Son muchos
los lectores que muestran cierto prejuicio hacia el ensayo. Reconocen el
propósito didáctico de este género literario y piensan que tendrán que
enfrentarse a una exhaustiva pero aburrida exposición y análisis de los
conocimientos sobre un determinado tema. En suma, asimilan los conceptos de
ensayo y tratado, humanístico o científico. Creen que uno y otro sacrifican el
estilo literario y la amenidad en aras de la objetividad y el rigor. A quienes
piensan así les recomiendo que lean los escritos de Michael de Montaigne,
recopilados bajo el título de Essais, que dieron nombre a este género que él inició. En ellos encontrarán reflexiones subjetivas cargadas de razón y
sencillez, pero también de estilo artístico y erudición humanista. Sensibilidad
antes los grandes temas que preocupan al hombre; el sentido de la vida, la
muerte, la religión. Todo ello tratado con piadosa tolerancia y humildad
resumida en una frase interrogativa que fue su lema: Que sais-je? (¡Qué
sé yo?) de indudable resonancia socrática.
El Giro (2012) es un ensayo que ilustra bien esa intención
de hacer compatible un estudio serio y preciso con una exposición que lo haga
atractivo para el lector. Su autor, el estadounidense Stephen Greenblatt (1943), es un historiador literario
especialista en el Renacimiento y Shakespeare. Es también uno de los fundadores
del neohistoricismo, una corriente que enfoca la teoría y crítica
literaria a la luz de una premisa: rechazar el exclusivo análisis formal de la
obra literaria y considerarla como el producto de una época y un contexto
histórico. Y a la inversa, comprender la historia cultural e intelectual a
través de la literatura. En resumen, una idea que supera, amplía y humaniza el
tradicional y técnico comentario de texto.
El
subtítulo de El Giro es muy sugerente en cuanto a la original estructura
narrativa que Greenblatt introduce en su ensayo: “De cómo un
manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno”. El manuscrito es
el De rerum natura escrito en el siglo I a.C por Tito Lucrecio Caro.
Una poema, ya subversivo en su propia época, en el que aúna la física del
materialismo atomista de Demócrito con la ética del epicureísmo tan
denostada por los estoicos que dominaban la moral pública romana.
Los dos
primeros tercios del libro son los que atrapan al lector. Es el relato de una
auténtica aventura; el descubrimiento del deteriorado manuscrito en la oscura y
lóbrega biblioteca de un remoto monasterio alemán. El descubridor fue el
humanista y calígrafo italiano Gian Francesco Poggio Bracciolini
(1380-1459), un bibliófilo que alternó su trabajo, como secretario apostólico
de varios Papas, con su auténtica pasión, la búsqueda de manuscritos de la
antigüedad grecolatina. Esa búsqueda,
que tiene mucho de odisea, es tan fantástica que impresiona como una
entretenida novela histórica cuando no es más que historia que supera a veces a la ficción. En el devenir de la trama encontramos, junto a la azarosa vida de Bracciolini,
toda una ambientación que nos introduce en los comienzos del Renacimiento
italiano. Una época de grandes convulsiones políticas que coinciden con un
momento de esplendor de la literatura y el arte. El cisma de Occidente, el
hereje bohemio Jan Huss y el fanatismo de Savonarola, ambos ejecutados
en la hoguera, junto a Petrarca y Dante como precursores del
humanismo que tuvo su foco radiante en las ciudades de Florencia y Roma.
Toda la
historia está entreverada de multitud de digresiones sobre literatura romana,
conservación de los manuscritos antiguos, el comercio de libros antes de la
difusión de la imprenta, las grandes bibliotecas desaparecidas, el papel de los
monasterios y de los árabes en la transmisión de la cultura grecolatina, y muchos
otros. Temas aparentemente dispares pero perfectamente integrados en el relato
sin romper la armonía del discurso narrativo.
Al tiempo
que nuestra curiosidad queda atrapada en la intriga de la historia, Greemblatt desarrolla
un completo análisis de la obra de Lucrecio en cuanto a corriente
heterodoxa de la filosofía clásica. Y es en el último tercio del libro cuando examina las consecuencias del descubrimiento del poema y el giro que supuso
en el pensamiento renacentista. De ahí el título, porque el giro, o la
declinación en la trayectoria rectilínea de los átomos, es lo que según Lucrecio
determinaba la evolución y creación de nuevos cuerpos y seres. El giro que
influye en distintos pensadores posteriores. Al principio, algunos de ellos se
enfrentaron a la ortodoxia católica. Al panteísta Giordano Bruno, la
libertad de pensamiento le costó la muerte en la hoguera, y el heliocentrista Galileo
Galilei se salvó de ella por poco. Pero el giro a la modernidad fue
inevitable y muchos intelectuales recogieron parte de esas ideas epicúreas tan
atacadas por la Iglesia, tachadas interesadamente de hedonismo para su
desprestigio. Porque en el fondo, la búsqueda de la felicidad en los pequeños
placeres de la vida, el evitar el dolor y la tolerancia ideológica, son ideas
que atacaban directamente el concepto de pecado y la expiación del mismo
mediante el dolor y el sufrimiento. Esas ideas calaron en figuras de la talla
de Erasmo de Rotterdam o el mismo Michel de Montaigne antes
citado, junto a otros muchos. Todos nos impulsaron a lo que hoy somos y a ellos
debemos los conceptos y los aires de libertad de pensamiento que hoy
disfrutamos.
Para
terminar. Estamos ante un ensayo de historia literaria, avalado por una
impresionante bibliografía y anotaciones, pero con la aparente estructura de
novela histórica que lo transforma en una obra amena y divulgativa de muy
agradable lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario