Casi todos
los lectores tenemos una idea aproximada de lo que es un clásico literario y
sin embargo su definición es tan amplia como ambigua e incluye conceptos tales
como difusión universal, referente cultural, valor arquetípico moral y estético
y otros muchos. Escritores como Borges, Azorín
o Italo Calvino han formulado definiciones más o menos acertadas pero
siempre subjetivas. No seré yo tan pretencioso que intente definirlos, pero me
atrevo a clasificarlos, de forma
simplista, en dos grandes grupos. El primero está integrado por los clásicos
evidentes, aquellos que siempre tenemos en mente cuando pensamos en ejemplos de
clasicismo literario, tales como El Quijote o La Odisea. Luego están
los que yo entiendo como clásicos raros; son esos títulos muy conocidos
en ambientes especializados, que a menudo son objeto de estudios y ensayos académicos
pero de escasa difusión entre lectores de tipo medio, e incluso
experimentados. Por éstos siento actualmente una inclinación creciente y lo
admito a riesgo de ser yo el tachado de rareza. No es, desde luego, el interés
del intelectual estudioso o el crítico literario, cualificación o capacidad que
no tengo. Es más bien curiosidad de tipo histórico, una afición que sí
reconozco. El libro que comento hoy pertenece al segundo tipo de clásicos en mi
personal y arbitraria clasificación.
Geoffrey
de Monmouth fue un clérigo galés o bretón -aún se discute su
origen- que vivió en la primera mitad
del siglo XII y fue profesor en las escuelas de Oxford cuando aún no se había
fundado su famosa universidad. Sobre el personaje se sabe poco; que fue
nombrado obispo de una ciudad galesa y que se le atribuyen tres libros,
escritos en latín, las Prophetiae Merlini, la Historia Regum
Britanniae y la Vita Merlini. El primero fue posteriormente
incorporado como digresión en la redacción del segundo.
La Historia de los Reyes de Britania está dedicada en su introducción
a Roberto, duque de Gloucester y nieto de Guillermo el Conquistador. La
dedicatoria es importante porque refleja bien la intención del escritor que, al
contar la historia de los reyes britanos desde sus míticos orígenes hasta la
invasión sajona del siglo VII, intenta reflejar un pasado glorioso y
relacionarlo con la prosperidad de su tiempo gracias al dominio de los
normandos. No es casual que las Profecías de Merlín al rey Vortegirn,
por lo demás simbólicas y enigmáticas, anuncien claramente el esplendor de los
britanos durante el reinado de Arturo (siglo VI), la oscuridad del dominio
sajón y la invasión de los normandos en el siglo XI, contemplados como
libertadores.
Contra lo que anuncia el título se
trata de una obra pseudo-histórica. Es verdad que utiliza y refunde fuentes
históricas de autores anteriores como Nenio, Gildas y Beda el
Venerable, pero les añade mitos, leyendas y literatura de autores clásicos
grecolatinos y de la tradición bíblica. El resultado es una sucesión de largas
y tediosas listas de reyes de los que sólo conocemos el nombre, la dudosa –por
demasiado exacta- duración de sus remotos reinados y algunos de sus vicios o
virtudes. Pero mezcladas en esa nómina descubrimos estupendas historias como la
del mítico rey Bruto, huido de la destrucción de Troya,
sospechosamente parecido a Eneas el fundador de Roma, que en su particular odisea arriba a la isla y da
origen al pueblo britano. Entre otros muchos reyes encontramos a Leir que siglos después
quedaría inmortalizado por Shakespeare en su tragedia El rey Lear. También mitos
como la espada perdida por Cesar
en batalla con el britano Casiuvelano, que tiempo después sería llamada Excalibur.
Nos enteramos que la isla de Hibernia (Irlanda), deshabitada en un
tiempo, fue concedida por un rey britano a exiliados hispanos que la
repoblaron, o que las piedras del círculo de Stonehenge fueron robadas por el rey Uther Pendragón
a los irlandeses, transportadas de forma mágica por Merlín y colocadas en su
actual ubicación cerca de Salisbury. En los relatos encontramos
paralelismo con multitud de mitos y relatos grecolatinos. La historia del rey Brenio
se confunde con la del galo Breno que saqueó Roma en el 390 a.C (vae
victis) y también con la del romano
Coriolano (otra tragedia de Shakespeare). En el nacimiento de Arturo
encontramos el mito de Zeus y Anfitrión, y en el rey Conan
–que no es el bárbaro cimerio- el mito de la reina Dido y la fundación
de Cartago.
El punto culminante de la Historia
Regum Britanniae es, como se viene anticipando, el reinado del rey Arturo
que ocupa, junto con las profecías de Merlín, un tercio de la narración. A Geoffrey
de Monmouth se le considera, sino el origen, sí uno de los escritores
decisivos en la creación de la llamada Materia de Bretaña o Mito
artúrico que después ampliarían otros escritores medievales como el francés
Chrétien de Troyes o el alemán Wolfram von Eschenbach.
Encontramos aquí ya delineados los personajes principales del mito, Ginebra,
Merlín, Morgana y Mordred. Y Arturo es el rey noble que defiende a los britanos
de la amenaza sajona, capaz de conquistar Dinamarca y Noruega, sitiar París y
atravesar los Alpes como Aníbal camino de la conquista de Roma.
Para terminar comentaré algo sobre la
técnica narrativa del clérigo bretón. Para dar verosimilitud a su historia
utiliza el tópico del manuscrito encontrado, es decir, declara en el
inicio que se ha limitado a traducir un libro que le dio el archidiácono Walter.
Con esa misma intención procura la mayor precisión en tiempos de reinado y
topónimos en los que incluso destaca la etimología a estilo de los antiguos héroes
epónimos fundadores de ciudades. Incluso se permite desechar como mentiras y
supersticiones algunos hechos milagrosos en apariencia. De otra parte, aunque
narra en tercera persona, en muchas ocasiones hace comentarios personales sobre
la historia o interpela directamente al duque de Gloucester. Eso y la
utilización ocasional del presente histórico que sirve para aproximar
emotivamente los hechos, aportan a la narración una sensación inconfundible de
relato oral.
En fin, la Historia de los Reyes de
Britania, es casi una novela de aventuras si se sabe leer no entre líneas
sino desechando párrafos enteros. Sí sabemos saltar entre ellos encontraremos
mitos de todos los tiempos, relatos épicos y caballerescos, también algo de
historia o de cómo puede ser utilizada con finalidad política, enigmáticas
profecías al estilo Nostradamus, y muchas más cosas curiosas.
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