Frente a las artes plásticas o audiovisuales que priorizan la percepción estética, la literatura precisa además de comprensión. Esta a su vez depende en general de muchos aspectos sociales y culturales, y en cuanto al lector individual, de su experiencia, vivencias, formación o sensibilidad. Por eso reconozco mi desconcierto ante escritores y obras que no consigo entender a pesar de ser consagradas por la crítica y reconocidas con premios literarios. Como ejemplos más frustrantes en este sentido puedo citar el Ulises de James Joyce y los Versos Satánicos de Salman Rushdie, totalmente incomprensibles para mí. Son estos dos casos extremos, pero siempre que fracaso al asimilar la complejidad de una lectura cuestiono mi propia formación o sensibilidad, y he descubierto que algunas segundas lecturas, separadas en el tiempo, me facilitan la percepción de aspectos antes ignorados.
El checo Bohumil Hrabal
(1914-1997) es para mí uno de esos escritores tan desconcertantes como la
pronunciación de su apellido. No obstante, el paso del tiempo y una incursión
en su biografía me han ayudado a entenderlo mejor. Un autor muy reconocido a
nivel internacional pero poco conocido en España hasta que fue promocionado en
la década de los 90. Entonces leí su novela Yo, que he servido al rey de
Inglaterra (1971) que destacaba por un humor crítico pero optimista y algo
absurdo, en la línea de otros escritores de moda en esa época, como Tom
Sharpe (Wilt 1976). Mucho antes, en mis 18 años, visualicé la
versión cinematográfica de la obra que hoy nos ocupa, dirigida por el director Jiri
Menzel. Obtuvo un Oscar a la mejor película extranjera, pero, filmada en
blanco y negro y en versión subtitulada del checo me dejó frio a pesar de mi
incipiente e inexperto interés por el buen cine.
Ahora he leído la obra homónima, Trenes
rigurosamente vigilados (1964), una novela corta ambientada en 1945 a
finales de la ocupación alemana de Checoeslovaquia. Es una historia, narrada en
primera persona por el protagonista Milos Hrma, un joven aprendiz
ferroviario, y su aventura en la estación de tren de un pequeño pueblo. Trata
del despertar sexual de Milos, no exento de frustración, y sus ansias de
emular al lujurioso y hedonista factor Hubicka, en claro contrate con su
aceptación serena de un destino heroico. Se suceden episodios de humor, propiciado
también por otros personajes como el jefe de estación o la telegrafista Zdennicka,
complaciente con los favores sexuales al factor. Todos destacan por su
humanidad entrañable en un contexto de resistencia pasiva al invasor.
El humor de Bohumil Hrabal es
rico en matices: negro incluso con toques macabros en ocasiones, ingenuo o
irónico en otras, esperpéntico o absurdo en algunas. Y siempre en aparente
contradicción con el dramático trasfondo. Para entenderlo debemos recordar la
influencia de Kafka y su inspiración en la estética surrealista.
Una cierta dificultad o incomprensión
de la novela me parece relacionada con la imprecisa ambientación del contexto.
Creo que el escritor utiliza bastante la elipsis narrativa y evita
descripciones del espacio físico, situación política o aspectos culturales,
que se pueden inferir a partir
de vagas alusiones,quizás claras para un lector checo, pero bastante más
oscuras para el resto de lectores no familiarizados con la mentalidad eslava
centroeuropea. Y es que, repasando la historia de Bohemia, comprendemos que su
pueblo ha sufrido desde hace siglos el dominio despótico de germanos y
soviéticos. En esas condiciones no hay más remedio que cobijarse en la propia
identidad y convivir con los ocupantes. Por eso los personajes de Hrabal
destacan por su humanidad y su humor debe ser entendido como una forma de
resistencia ante la opresión política y una exaltación hedonista de los
pequeños placeres de la vida. El mismo escritor fue objeto de represión, cuando
en los años 60 fue expulsado de la Asociación de Escritores Checos y su
obra prohibida por el régimen comunista.
Como detalle curioso, entre los variados trabajos que tuvo antes de dedicarse a
la escritura destacan dos: Fue ferroviario durante la ocupación alemana y
trabajó en una planta de reciclaje de papel de libros censurados. Ese último es
en sí mismo una nota de humor si tenemos en cuenta que sufrió la censura en
carne propia.
En resumen, Bohumil Hrabal fue un hombre de gustos sencillos que trasladó a sus novelas parte de las anécdotas propias de una rica experiencia vital. Muy querido por el pueblo checo como símbolo de la resistencia de los intelectuales. Quizás nunca pensó en la trascendencia que su obra tuvo finalmente en el plano internacional. En mi opinión es un autor difícil para nuestra mentalidad latina, que puede gustar o no. Para comprender sus valores estéticos y su particular sentido del humor es necesario encuadrarlo en sus coordenadas biográficas y en la historia de su época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario