El malagueño
Miguel Torres López de Uralde
(1966) es un escritor poco conocido a pesar contar en su haber con
varios premios de ámbito local o regional. Quizás por esa razón esta novel
novela ha sido una propuesta de mi club de lectura, patrocinado por una institución
autonómica empeñada en la difusión y promoción de estos autores.
Los
que esperan (2008)
trata un tema que puede resultar muy próximo a cualquier lector. Se trata de
los sentimientos, a veces contradictorios, que provoca la pérdida de un
familiar. Esa mezcla de esperanza ilusoria y de angustia e impotencia ante una
muerte que parece inminente. La novela está ambientada en la sala de espera de
UCI de un hospital. El narrador en primera persona, acude allí a visitar a su
padre que agoniza en situación de coma. El relato evita el fácil recurso
melodramático y se centra en los sentimientos del protagonista, o más bien en
la ausencia de los mismos, porque se trata de una persona carente de empatía
hacia los demás, en mi opinión una especie de anti-héroe. Las descripciones del
ambiente hospitalario son tan precisas que hacen pensar en experiencias vividas
por el propio escritor. La trama argumental se enfoca hacia otros personajes
secundarios, Camacho en particular, un hombre que se resiste a admitir la
pérdida de su hijo en un accidente de tráfico. La tensión narrativa apenas se
mantiene gracias a circunstancias inquietantes cuya resolución se va
dosificando a lo largo de la historia para mantener la atención del lector.
Lo que más llama la atención en la
novela es la casi total ausencia de estilo literario, es decir, esa mezcla de
lenguaje definido, figuras retóricas y otros recursos, que son la
forma en relación al contenido. En resumen, lo que convierte un simple relato
en literatura. El estilo aquí es tan sobrio que empobrece lo narrado hasta el
punto de hacer algo tediosa la lectura.
Y no obstante, de forma paradójica, debo
reconocer que este libro animó bastante el debate entre los asistentes a
nuestro club de lectura, no en cuanto al análisis literario sino por los sentimientos
que despierta en el lector y porque estimula un mirada introspectiva sobre
nuestra propia experiencia en torno a la pérdida y la muerte, además de
fomentar la polémica sobre la eutanasia y otros temas tratados de forma
tangencial en la novela.
En resumen, una obra que podría resumirse
en una frase: Mucha experiencia vital y menos literatura.