
agresiva y el reino benimerín de Marruecos, antaño un aliado militar y ahora
debilitado y solo interesado en el control del estrecho de Gibraltar. También
de la neutralidad y apoyo comercial del reino de Aragón y la república de
Génova. La ambientación se recrea en aspectos culturales, en el carácter de los
granadinos nazaríes, en las continuas intrigas políticas de los clanes rivales
y el papel del harem y las favoritas en la complicada política. En fin,
vislumbramos un mundo complejo, culto y refinado, en franca decadencia y aún
ignorante de su trágica desaparición.
Como suele suceder en estas novelas, Wallada escribe sus
memorias, evocando el pasado mientras cuida en su lecho de muerte al sultán y
desde ese presente relata en tercera persona sus aventuras en esos años de
reinado. Es una mujer inteligente y pragmática que aprovecha sus encantos para
encumbrarse como favorita y desde ese
privilegio participa activamente en la política.
Como los diálogos son inexistentes y escasas las reflexiones de la protagonista, su perfil psicológico queda algo desdibujado y sus aventuras, a partir
de la llegada a Granada, coinciden con
los avatares del reino. En este sentido, el equilibrio entre ficción y realidad
queda relativamente descompensado. Estamos ante una pequeña protagonista en un
gran escenario histórico.
En el perfil literario, todo son aspectos positivos. Lenguaje sencillo y
elegante. Con los términos antiguos justos y necesarios para ambientar el
relato pero sin abusar ni dificultar la lectura. Los anacronismos son muy escasos
lo cual es de agradecer. En resumen, una buena novela, de lectura agradable y
fácil. Con calidad literaria y una trama interesante aunque algo previsible.