La naturaleza y la vida rural han sido desde antiguo fuente de inspiración literaria. Baste citar dos insignes ejemplos: El poema de Horacio que comienza con el verso “Beatus ille…” y la “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León. Ambos poetas eran hombres de ciudad y utilizaron el elogio de lo simple y natural como velada crítica a la política y el poder, en el caso del romano, o como ascesis místico en el humanista de la escuela salmantina. El caso de Andrés Ortiz Tafur (Linares,1972) es distinto. Su valiente retirada al relativo aislamiento de la Sierra de Segura parece un auténtico giro copernicano desde su pasado de urbanitas. La absoluta adhesión a los valores éticos y estéticos de una vida sencilla impregnan toda su obra, y es tan sincera e intensa que implica al lector, porque es bien sabido que el apostolado siempre sucede a la fe. Quizás sea excesiva esta comparación religiosa, pero en el sentido antes citado, algo de intención didáctica encuentro en esta colección de textos que hoy comento.