Pocos personajes han sido tan estudiados en nuestra historia y tratados por la literatura como Rodrigo Díaz de Vivar, Cid Campeador, el infanzón burgalés cuyas gestas guerreras alcanzaron fama en la segunda mitad del siglo XI. Las fuentes históricas árabes tratan su figura como un enemigo cruel. Las cristianas contemporáneas son pocas y pronto se contaminaron con leyendas de la tradición oral. Podemos destacar como más fiable la Historia Roderici, escrita en latín por un riojano anónimo a finales del siglo XII. El Cantar del Mio Cid, igualmente anónimo y escrito entre finales del XII y comienzos del XIII, supone la consolidación de la leyenda épica del héroe. A partir de entonces se le añaden episodios ficticios como la Jura de Santa Gadea, recogidos en el romancero. Los escritores románticos personificaron en su figura las raíces de la tradición española en su esencia castellana, fue objeto de numerosos estudios filológicos por parte de Ramón Menéndez Pidal, y hasta manipulado con fines políticos en la educación del espíritu nacional del anterior régimen.
El Cid pasó también a la literatura
internacional con escritores como el francés Corneille, y a la ópera con
músicos tan reconocibles como Bizet y Debussy, entre otros. Las
versiones de su historia en cine y televisión son innumerables, y saturados
como estamos de las mismas en los medios audiovisuales no esperaba ésta de Arturo
Pérez Reverte (1951) que al parecer se atreve con todo.
Sidi (2019) es la penúltima novela de este escritor de gran aptitud mediática y controvertidas declaraciones, pero de indudable calidad literaria en su ya numerosa producción en la que destaca el género histórico y de aventuras. En el prólogo califica esta obra como: “un relato de ficción donde, …combino historia, leyenda e imaginación” para terminar reconociendo su particular versión: “Hay muchos Ruy Díaz en la tradición española, y éste es el mío”. La trama argumental recoge sólo una parte de la biografía del Cid, el comienzo de su destierro al mando de su mesnada, el ataque a una aceifa mora que vuelve de saquear poblaciones del valle del Duero, su entrada al servicio del rey musulmán de la taifa de Zaragoza y su victoria sobre el ejercito coaligado del rey moro de Lérida y el conde catalán Berenguer Ramón. La acción es casi lineal en el tiempo y el narrador omnisciente relata en tercera persona, y de forma retrospectiva y breve, los recuerdos del protagonista: su juventud como caballero al servicio del rey Sancho II de Castilla, el traicionero asesinato de éste a manos de Bellido Dolfos en el sitio de Zamora y la Jura de Santa Gadea en Burgos que motivó su destierro de la corte del rey Alfonso VI.
El estilo del relato es sencillo y
elegante. Con un punto erudito cuando describe armamento, tácticas militares o
el origen de títulos nobiliarios o cargos andalusíes. En el ambiente de
trasfondo nos hacemos una idea de la situación de la Reconquista. Con unos
reinos cristianos de poderío creciente pero que apenas han rebasado la línea
fronteriza del Duero y Ebro. En el bando contrario las taifas musulmanas tras
la caída del califato omeya, con reyes cultos y cortes refinadas pero inmersos
en luchas intestinas que los debilita ante el poder ascendente de la progresiva
invasión de los integristas almorávides. Un mundo caracterizado por las
alianzas cambiantes, el pago de tributos o parias en lo político y una cierta
tolerancia entre razas y confesiones religiosas en lo social.
En este marco ambiental, Pérez
Reverte procede a desmitificar al Campeador y lo describe como un
jefe guerrero, un hombre de frontera que dirige una partida de mercenarios que
necesitan vivir del botín de guerra y dispuestos a contratarse con quién les
pague. Esta visión del personaje no es exclusiva del escritor sino inspirada en
el propio Cantar del Mio Cid. Aquellos que hayan leído este poema épico
pueden apreciar esos mismos aspectos realistas en el primer cantar, cuando Minaya
Alvar Fañez, el lugarteniente del Cid, hace minuciosos recuentos de
los botines recogidos en cada acción guerrera y el reparto correspondiente
entre la tropa. Eran situaciones habituales en aquella época que ahora, con el
paso de los siglos nos parecen dudosas desde la óptica ética. No obstante, en
los rasgos del personaje destaca también la austeridad y la prudencia del jefe,
su valentía y sentido de la justicia, lealtad y disciplina.
Como dato curioso de una historia que
nos atraerá hasta el final, quiero destacar el tratamiento que Reverte hace
del enfrentamiento con Berenguer Ramón del que éste último salió vencido
y humillado. En ningún momento se refiere a él como conde catalán sino como
conde franco, haciendo referencia no sólo al origen de parte de la nobleza sino
al vasallaje que en este momento los condados catalanes tenían con el decadente
imperio carolingio como Marca Hispánica del mismo. En los tiempos actuales esta
diferenciación parece de una diplomacia interesada.
En fin, una novela interesante y
entretenida como casi todas las del autor. No demasiado larga, lo justo para
mantener el interés hasta el final a pesar de tratarse de un relato muy
conocido.
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