Este libro resulta buen ejemplo para ilustrar como se puede elaborar un argumento a partir de
elementos temáticos heterogéneos y en principio inconexos, pero bien
amalgamados y estructurados, para conseguir una historia atractiva que sustente
la atención del lector hasta el desenlace. Creo que ese resultado lo ha
alcanzado, en este caso y con cierta maestría, Joaquín Pérez Azaústre (1976),
escritor cordobés que, a pesar de su relativa juventud, tiene editada ya una
considerable obra literaria en géneros como poesía, novela y ensayo, que
alterna con frecuentes colaboraciones en prensa.
La
suite de Manolete (2008)
es la cuarta y penúltima de sus novelas. Un relato de intriga con matices de
serie negra que mezcla con inteligencia ficción y realidad, en un juego que
especula con los imprecisos límites entre una y otra, cuestión muy de moda en
la narrativa actual. La historia se localiza temporalmente en 1989, y los
protagonistas son tres amigos, antiguos compañeros de estudios, Bruno Díaz, Fabián Alder y Jon Garcés.
A éste último le encargan una biografía sobre Manolete y muere de forma
inesperada y sospechosa. El suceso coincide con el estreno de una ficticia
película sobre el diestro cordobés, del mismo título que la novela, producida
por un ambicioso magnate de la presa con cierto perfil mafioso. Bruno inicia
una investigación que lo sumerge en una espiral de acción mientras indaga sobre
inquietantes hechos del pasado, y es en ese terreno donde lo real penetra en la
trama. Por lo pronto aparece otra película, Brindis
a Manolete (1948) de Florián Rey
que se estrenó un año después de la muerte de aquel, protagonizada por Paquita Rico y Pedro Ortega, un actor mediocre pero casi un doble del torero
(véase foto de portada). También se incorpora al relato el conocido como asunto Adonais 1950, una especie de
fraude literario protagonizado por el poeta José
García Nieto y una falsa poetisa, Juana
García Noreña, pseudónimo con las mismas iniciales del escritor, que
escondía a una mujer real, Angelines
Fernández Borbolla, utilizada en una farsa que la mantuvo en candelero durante un tiempo hasta ser descubierta
y desaparecer después cuando dejó de ser
noticia. Un destino que guarda cierta similitud con el de Lupe Sino, la actriz y novia de Manolete que compartió con el
diestro las portadas de las revistas del corazón y se eclipsó totalmente tras
su muerte en 1947. En la evocación de esas historias del pasado, algunos de sus
protagonistas reales penetran en la trama como personajes que dialogan con los
ficticios en un juego de matiz metaliterario; tal es el caso del periodista Eduardo Haro Tecglen o el propio poeta García Nieto.
En
el desarrollo argumental, entre exposición y desenlace, se intercala, a modo de
largo inciso que ocupa un cuarto del texto completo, una biografía novelada de
Manolete, la redactada por el amigo de Bruno,
Jon Garcés. Es aquí donde el
novelista da rienda suelta a su admiración por el torero, reconocida en las
notas finales, y nos ofrece su imagen a medio camino entre lo épico y el
lirismo, entre la pose austera y solitaria del héroe y su íntima necesidad de
amor, entre el opresivo peso de la fama y la alegría vital de la juventud. Una
imagen que no evita algunos claroscuros del personaje que humanizan su figura.
Porque Manolete fue un mito necesario en la mísera, humillada y autárquica
España de posguerra. Tenía todas las condiciones necesarias para serlo y la
principal, la imprescindible desde Aquiles y Alejandro, fue su prematura y
trágica desaparición, esa muerte que inmortaliza al héroe, lo fija en una
eterna juventud sin mácula y lo conduce a la apoteosis mítica.
La
biografía no supone una defensa de la tauromaquia, y digo esto para alivio de
anti-taurinos y animalistas en general, lo que interesa aquí es sólo el hombre
y su mito. A su tono poético solo hay que reprocharle la inclusión, a modo de
copia y pega, de unas pocas notas de prensa sobre las corridas del diestro
cordobés. Y aunque parezca una digresión, está bien trabada con la trama sin
llegar a romper totalmente el hilo conductor de la acción, de forma que se
consigue mantener la tensión durante todo el relato.
Valorada
en su conjunto, a la historia solo cabe reprocharle algunos aspectos poco
creíbles en Bruno, el protagonista
principal, y tampoco añade ningún plus el epílogo, con un salto temporal de
cinco años, que solo pretende completar la historia con una feliz secuela que
sobra en mi opinión. Pero con todo es una interesante novela de intriga, bien
trabajada, entretenida y de lectura fácil, sin merma de cierto estilo
literario.