Las escritoras zaragozanas Ángeles Irisarri y Magdalena
Lasala suman entre ambas una producción
narrativa de cierta entidad centrada principalmente en la novela histórica. La primera enmarca sus novelas en los reinos
cristianos durante la transición entre Alta y Baja Edad Media (siglos X, XI).
La segunda en el Califato cordobés y los incipientes reinos de taifas durante
el mismo periodo. En esta colección de relatos han colaborado para aunar e ilustrar, bajo un enfoque complementario, la convivencia de dos culturas aparentemente enfrentadas; el esplendor del Al-Ándalus
musulmán a las puertas de su decadencia, y los embrionarios reinos del norte peninsular que iniciaban ya la reconquista bajo el estandarte de la cruz.
Dos mundos en absoluto estancos sino más permeables de lo que a veces nos hizo
creer la historiografía oficial.
Moras y cristianas (1998) indica, ya desde el propio título, la clara
intención de hacer visible a la mujer medieval en sus ilusiones y
frustraciones, en sus miedos y alegrías, pero también en la valentía para
enfrentarse a la adversidad y en el decisivo papel de algunas de ellas en la
política o el arte de su época. Pero más allá de eso, los cuentos resultantes
nos ofrecen en su ambientación un fresco bastante verosímil de esos dos mundos,
islámico y cristiano, aún no definitivamente enfrentados por el fanatismo
religioso, donde fue posible la tolerancia y la convivencia de mozárabes,
muladíes, moriscos y judíos como minorías aceptadas.
La estructuración de los relatos nos recuerda las Vidas
paralelas de Plutarco al emparejar a las protagonistas, moras con
cristianas, pertenecientes a variadas profesiones y tipos, desde esclavas,
prostitutas y campesinas, ascendiendo en la escala social hasta intelectuales,
nobles y reinas. De algunas historias se puede entresacar una moraleja; el
ansia de libertad, el orgullo castigado o la avaricia que arrastra a la muerte.
La mayoría de las protagonistas son ficticias, aunque se las rodea de
personajes reales secundarios que refuerzan la ambientación sin que sus actos
se ajusten exactamente a la realidad. Algunas, como Wallada la princesa
poeta, Ende pintora de miniaturas, o la reina Toda de Navarra son
figuras históricas recogidas en las crónicas, aunque también en ellas se
destacan aspectos más literarios que rigurosamente históricos. A fin de cuentas,
la historia, si además es antigua, tiene siempre un importante componente
legendario y subjetivo, elementos imprescindibles de todo buen cuento.
En los relatos de cristianas se aprecia bien la
buena formación histórica de Ángeles Irisarri. Por el contra, en los de Magdalena
Lasala predomina más lo poético y literario, hasta el punto de recordarnos
los cuentos de Las mil y una noches. Se ha criticado en ambas que sus
protagonistas femeninas son en cierta forma antagónicas del prototipo de mujer
medieval. Yo no diría tanto, pero es cierto que sus habilidades y deseos de
liberación superan en mucho lo previsible en esa época. También lo es que, en
muchas ocasiones, ponen en boca de sus personajes dichos o reflexiones intimas que
son más propias de la mujer actual.
En referencia a la ambientación, me parece un tanto
excesiva en destacar los tópicos históricos que todos tenemos asumidos sobre la
superioridad cultural y técnica de los musulmanes de Al-Ándalus. Demasiada
opulencia en éstos frente al atraso de los cristianos.
Se trata en definitiva de una colección de relatos
breves, con bastantes aciertos en amenidad y en lo divulgativo frente unas
pocas carencias relativas al rigor histórico y algún exceso en el refuerzo de ideas
preconcebidas. Agradables de leer, pareja por pareja, de forma discontinua a
ratos perdidos.