Como muchos
lectores, tengo mis prejuicios, a veces frívolos y precipitados, antes de
iniciar la lectura de un libro. Cuando se trata de novelas, desconfío de títulos aparentemente
profundos y de portadas poco, o nada sugestivas.
Y con algún recelo inicié ésta, propuesta por mi club de lectura; una escritora
de la que no tengo referencia alguna; un título bastante ambiguo que da a
entender soluciones vivenciales; y una portada colorista pero anodina, que
parece sugerir que el continente es más importante que el contenido. En fin,
malas sensaciones que se han visto finalmente confirmadas.
Anna Gavalda (1970) es una periodista
parisina que colabora con la revista de
moda y belleza femenina, Elle (otro mal presagio). Desde principios de
siglo ha escrito hasta siete novelas y parece que varias de ellas fueron
superventas en Francia.
La sal de la vida (2001) fue su primera
incursión en la narrativa. Se trata de una novela de corta duración cuyo resumen de
contraportada reproduzco aquí literalmente: “Simon, Garance y Lola, tres hermanos
que se han hecho ya mayores, huyen de una boda familiar que promete ser
aburridísima para ir a encontrarse en un viejo castillo con Vincent, el hermano
pequeño. Olvidándose de maridos y esposas, hijos, divorcios, preocupaciones y
tristezas, vivirán un último día de infancia robado a su vida de adultos”. Y ya
está, ese es todo el argumento, simple, poco emotivo y saturado de tópicos. Los
hermanos pretenden ser progresistas en medio de una sociedad burguesa e
hipócrita representada por Carine, la esposa de Simón, objeto de
crítica y burla por parte de sus cuñadas. Pero se trata de un progresismo
desengañado del “mayo del 68”, más estético que ideológico, más
nostálgico de la juventud que basado en firmes convicciones. Pretenden ser
rebeldes y huyen de una boda familiar convencional tachando de pijos a
sus primos, para terminar invitados en
una boda rural en la que tampoco encajan
porque se burlan de la rudeza y la forma de vestir de los lugareños. En fin, en
mi opinión una trama argumental simple y
superficial porque no profundiza en el carácter de los personajes. Un historia
sin alternativas ni verdadera acción, que no consigue enganchar al lector.
El relato
está narrado en primera persona por una de las protagonistas, Garance, con
rasgos de carácter, opiniones y forma de vida en las que se intuyen
coincidencias autobiográficas con la autora. Es lineal y abundante en diálogos
de estilo coloquial. Volviendo a la trama, y de forma tangencial, se manifiesta
una ligera crítica a la xenofobia de amplios sectores de la sociedad francesa;
además de la ropa desenfadada aunque de marca, es el único rasgo progresista de
estos hermanos que bien pudieran ser votantes de esa derecha civilizada
francesa que aún rechaza a Marine Le Pen.
Para
terminar, una historia cuyo principal atractivo es su corta duración. Soy
consciente que esta opinión negativa resulta poco rigurosa en la exposición,
e incurre en parecidos prejuicios y
superficialidad que critica, pero la novelita tampoco merece mayor esfuerzo.