sábado, 13 de noviembre de 2021

EL REY LOBO. Juan Eslava Galán

 

    En una entrada anterior de este blog tuve ocasión de glosar sobradamente la figura de Juan Eslava Galán (1948) (ver Statio Orbis). El escritor jiennense no sólo cuenta con un público fiel entre los que somos sus conciudadanos, sino que resulta atractivo para un amplio número de lectores incondicionales de su obra. No es un autor de best seller en el sentido norteamericano de superventas mundial, pero lo abundante de su producción literaria, y la variedad temática y de géneros que ha tratado, le hacen acreedor de una gran aceptación.

    La novela histórica, siempre entretenida, documentada y divulgativa, es una de sus especialidades más frecuentadas y El rey lobo (2010) se encuadra en este subgénero. Con ella asume un reto porque, como el autor reconoce, la civilización de los iberos presenta importantes lagunas históricas: Fuentes escritas indirectas y escasas. Una escritura parcialmente descifrada en su morfología y fonética pero con una semántica lingüística desconocida. En fin, un conocimiento histórico basado casi en exclusiva en los restos arqueológicos, por suerte muy abundantes en el alto valle del Guadalquivir, donde las tradiciones esenciales de este pueblo fueron menos influidas por la cultura de las colonias costeras de fenicios y griegos. 

    El relato gira en torno a las aventuras de Zumel, un guerrero ibero. Eslava Galán renuncia a situarlo en el III a.C, en el habitual marco de la Guerra Anibálica, un escenario demasiado explotado por este tipo de novelas. Aquí la acción se sitúa un siglo antes, el IV a.C, un periodo bastante menos conocido. Después de contarnos la infancia y la educación guerrera del protagonista, asistimos a sus experiencias como mercenario enrolado por Cartago en la Segunda Guerra Siciliana que enfrentó a los púnicos con la colonia griega de Siracusa. El asesinato de su jefe de banda, Cotufres, le obliga a la venganza por el juramento de la devotio ibérica. Renuncia a la misma para volver a su tierra y asentarse como humilde pastor. La acción y las peripecias del protagonista se suceden hasta que su conciencia le obliga a consumar la venganza pospuesta y la persecución del asesino le lleva hasta las tierras del Gran Rey en tiempos de Artajerjes II, un reinado de paz entre el Anábasis de los griegos derrotados en Cunaxa y la posterior conquista del Imperio aqueménida por Alejandro.

    No voy a insistir, para no arruinar la historia, en las aventuras de Zumel, una ficción narrativa que consigue mantener el interés del lector hasta el final. Si puedo extenderme en la ambientación histórica, muy bien documentada por Eslava Galán. La estancia del protagonista en su pueblo natal le permite ilustrarnos sobre las costumbres de los iberos, sus creencias religiosas, sus animales totémicos, el carácter aristocrático de aquellas sociedades tribales, las oppida amuralladas, la influencia cultural de las civilizaciones más avanzadas del Mediterráneo oriental y muchos otros aspectos puestos de relieve por la arqueología. De otra parte, los viajes de Zumel permiten vislumbrar el retrato histórico de aquella época documentado por fuentes históricas, principalmente griegas. El autor no insiste demasiado en determinados personajes o hechos históricos: batalla de Himera, sitio de Siracusa, el general cartaginés Himilcón o el tirano Dionisio. Solo los cita para encuadrar cronológicamente las andanzas del ibero Zumel. Le interesa más las costumbres de los personajes secundarios, mercenarios, médicos, comerciantes, marinos y esclavos.

     En el segundo viaje del protagonista, a las tierras del Gran Rey, es cuando Eslava Galán recurre a Heródoto como fuente para dibujar un retrato de la gran variedad de razas y culturas diferentes que poblaban Oriente, desde la actual Turquía, pasando por Mesopotamia y Persia hasta terminar en los confines de Asia Central y la India, los territorios y pueblos que habitaban en lo que después fue el efímero imperio de Alejandro. Ese enfoque geográfico, etnológico y sociológico me parece un matiz de originalidad en la actual novela histórica, demasiado interesada en reproducir con exactitud los hechos históricos. Creo que el escritor intenta insertar la civilización prerromana de los iberos dentro del gran tapiz cultural de los pueblos mediterráneos y orientales. Y lo hace sin el victimismo interesado tan frecuente en algunas interpretaciones históricas actuales, por ejemplo, el indigenismo de algunos países iberoamericanos cuya población, mestiza en muchos casos, es en gran medida descendiente de españoles.

    Los iberos son nuestro pasado remoto, su cultura es interesante para ilustrar nuestros orígenes, pero su configuración tribal no pudo resistir el empuje de la civilización romana de la cual descendemos culturalmente. Me alegro de que Eslava Galán haya renunciado a presentar a los iberos como víctimas y en cambio resalte sus costumbres sencillas y acordes con la naturaleza o su orgullo guerrero.

    Para terminar, una novela entretenida en la ficción y muy ilustrativa en lo histórico, siempre con ese fino toque de humor y localismo que el escritor sabe imprimir a casi todos sus relatos.        


No hay comentarios:

Publicar un comentario